Crítica de teatro | “La voz humana”: una realidad más allá de las palabras
La voz humana, es un monólogo intenso acerca de la separación amorosa expuesto a partir de los sucesos por los que atraviesa su protagonista. La compañía Presente Continuo Teatro, dirigida por Ismael Castellón, busca adaptar la obra escrita por el dramaturgo francés Jean Cocteau.
En esta versión, se posiciona a la interprete original de cincuenta y tantos como una mujer joven de veintiséis años, interpretada por la actriz Margarita Lastra y se ha propuesto situar las problemáticas amorosas de la época en nuestra cultura romántica contemporánea.
La obra de la Compañía también busca exhibir la dependencia humana a los dispositivos electrónicos. Sin embargo, el montaje no logra reflejar como nos relacionamos con la tecnología actualmente. Los elementos usados en la obra no trasladan al espectador a la cotidianidad, y no queda claro en qué tiempo se desarrolla la pieza.
Lo único que permite ubicar al público en una década específica es una canción de Laura Pausini, de 1994, que suena en la radio. Al mismo tiempo, la protagonista sigue usando un teléfono fijo, con una operadora entre línea, como en el texto original. Eso sí, esta vez con una estética muy contemporánea: con una vieja polera blanca, short de mezclilla y pantys negras rasgadas.
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El encuentro con la obra se vuelve una experiencia íntima. La sala donde se realiza el monólogo es acogedora y, junto al juego de iluminación, permiten que el público se introduzca —o reviva— en la tormentosa experiencia que alguien puede vivir luego de un quiebre amoroso. En algunos momentos, la actriz logra transmitir la angustia que vive y genera cierta incomodidad en el espectador. Se siente sola, perdida frente al mundo y sólo la voz detrás del teléfono puede calmarla.
En La voz humana el conflicto principal radica en la cabeza de la protagonista. La joven se comunica a través del teléfono con su expareja, pero su realidad va más allá de las palabras. En este sentido, la obra cumple su objetivo de demostrar más con imágenes que con lo que dice la protagonista.
Ella dice que está bien, que es valiente, pero no lo demuestra. La escenografía es simple: papeles tirados, una radio, un teléfono viejo, un par de guantes y algunas pastillas. No se necesita más ante la desgarradora situación. La mujer no se resigna al amor que perdió, cada vez siente más angustia y desesperación ante la idea de asumir su vida sin él y no logra superarlo.
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Jean Cocteau quería demostrar que una llamada telefónica a veces es más peligrosa que un revólver, y la pieza teatral de la compañía Presente Continuo reafirma la originalidad de la obra. El trabajo del teatro cumple con lo desolador que es la escena de la mujer. Margarita Lastra hace un buen trabajo para representar el dolor. Durante una hora logra cautivar a la audiencia, la vulnerabilidad y la desesperación convierten el monólogo en una desoladora obsesión. Su trabajo es una gran revelación como actriz.
Si bien es una gran primera apuesta de la Compañía, no queda muy claro el motivo de cambiar a la protagonista original por una veinteañera, ni de qué manera se busca demostrar que las problemáticas amorosas de la actualidad siguen siendo las mismas de 1930.
Es confuso escuchar una canción de 1994 en medio del montaje, pese a mantener el guion original. Quizá hubiese sido interesante incorporar elementos más notorios que hicieran la distinción y coincidieran con el tiempo o simplemente ambientar la época de La voz humana de Cocteau.