Crítica de cine | “Calabozos y Dragones: honor entre ladrones”, una feliz excepción
Sea por su calidad o por no tenerle respeto a la obra que le dio origen. Así, encontramos una larga lista que, aunque estén en el corazón de los fanáticos como Mario Bros (1993), Street Fighter (1994), o la más actual Pokemón: Detective Pikachu (2019), estas funcionan desde el cariño del público más que de la cinematografía.
Si a esto le agregamos las veces en que un juego físico llegó a volverse película el panorama es aún más dispar.
Entonces, antes de ir al cine para ver Calabozos y Dragones: Honor entre ladrones: ¿Es posible que estemos frente a una excepción? Veamos.
Hay títulos que no hacen siquiera cuestionarnos el entrar o no a una sala de cine, como lo fue Battleship (2006), basado en el juego de adivinar las naves del enemigo, y que si no tenías un tablero fácilmente se podía reemplazar por una hoja de cuaderno.
Otras películas parecen funcionar mejor desde el streaming como es el caso de Trolls (2016).
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Y finalmente, están aquellas enterradas para que ojalá nadie las recuerde como la propia Calabozos y Dragones del año 2000 que, aunque cuenta con Jeremy Irons, afortunadamente me perdí de ver.
Esta nueva adaptación que según se cuenta nada tiene que ver con versiones anteriores, ya sea con las series animadas o películas, nos adentra en la narrativa del que fuera el primer juego de rol de la historia, publicado en 1974.
Encontramos al inicio del relato a un ladrón encantador (Chris Pine) y una banda de aventureros que emprenden un atraco épico para recuperar una reliquia perdida, pero donde las cosas salen muy mal al aliarse con las personas equivocadas.
Con un guion predecible y con personajes estereotipados, el encanto de cada uno de los actores elegidos para sus roles responde a un casting perfecto, en una narrativa donde la acción y la aventura tienen un ritmo trepidante.
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La aplicación de las reglas del juego al universo fantástico funciona y sirven de base para establecer los límites y las posibilidades de cada personaje.
Además de presentarnos un mundo que para quienes no somos asiduos a este juego de mesa es fácil de comprender, es también lo suficientemente atractivo como para despertar nuestra curiosidad.
Pero he estado siendo un poco injusta al traer a colación títulos que como mínimo son discutibles. Porque existen casos de éxito como Lego (2014), que vino a romper el paradigma, y Transformers (2007) que en su primera entrega no le tiene nada que envidiar a las mejores películas de acción.
Por lo que Calabozos y dragones, con sus 150 millones de dólares de presupuesto, debiera tener su oportunidad en la cartelera. Y es que aun cuando se trata de una superproducción de carácter evidentemente comercial (me imagino a los gerentes de Hasbro sobándose las manos) pareciera que todavía tiene alma.
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Un alma que proviene del carisma de los personajes, la nostalgia de utilizar efectos físicos (no todo es pantalla verde); lo interesante de las interacciones entre los personajes y el cariño por la obra, por parte de la dupla de directores John Francis Daley y Jonathan M. Goldstein.
Quién sabe, quizás este 2023 abre una puerta a una veta inimaginable de buenas películas: los juegos, ya que este año se espera también el estreno del live action de la muñeca más famosa del mundo: Barbie.
Es difícil quitar el prejuicio sobre este tipo de películas, que, gracias al éxito de Marvel, han acostumbrado al público a un nivel de producción en serie, en que son calcadas una tras otra. Claro que se espera que se convierta en franquicia, y quizás en qué se convierta en el futuro. Al menos por ahora, por esta vez, estamos frente a una feliz excepción.