La política y el crimen organizado: Las respuestas de la izquierda y la derecha
*Esta es la cuarta entrega de una serie de columnas. Puede ver la primera en este link, la segunda acá y la tercera en este otro link
El fenómeno delictual se ha acelerado en los últimos años, confirmado por el incremento en los delitos de mayor connotación social, especialmente tras la pandemia, ya que entre los años 2021 y 2022 (234.064 y 354.683 respectivamente) se vio un incremento de 51%. La delincuencia organizada, se ha transformado ya en un problema político.
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Diferentes visiones del conflicto político en la izquierda y la derecha
Para el politólogo italiano Norberto Bobbio, la diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha gira en torno a las desigualdades sociales y económicas. Para la izquierda hay causas estructurales para la desigualdad. La sociedad está conformada, estructurada, de cierta manera que posibilita que algunos sean muy ricos y la mayoría sea pobre.
Y esto es así, por la acción de los propios seres humanos y no por designios divinos o de la naturaleza. Digamos para graficar, que el conflicto político que resulta de esta desigualdad, es vertical. Hay sectores sociales que están sobre los otros, superpuestos en una relación hegemónica, de privilegio. Es un problema originado por las relaciones entre los seres humanos, y es por tanto un problema colectivo.
Para la derecha en cambio, no hay tal asimetría. Las desigualdades no son estructurales sino propias de la naturaleza humana. Se explican por las diferencias individuales y se deben al diferente esfuerzo de cada uno. El conflicto vertical entre sectores sociales no existe, y entre clases sociales, de ninguna manera. El conflicto es entre individuos simplemente y tiende entonces a ser horizontal. Sólo se requiere orden y crecimiento, y habrá paz y desarrollo.
Luego, para la izquierda la delincuencia será un problema social más a resolver en una sociedad desigual, allí verá su origen, tal como la distribución de ingresos, la educación, salud, etc. No será su primera prioridad (en el programa de Gobierno la seguridad estaba en el lugar número 11, después de salario mínimo, previsión y otros).
Se demorará en reaccionar, lo que le saldrá caro. Sin siquiera percatarse, entregará la bandera antidelincuencia a los conservadores, y perderá elecciones y poder por eso. Le ocurrirá lo mismo con el tema de la migración. Verá su origen en las desigualdades sociales de terceros países y le costará distinguir entre una migración normal y una oleada de migración descontrolada.
La derecha en cambio no tiene ninguna barrera frente a la delincuencia. La enfrentará como siempre la ha enfrentado, restableciendo el orden. No tiene prioridad alguna que anteponer, no hará ninguna reflexión. Si el nivel de la delincuencia está afectando la calidad de vida de las personas y el temor se apodera de la población, sintonizará fácilmente con esta necesidad.
Mejor aún, la situación le permite a la derecha transmitir a la ciudadanía que los conflictos no son entre sectores sociales, sino horizontales. El conflicto está hacia los lados, donde están delincuentes e inmigrantes, y no hacia arriba, donde están los sectores hegemónicos y oligárquicos (Jeffrey Winters).
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Reacciones políticas ante una delincuencia criminal desbordada
En un contexto de violencia inusitada, con carteles de la droga operando en el país y copando barrios en donde desaparece el Estado, con homicidios y secuestros diarios, estamos ante un escenario desconocido. El problema ha cambiado de carácter, constituyendo una amenaza.
La izquierda en principio no percibe el cambio de escenario. En el año 2009 la delincuencia ya se está en alza. Piñera triunfa en la elecciones presidenciales con consignas antidelincuencia (“se les acabó la fiesta”, “cerraremos la puerta giratoria”). Que esto sea posible, demuestra que ya entonces la delincuencia se ha transformado en un problema político.
Cuando se produce el estallido social, en paralelo a la protesta pacífica de millones de personas sin organización ni dirección política, hay un fenómeno paralelo de inusitada violencia vandálica, ajena a las tradiciones históricas de la izquierda en Chile.
Los saqueos a supermercados jamás fueron expresiones de la lucha social, y hoy conocemos indicios de la participación organizada de elementos del narcotráfico en estas acciones.
La izquierda comienza a reaccionar recién el año 2021, cuando la ultraderecha representada por Kast llega a segunda vuelta en la elección presidencial, siendo su estandarte el orden público y la delincuencia. Ante el peligro cierto de perder nuevamente una elección por el mismo factor, el programa de Boric de segunda vuelta incorpora el grave problema de seguridad que está angustiando a las personas.
Pero es estando ya en el gobierno, cuando la izquierda asume plenamente el desafío de enfrentar el crimen organizado, porque ahora debe resolverlo. Ocurre además un tercer evento electoral que influye en esta reacción: en mayo de 2023, la extrema derecha republicana arrasa en la elección de Consejeros Constitucionales con el mismo discurso antimigración y antidelincuencia. Obtiene el control absoluto del Consejo que redactará la nueva Constitución, sin molestarse en proponer contenidos constitucionales.
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Con el crimen organizado la izquierda se encontró con un fenómeno nuevo, inusitado, en que la seguridad pasó a ser la primera prioridad para las personas, superando en premura y angustia a los problemas sociales, algo impensado, jamás concebido para una visión de izquierda de la sociedad.
Se ha reaccionado bien, las medidas más relevantes contra la delincuencia se están tomado en el actual gobierno; más aún, el nuevo plan estratégico de Carabineros aprobado por la autoridad civil en el presente año cuenta en su diseño con la participación de académicos de la Universidad Católica.
Para la derecha en cambio, la delincuencia ha sido funcional. Le ha permitido ganar elecciones y pretende ganar las próximas sin moverse del escritorio. Luego del garrafal error del gobierno con los indultados con antecedentes penales, la derecha detuvo la agenda de seguridad impulsada por el gobierno, durante un año. Solo ha sido posible reanudarla ante la seguidilla de asesinatos de carabineros.
En la discusión en el parlamento de diversas leyes de seguridad, ha impulsado normas que exceden las atribuciones policiales en un Estado democrático, como pretender que los mandos no sean responsables de las acciones de sus subordinados. Junto a la delincuencia, su afán es reprimir los movimientos sociales, le temen a otro estallido. Por eso trata de imponer el uso de la fuerza casi sin límites para la policía.
Los sectores progresistas se oponen, y la derecha de esa manera arrincona al gobierno y apuesta a desprestigiarlo. Llevamos dos años en este juego. Respecto al Ministerio de Seguridad, no están dispuestos a aprobarlo ahora, para impedir que sea percibido como un logro del actual gobierno. Para la derecha, la seguridad es urgente, pero no tanto.
Frente al crimen organizado hay una sola salida
En estas condiciones es muy compleja la persecución del crimen organizado en el país, porque hay actores políticos que tienen agenda propia frente a al problema. Es urgente no politizar el problema, y sin embargo, se encuentra absolutamente politizado.
Es perentorio enfrentar el crimen organizado como un problema nacional: “Tiene que haber un pacto político que diga, la persecución del crimen no está al servicio de la política, la joda se corta acá” (Marcelo Sain, académico argentino, La Tercera, 7 abril 2024).
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Salir de esto dependerá de la capacidad de nuestros líderes políticos para lograr, junto a la sociedad civil y las instituciones del Estado, una visión conjunta que permita elaborar un camino de salida. Sin unidad de propósitos no lo vamos a lograr y las consecuencias serán graves: “De otra manera, no tenemos ninguna posibilidad y nos vamos a hundir, como se han hundido otros países” (Andreas Feldman, politólogo, Universidad de Illinois, La Tercera, 17 marzo 2024).