Dos propuestas para las elecciones de octubre
El Servicio Electoral (SERVEL) en las últimas participaciones electorales ha mejorado su sistema de asignación del local de votación, más cercano a la dirección particular que uno entrega, que de paso es la comuna donde uno como ciudadano puede hacer valer su derecho a voto.
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Sin embargo, este mecanismo de georreferenciación no ha estado exento de críticas, pues una que otra persona aparece en distintos medios de comunicación reclamando contra la asignación del local de votación impuesta por el SERVEL.
Donde algunos ven problemas, yo, en cambio, veo oportunidades de mejora. En mi caso, la asignación de local de votación ha sido convenientemente la más cercana, no he tenido reparos en todo este tiempo. Si antes me dirigía en bicicleta a cumplir con mi deber cívico, hoy, lo hago a pie. Perfecto.
Para una persona adulta de 30 años, la distancia debiese ser lo menos problemático (si uno está comprometido con su deber cívico), pero para una persona adulta mayor, tercera o cuarta edad, la distancia si genera un problema. Asimismo, ocurre con personas con movilidad reducida (independientemente de la edad), quienes quizá necesiten de algún acompañante, o les tome mayor tiempo de desplazamiento para llegar al lugar de votación.
Por lo tanto, la primera oportunidad que distingo es que esta asignación de local de votación más cercana tenga como prioridad a cierto de grupos de personas, que en este caso sería tener en consideración la edad y la dificultad para desplazarse. El Estado tiene bases administrativas que podrían nutrir al Servicio Electoral con esta información.
Siguiendo con la misma idea de priorización, el Gobierno, a través de distintas iniciativas, ha ido desarrollando su Sistema Nacional de Cuidados, en el cual, en una primera etapa consiste en la identificación de personas cuidadoras a personas que requieren cuidado debido a su nivel de discapacidad o dependencia.
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Esta identificación, que consiste en la práctica entregar un certificado de persona cuidadora, viene acompañada de beneficios con distintos organismos estatales que consiste, en esta fase inicial, en una atención preferencial con tal de que estas personas puedan ejercer su labor de cuidadores sin mayores contratiempos.
Si ya hay convenios establecidos entre el Ministerio de Desarrollo Social y Familia con distintas entidades públicas, por qué no sumarle un convenio con el SERVEL, el cual habilite a las personas que cuentan con este certificado una atención preferencial cuando tengamos estas instancias democráticas participativas.
La segunda propuesta viene a resolver -en parte- el profundo problema que afecta a la política hoy en día, que es el no poder ponerse de acuerdo en las grandes reformas estructurales que el país necesita. Estamos hace años estancados, y el problema no solo persiste, sino que se agiganta. Estamos en una crisis profunda y un fracaso político enorme. De persistir los efectos serían desastrosos. Entonces, ¿cómo podemos otorgar una salida a este inmovilismo político antes que nos lleve a la ruina?
La salida podría ser que, si no se ponen de acuerdo de ellos, decidamos nosotros. En simple, propongo que se genere una instancia democrática -que puede ser para estas elecciones de octubre o una nueva- en donde se coloque en una papeleta las alternativas que entrampan los acuerdos. Los temas son variados: Pensiones, Salud, Educación, Pacto Fiscal, entre otros. No obstante, se puede empezar por un tema: Pensiones.
Una papeleta que destrabe el conflicto en pensiones, la cual contenga una única pregunta con tres alternativas: ¿Qué mecanismo prefiere para distribuir el 6% adicional en la tasa de cotización? A) 6% solidaridad; B) 3% solidaridad y 3% cotización individual; y C) 6% cotización individual.
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Así, de manera democrática las personas, a través de una participación ciudadana, se inmiscuyen en las grandes decisiones políticas que nos importan y afectan. Los problemas país se resuelven involucrando a las personas, otorgándoles poder, haciéndola participe de las decisiones. Ni más ni menos que redistribución del poder. Algo que en algún momento la elite política estuvo de acuerdo, pero que fue quedando en el olvido.