Mujica, el guerrillero que abrazó la democracia para perseguir su quimera
Pocos personajes en el mundo tienen una vida como la de José 'Pepe' Mujica, una historia digna de película, un hombre que pasó de empuñar un fusil en pos de un sueño guerrillero, a abrazarse a la democracia más estable de Suramérica e irse por las escalinatas del emblemático Palacio Legislativo a los 85 años.
Este martes, tras lo que él describió en más de una oportunidad como "un largo viaje", Mujica renunció a su escaño en el Senado uruguayo en una jornada cargada de emoción, lágrimas, aplausos y recuerdos.
José Alberto Mujica Cordano nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo. Proveniente de una familia con ascendencia vasca e italiana, estuvo vinculado a la política desde joven, cuando militó en una agrupación del Partido Nacional (PN-centroderecha) en 1958, mientras estudiaba agronomía.
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Sin embargo, esta identificación con el mismo partido político del actual presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, duró poco, ya que en 1962 abandona el PN y comienza su camino hacia la izquierda, donde inició su aventura armada.
En aquel momento, sólo dos formaciones -el PN y el Partido Colorado- ocupaban el espectro político, ya que el Frente Amplio se fundó en 1971.
Camino a la utopía
En épocas donde los movimientos revolucionarios estaban dando que hablar en Latinoamérica, con una revolución cubana encabezada por Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara, en Uruguay se crea el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), un grupo armado que llevó adelante una guerrilla durante la década del 60.
En 1964 Mujica se unió para participar de ella, cuando Uruguay aún estaba en democracia. Entonces recibe seis balazos y es detenido.
Uno de los hechos más icónicos ocurrió cuando lo encarcelaron, en 1971, y se fugó junto a otros 100 tupamaros por un túnel de 40 metros.
En 1972 es derrotado y nuevamente encarcelado. Sin embargo, en 1973 comenzó la dictadura cívico-militar (que se extendió hasta 1985) e inició una etapa en la es trasladado, incomunicado y torturado.
En marzo de 1985 queda libre tras la aprobación de la ley de amnistía de los presos políticos.
Del gatillo a la papeleta
Cuando Pepe salió de la cárcel, Uruguay ya era un país diferente. Aún con heridas abiertas por la dictadura, pero con estabilidad democrática y una institucionalidad que resurgía.
Este panorama llevó a los tupamaros a dejar la pólvora y a asumir el camino pacífico de la democracia.
A partir de allí dio inicio la etapa en la que Mujica exhibió su particular carisma y una extraordinaria y celebrada oratoria.
Cuando es electo diputado, se lo veía viajando en una pequeña motocicleta con su pareja, la también ex guerrillera, ex vicepresidenta y actual senadora Lucía Topolansky, llegando al Palacio Legislativo con un atuendo que era impensado ver.
El sector que fundó en el Frente Amplio (FA-izquierda), el Movimiento de Participación Popular (MPP), adquirió una fuerza exponencial que hace que hoy sea el más votado.
En 2005, tras la asunción de Tabaré Vázquez como mandatario del país, asume como ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, cargo que dejó tres años después para centrarse en la candidatura a la Presidencia para las elecciones de 2009, en las que triunfó obteniendo el 52,39% de los votos en la segunda vuelta.
Mujica adquiere una importante presencia internacional
La llegada de Mujica al poder no pasó inadvertida. Su perra de tres patas, su humilde escarabajo celeste, la finca en la que vivía, la donación de su sueldo o sus célebres presentaciones en un evento protocolar con alpargatas, hicieron que su figura fuera vista con singular curiosidad alrededor del mundo.
Además, en su gobierno se aprobaron leyes como la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana, que pusieron a Uruguay en la órbita internacional.
lo consolidaron como una de las personalidades más influyentes de Latinoamérica en el siglo XXI.
Tanto así que incluso el cineasta Emir Kusturica lo eligió para filmar un ilustrativo documental: "El Pepe, una vida suprema".
Amado y odiado por muchos, con una particular personalidad y vaivenes en su vida que lo llevaron de un extremo al otro, Mujica marcó la historia política de Uruguay.
Aunque esta renuncia estuvo cargada de emotividad por la nostalgia de no volver a pisar el Parlamento en el que tantas discusiones tuvo para sostener las ideas que antes defendía con armas, lo cierto es que Mujica, hasta el fin de sus días, seguirá aferrado a su quimera y a la idea de cambiar el mundo.