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Cambios en materia de situación de calle
Foto: Agencia Uno

Cambios en materia de situación de calle

Por: Leonardo Piña Cabrera | 22.12.2025
«Nada cambia si nadie lo hace cambiar» (Pedro Aznar)

“No es lo mismo pero es igual”, escribe Silvio Rodríguez en «Pequeña serenata diurna», una breve canción incluida como sexta pista en el disco Días y flores del año 1975, y que en Chile se lanzó bajo el nombre de Te doy una canción por la censura de la época.

Una balada íntima que celebra la pequeña felicidad diaria, la enorme cobertura de dulzor que entrega el amor de pareja en este caso, o el equivalente en lucidez que aporta su oficio de cantor en medio de la revolución que comparte.

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Más acá, su empleo como base de una reflexión que apunta a los cambios que en materia de situación de calle ha habido en los últimos años, busca remarcar la importancia del matiz en el argumento, una práctica que en tiempos de grandes titulares y verdades de fórmula parece más que necesario.

Desarrollado en un artículo publicado no hace mucho y otro por aparecer, el examen del tema deja ver la existencia de a lo menos cuatro grandes transformaciones en Latinoamérica, ello en las poco más de dos décadas de este siglo, que más o menos es la misma cantidad de tiempo que lleva en las agendas de la región como política pública.

Eso que en sí mismo ha de ser el más grande de estos cambios, de otra forma muestra el muy pequeño lugar que ha ocupado históricamente en esta y las otras geografías del subcontinente, una similitud que anotada como característica en común nos hermana de un modo que a lo menos debiera preocuparnos.

El primero de ellos, o También yo en esta revisión, guarda relación con el emergente y creciente interés que en términos de investigación e intervención ha suscitado la observación de sus otras poblaciones componentes, en particular las mujeres, pero no solamente, obscurecidas por la masculinización del fenómeno y la forma en que se ha efectuado la aproximación al tema.

Movida por la necesidad de cuantificarlo y caracterizarlo, la hasta lógica y progresiva pormenorización de su conocimiento ha dejado ver lo mucho que ignorábamos de ellas y la especificidad de esa otra experiencia en la calle, cruzada, además, por la acumulación de violencias dada por su condición de mujeres y gestantes algunas.

Cómo se menstrúa o materna en la calle, por ejemplo, son parte de esas preguntas que hemos empezado a hacernos y que, en la concurrencia de sus distintas respuestas también han hecho patente, como advierte Leslie Kern (2020), que la ciudad cambia según se trate de quién, lo mismo las políticas sectoriales, sus bajadas interventivas, y la relación en y entre las poblaciones con y sin domicilio.

La segunda transformación, que por su parte se ha apuntado como No me dejes morir, alude a la ampliación de estas preocupaciones hacia la cuestión de la muerte, un aspecto tan vital como ausente no solo en lo que toca a esta población. Señalado como interpelación dado el vergonzoso número de su ocurrencia, el hecho de que no pare de suceder y siga siendo sin nombre y una ritualidad que acompañe y guarde su memoria, ha marcado un relativo giro que no por insuficiente habría que desmerecer.

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Relevante porque junto a su inaceptable reiteración, y de la mano de la denuncia de un interés que ha sido estacional y no más que episódico, ha traído consigo la generación de una serie de sistemas de registro y el levantamiento en nuestro país del memorial Dignidad, único en la región de que se habla. Muy poco, como se ha dicho, su importancia tiene otro valor porque han sido las organizaciones de la sociedad civil movilizadas con el tema las que han estado detrás de sus iniciativas, y ello lo que ha permitido ver, además de su cantidad, las muchas violencias que explican su muerte, ya no únicamente la hipotermia como su principal factor.

El tercer cambio, titulado ¡Presente! en homenaje a Diana Taylor (2020) y casi como un eco de la sala de clases, se relaciona con la mayor figuración e incidencia de las personas en situación de calle en varios de los programas, encuentros y estudios implementados en torno suyo.

No una variación cosmética, toda vez que de uno u otro modo ayuda a entender también las otras, su emergencia como tal es una suerte de reacción a las apropiaciones de contenido, sentido y autoría que abundan en el mundo de la investigación, lo mismo que esa otra tendencia a hablar de o por, y no con, cuando se trata de las llamadas poblaciones vulnerables (Champagne, 2010).

Importante por su traducción en un tipo de actoría no reducible a su pura representación, en términos políticos igualmente lo es por su oposición al habitual entendimiento de su ciudadanía como no agencial o por mano de un tercero, que por su parte moviliza y reafirma el imaginario de la carencia y la asistencia, al tiempo que diluye la perspectiva de derechos que pretende asentarse.

Ligado con la proximidad anterior, la última de estas transformaciones, o Ser y estar en este panorámico examen, se vincula con la reivindicación y posibilidad de reconocer la calle como un espacio de vida, o un estar que también es del ser. Resultado de una comprensión que ha hecho de ella un sitio de o para la circulación, y antes del espacio, o la posición, la condición de posibilidad de las cosas (Kant, 1978, 1989), su consideración en esta otra dirección emana del propio parecer de quienes hacia allá han debido moverse en busca de un lugar donde vivir.

Tampoco una cuestión menor, la observación de las relaciones que en distintos sentidos ahí se dan, luego de tal red como un modo de vida (Di Iorio, 2019) que trasciende la emergencia contenida en la idea de situación, también ha sido reforzada a la luz de la aplicabilidad de la noción de cultura callejera a partir de las dimensiones o puntos de vista material, sociológico y simbólico de su concepto (Ruiz, 2019).

Importante en su suma y en cada uno de sus desarrollos, estas cuatro grandes transformaciones en la región, que en ningún caso son las únicas, también marcan el muy pequeño avance de su horizonte. Uno que como la línea que es, y al igual que ocurre con la metáfora con que se le representa, no cesa de alejarse conforme se va hacia ella, en este caso por la persistencia de la negación y la negatividad de su invisibilidad. Ahí probablemente el mayor de los cambios que habría de procurarse, su mención tampoco es pedir mucho, o casi nada, si se permite regresar a otra parte de la letra y del sentir de la canción que abre estas reflexiones.

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