Los estudiantes se toman La Moneda sin bombardearla ni matar a nadie
Antes, en los tiempos de las estrellas fugaces, los humanos se sorprendían con pegasos o ángeles azules. Hoy el asombro casi se ha extinguido, pero vuelve a estremecerse cuando una treintena de estudiantes se toma por asalto el palacio de La Moneda. Y los carabineros desconcertados corrían intentando atrapar el aire por donde raudamente se escurrían los y las estudiantes del Chile indignado.
Porque “Chile se cansó”, denominaron los propios estudiantes secundarios a esta nueva fase del movimiento social que señaló inequívocamente al gobierno que comenzaba su ofensiva luego que el Estado ignorara sus demandas en la Cuenta pública al país el 21 de Mayo. Claro, porque aquella algarada republicana siempre ha sido un ritual cupular que ha excluido al pueblo, entonces el pueblo debe encontrar otras formas de llegar al poder, y esta vez lo hicieron mediante la rebelión de los gorros naranja.
Pero esta rebelión es mucho más que un acto simbólico y de inmensa creatividad que dejó en ridículo a la seguridad palaciega: es una acción movimental de profundo contenido político. Es portadora de futuro, mas al mismo tiempo –uno podría argumentar– de memoria histórica. Y cuando un movimiento social transforma la memoria histórica y el futuro en discurso y acción colectiva, haciéndolos transitar por el mismo horizonte político, constituyen una poderosa herramienta de cambio.
Quizás, tal como aseguran los pueblos indígenas, uno podría afirmar que el futuro está en el pasado, y en este sentido el asalto naranja a La Moneda posee una fuerte carga simbólica, pues los estudiantes se tomaron La Moneda sin bombardearla ni matar a nadie, como sí lo hicieron las Fuerzas Armadas y la Derecha en 1973. Aquel fue un golpe de Estado, este fue un golpe al Estado; aquel fue un golpe de fuerza, este fue un golpe de imaginación. Aquel fue un golpe al sueño de muchos, este fue un golpe de sueños. Porque, si uno analiza el video subido a las redes sociales por los estudiantes, concurrentemente con la acción del movimiento secundario en la casa de gobierno, se verifica una interesante relación entre pasado y futuro.
De hecho, el manifiesto finaliza con el tema de Víctor Jara “La Partida”, una de sus pocas composiciones puramente instrumentales que sin musitar palabra alguna, te canta al oído y te conmueve hasta los huesos. Por ello, tal vez, los estudiantes quisieron rescatar la memoria de Víctor, en esta hermosa melodía fraguada en pleno periodo de la Unidad Popular para gritarle al gobierno actual: Fracasaron, Chile se cansó de esperar. Otro grito, como el relámpago mapuche o el trueno chilote, para mover a un país a veces abrumado bajo el peso de la noche neoliberal.
En consecuencia, el accionar movimental estudiantil no solamente evoca el pasado, sino que nos trae al presente; de ahí surgen las tomas en los diversos establecimientos educacionales, los cortes en las calles, las barricadas, las manifestaciones, marchas y distintas movilizaciones, tanto de estudiantes secundarios como universitarios. Asimismo, algo particularmente significativo, han declarado sin ambigüedad que: “ya no les tenemos miedo”. Esto se ve reflejado en la calle donde, a pesar de la represión policial, se ejerce la autodefensa y se resiste la acción represiva como un derecho básico de cualquier ciudadano a protestar, con o sin autorización. Lo anterior es de singular relevancia en el contexto de una institucionalidad de seguridad interior que privilegia la represión y que respalda incondicionalmente a Carabineros y otros organismo de inteligencia o policíacos.
Pero no tan sólo eso, en el mismo manifiesto y con absoluta claridad los jóvenes dibujan el futuro en el presente señalando que se terminó la época donde los dueños del país deciden por nosotros y que tienen “la oportunidad histórica para recuperar el poder” y hacer de Chile un país libre. Ciertamente que uno puede conjeturar que la toma o recuperación del poder transciende con creces las posibilidades de un movimiento como el estudiantil, no obstante lo interesante y convocante, es lo que se declama: que son un movimiento popular, de los marginados de la sociedad. Son la verdadera mayoría. Porque, en definitiva, en este país empresa, la mayoría son marginados, porque los que no son pobres, son pobres a plazo, es decir endeudados. Con Bancos, Casas Comerciales, con el Crédito con Aval del Estado o Financieras. Viven endeudados, jubilan con pensiones miserables y continúan siendo marginados, mientras tanto los dueños multimillonarios de Chile S.A. se burlan de todos nosotros al decir sin vergüenza, como Andrónico Luksic, que “soy un ser humano igual que todos ustedes”
Es que en Chile no todos los humanos son iguales. Los políticos corruptos los operadores de Soquimich y Penta no son iguales a los mapuche a quienes se les allana violentamente las comunidades. Tampoco se respetan los derechos humanos. La educación es un bien de consumo y no un derecho social, no es gratuita ni de calidad, las universidades privadas y colegios lucran. Cuando los estudiantes y otros sectores sociales y políticos protestan no se respeta su derecho a hacerlo.
Por eso los estudiantes se tomaron La Moneda sin bombardearla ni matar a nadie; pero cuidado, que el ministro del Interior Jorge Burgos observaba todo desde su oficina pensando en cómo diseñar nuevas medidas represivas. Quizás por eso es que en la marcha estudiantil de ayer 26 de mayo Carabineros salió incluso con subametralladoras a la calle. Es la democradura en acción, pero lo que no entiende el gobierno es que esos gorros naranja portan memoria y futuro.