El difícil malabarismo de vivir con una pensión en Chile
Los jubilados chilenos permanecen expectantes y esperanzados ante la anhelada reforma de pensiones impulsada por el gobierno de Gabriel Boric, que quiere transformar el modelo de ahorro individual vigente –que en general entrega pensiones míseras, muy por debajo del salario mínimo–, en uno mixto abierto a la solidaridad.
Hace justo un mes que René Díaz, a sus 65 años, se jubiló. Sin embargo, no lo celebró porque su vida no cambió en nada: sigue pasando los días de pie, custodiando el Edificio Américas, de la céntrica calle Miraflores de Santiago, donde trabaja desde hace 20 años como guardia de seguridad.
“Me dieron mi primera jubilación de 79.000 pesos y no me alcanza para nada. Ojalá me la suban un poquito más, lo estoy esperando, pero no creo que vaya a pasar”, cuenta a EFE.
Entre él y su mujer, quien trabajó durante 15 años como auxiliar geriátrica en una congregación, no llegan a los 300.000 pesos. El sueldo mínimo en Chile hoy es de $400.000.
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Beneficios Millonarios
Lejos de un sistema de seguridad social, el modelo previsional chileno es financiado únicamente por los trabajadores, que aportan cada mes el 10 % de su sueldo en forma de “ahorro”. La gestión de estos fondos es exclusiva de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), seis empresas privadas que obtienen beneficios millonarios tras invertirlos en el mercado financiero.
“No se pensó en generar pensiones suficientes, sino en crear un fondo muy auspicioso donde pudieran invertir los principales grupos económicos del país”, explica a EFE Francisca Barriga, investigadora de la Fundación Sol, entidad que estudia el mercado laboral chileno.
Según la organización, los fondos de pensiones administrados por las AFP representan el 58% del PIB de Chile y el 75,5% de los recursos se invierten en actividades extractivistas. La mitad de los pensionados logra autofinanciarse una pensión de 212 dólares o menos.
Corazón del modelo
El sistema, instaurado durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990) y considerado el corazón del modelo neoliberal que implementó su régimen, castiga a los más vulnerables y precarizados.
“Los salarios de gran parte de la población no son altos, por lo que la gente evade cualquier tipo de cotización”, comenta a EFE el economista y exasesor de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Andras Uthoff.
“Hasta hace poco los trabajadores independientes no estaban obligados a cotizar y cuando se les obligó, muchos no lo hicieron porque se dieron cuenta de que se les restaba un 10% de sus ingresos, pero no obtenían buenas pensiones”, añade.
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Es el caso de Manuel Salinas, de 85 años, que cobra 240.000 pesos y esporádicamente trabaja como prevencionista de riesgos para complementar su pensión.
“Tengo bastantes lagunas porque durante mucho tiempo fui un pequeño empresario independiente (...) Si no fuera porque vivo en casa de mi hija menor, me alcanzaría solo para pagar el arriendo de una habitación”, explica a EFE.
Las mujeres también son duramente perjudicadas por este sistema: “Entramos menos en el mercado laboral, tenemos menos niveles de participación y esta tiene mayores niveles de precariedad, menores salarios y mayores grados de informalidad”, señala Barriga.
Cuando en los 80 se implantó el modelo de ahorro individual prometió una cobertura de entre el 70 y el 80 % del sueldo. “La realidad es que para la mitad de las personas que se jubilaron en los últimos años, la tasa de reemplazo no llega al 20% y solo alcanza el 40% si se suman los subsidios estatales”, dice la investigadora.
Hacia un modelo mixto
La mejora de las pensiones fue una de las principales demandas de las protestas de 2019 que sacudieron al país y lo encaminaron hacia un proceso constituyente aún en curso. También ha sido una de las prioridades del presidente Gabriel Boric, quien presentó días atrás una ambiciosa reforma, con pocos visos de avanzar rápido ya que no tiene mayoría en el Congreso.
“La reforma introduce la solidaridad y por primera vez genera un sistema mixto, pero queda al revés de la mayoría de los países del mundo, donde la seguridad social es el pilar fuerte que se ve complementado por un pilar privado que puede ser obligatorio o voluntario”, apunta Barriga. En Chile, en cambio, el grueso de las cotizaciones se mantienen en cuentas individuales.
Como muchos otros jubilados, Manuel y René confían en que la propuesta del gobierno mejore su situación, aunque saben que los cambios serán lentos. Mientras no haya avances, ambos van a tener que seguir trabajando, como dice René, “hasta que les dé el cuero”.