Este 25N las mujeres resistimos la ofensiva ultraconservadora de Kast
Como cada 25 de Noviembre, el feminismo vuelve a llenar las calles y a articularse públicamente para manifestarse por la eliminación de la violencia contra las mujeres. En Chile, donde la violencia de género continúa arrebatando vidas y los femicidios, tanto consumados como frustrados, no siempre encuentran justicia, la preocupación persiste.
Frente a esta realidad, crece la inquietud al observar cómo la agenda antifeminista de Kast no ofrece garantías de avances en materia de derechos y protección, poniendo en duda el compromiso del país con erradicar la violencia y construir un Estado realmente garante de derechos.
Cuando Viktor Orbán, primer ministro húngaro, restringía contenidos vinculados a la diversidad sexual bajo el argumento de “proteger a la familia”, aquello aún parecía un eco lejano, casi arcaico, para un Chile que, al menos en apariencia, avanzaba hacia una agenda progresista en derechos de mujeres y disidencias sexuales.
Incluso cuando Bolsonaro llegó al poder prometiendo acabar con la llamada “ideología de género”, muchos en Chile lo percibieron como un fenómeno propio de sociedades atrapadas en un conservadurismo que aquí creíamos superado. Algunos, con ingenuidad, se permitieron pensar que el país iba en la dirección opuesta y que estaríamos blindados, al menos por algunos años, contra cualquier retroceso cultural.
Durante años nos contamos la historia de que esas corrientes ultraconservadoras, que implican un retroceso en materia de derechos, eran ajenas a nuestro debate público. Pero no tardaron en llegar las campañas de desinformación, las fake news y los eslóganes moralizantes.
Surgió un enemigo difuso creado por la ultraderecha, supuestamente capaz de desestabilizar el orden social, pero que en realidad funciona para movilizar el temor ciudadano. La seguridad se convirtió en el eje discursivo predilecto de este sector, un relato plano, repetitivo y vacío de sustento intelectual, y junto a ello emergió otro pilar: la familia como símbolo nacional, acompañada de un discurso moralizante impulsado desde sectores religiosos.
Ese marco discursivo hizo eco de la ideología y agenda ultraconservadora de figuras como José Antonio Kast, proponiendo un proyecto político carente de propuestas sustantivas, especialmente respecto a cómo se implementarían las medidas de su programa, cuáles serían los plazos y de qué manera pretende reducir el gasto fiscal sin afectar beneficios sociales como la PGU.
Este discurso vacío ha sabido articular el miedo para ofrecer una promesa de orden que, en la práctica, se traduciría en recortes a derechos y libertades. En materia de derechos de las mujeres, por ejemplo, en marzo de 2016, Kast, durante una sesión especial de la Cámara de Diputadas y Diputados, se opuso a la despenalización del aborto en tres causales.
En su campaña de 2017 escribió en Twitter: «Bajo mi gobierno, una de las primeras cosas que haré será abolir esta ley de #aborto. Legislemos sobre las urgencias reales #LaPuraVerdad». Hoy, bajo la misma ley que él rechazó y a la que se opuso vehementemente, Chile aún enfrenta desafíos para cumplir con los estándares internacionales de derechos humanos en esta materia.
Según la Organización Mundial de la Salud, el aborto inseguro provoca alrededor de 39.000 muertes de personas con útero cada año a nivel mundial y millones de hospitalizaciones por complicaciones. En Chile, se estima que anualmente se practican entre 30.000 y 150.000 abortos inseguros debido a que la interrupción voluntaria del embarazo no está contemplada plenamente en el marco legal vigente.
Más allá de una supuesta “ideología de género”, los avances en materia de aborto se relacionan directamente con la salud pública, ya que el aborto inseguro es considerado una de las principales causas de muerte y morbilidad materna y constituye una violación directa de los derechos humanos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Como ha sido consensuado por organismos internacionales y estudios académicos, y como también lo declara Amnistía Internacional, la prohibición del aborto no reduce su incidencia. Por el contrario, genera clandestinidad, poniendo en riesgo la vida de las personas embarazadas y exponiéndolas a la criminalización.
Recordemos que, según cifras disponibles del Poder Judicial chileno, medio centenar de mujeres enfrentaron causas penales por aborto en 2023. Mientras Francia, el año 2024, se convertía en el primer país en inscribir en su Constitución la ‘libertad garantizada’ a abortar, en Argentina, Milei (el mismo que llamó a Kast para felicitarlo por su paso a Segunda vuelta), afirmaba que “el aborto es un asesinato agravado”.
Este discurso conservador también dejó huella en la discusión sobre la píldora del día después. En septiembre de 2006, Kast afirmaba que la píldora era “abortiva…es la píldora que privilegia el placer por sobre todo; es la píldora del egoísmo; es la píldora que hace vivir la sexualidad con miedo a un ser indefenso que está por nacer”. A él le tenemos miedo y lo queremos matar con esta píldora”.
En 2007, Kast y otros 36 diputados presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional con el objetivo de declarar inconstitucional el Decreto Supremo N°48 del Ministerio de Salud, que regulaba la distribución de método anticonceptivo de emergencia. Finalmente, el 18 de abril de 2008, el Tribunal Constitucional acogió el requerimiento, prohibiendo la distribución en el sistema público de la píldora del día después. En ese periodo, Kast declaró: “A mi juicio no se puede vender ni siquiera en las farmacias, porque ningún organismo público puede tener algo que ver con la píldora”.
En un debate más reciente, en octubre de este año, afirmó: “Yo jamás me metería en la cama de alguien, sí puedo sugerir que los padres puedan saber si su hija va a tomar una pastilla del día después, porque, como tú sabes, hoy día no es con receta retenida; la puedes comprar y no tienes que decir nada”. Se entiende entonces que Kast apoyaría que la distribución de la píldora se haga solo con receta retenida.
Sin embargo, según la Organización Mundial de la Salud, la píldora del día después no es abortiva y se recomienda como método seguro de anticoncepción de emergencia. Además, según un informe del European Consortium for Emergency Contraception (ECEC), las píldoras de emergencia con levonorgestrel están registradas como medicamento sin receta en muchos países europeos, incluidos Austria, Bélgica, Francia, Alemania, España, Reino Unido e Italia. En algunos países, como Noruega, incluso es posible adquirirla sin necesidad de hablar con un farmacéutico.
Para los movimientos feministas y sociales, la irrupción de este discurso no es solo un desafío político, tampoco es solo un proceso y fenómeno electoral. Sino que es un discurso que pone en riesgo avances culturales y en derechos civilizatorios a través de la instalación de discursos moralizantes que sacuden las certezas construidas con años de lucha. Obliga a disputar el sentido común, a desmontar un relato que pretende devolvernos a jerarquías antiguas, donde el poder se concentra y la voz de las mujeres y disidencias se invisibiliza.
El avance de la ideología extremista de Kast no es un hecho aislado, sino que se transforma en un capítulo más de un fenómeno global, es decir, una reacción conservadora que busca frenar las conquistas alcanzadas por quienes han luchado por expandir y profundizar los derechos civiles. Frente a esta amenaza, la resistencia no es solo un acto político, sino un acto necesario: la igualdad y los derechos conquistados no pueden y no deben ser negociables.