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Inversión en tecnología, el gran ausente en los debates presidenciales
Foto: Agencia Uno

Inversión en tecnología, el gran ausente en los debates presidenciales

Por: Claudia Bernal | 13.11.2025
La invitación es a quienes votamos, para que elijamos un próximo Gobierno que se preocupe y ocupe de la ciencia y la tecnología, apostando incluso a formar políticas de Estado al respecto. Mientras que el llamado al sector productivo es a que se arriesgue a invertir, ya que serán bien recompensados.

Resulta paradójico que en un país que dice querer diversificar su economía, agregar valor a sus recursos y retener talento en las regiones, la ciencia y la tecnología casi no aparezcan en la agenda de quienes aspiran a gobernar. 

Mientras que los demás países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) invierten un promedio de 2,5 del PIB en Ciencia y Tecnología, Chile ni siquiera está cerca del 1% de inversión en estas materias.

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Pese a esto, se debe considerar que no todo lo que se invierte en los países más desarrollados proviene del Estado, por eso, cobra especial relevancia la reciente actualización de la Ley N° 20.241 sobre Incentivo Tributario a la Inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), la cual abre una puerta para que las empresas que invierten en innovación reciban incentivos tributarios, por lo que se hace urgente que quienes aspiran a gobernarnos terminen con este silencio incómodo en torno a la ciencia y aborden esta temática como una prioridad. 

Es importante que recordemos los beneficios que ofrece la ley, ya que las empresas pueden descontar el 35% del gasto certificado en actividades de I+D directamente de los impuestos que deben pagar, es decir, que el Estado les devolvería o subvencionaría una parte importante de la inversión en innovación. 

Sin embargo, la triste realidad es que esta ley se ha usado muy poco y mi temor es que la ausencia de los tópicos de ciencia y tecnología en los discursos de quienes aspiran ser nuestros gobernantes durante los próximos cuatro años, pueda devenir en una derogación de esta ley o en una disminución de los beneficios que podrían incentivar la inversión de los privados.

Es necesario que apostemos por un balance entre la inversión pública y la privada, ya que si queremos dejar de ser un país extractivista, necesitamos pensar en cómo podríamos generar desarrollo en cadena productiva, para lo que se requiere inversión en innovación y transferencia tecnológica. 

Y aunque es perfectamente entendible que los discursos políticos se centren en los grandes dolores actuales del país, el crecimiento económico no se puede separar de la inversión en tecnología, la que hasta hoy ha sido la gran ausente en los discursos presidenciales y de otros aspirantes a cargos de elección popular. 

Es más, ante el posible recorte de presupuesto que algunos candidatos han sacado a colación, es inevitable preguntarse si esto se aplicará al Ministerio de Ciencias y Tecnología o si esto afectará a los recursos que perciben las universidades, que son las entidades que justamente se dedican a la investigación en innovación y la posterior transferencia tecnológica, lo que podría ralentizar aún más el cambio que como país buscamos. 

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Necesitamos inversión para que tanto los estudiantes, como los académicos y funcionarios de las casas de estudio podamos trabajar en los roles que nos mandatan, impartiendo docencia de calidad, para formar nuevos profesionales y futuros investigadores, generando conocimiento a través de la investigación, y promoviendo la transferencia tecnológica. 

El éxito de esto dependerá de que exista una buena comunicación entre la academia, el Estado y el sector productivo, ya que en el marco de los beneficios de la ley de I+D, la industria podría invertir en la investigación que desarrollamos en las universidades y otros centros de investigación y al mismo tiempo, reducir la carga tributaria total del empresariado.

Debido a que estos procesos son lentos y requieren de una inversión cuyo retorno tomará tiempo, podría parecer poco atractivo para las empresas, por lo que se requiere un cambio en la cultura empresarial, entendiendo que este esfuerzo significará una gran mejora en el éxito productivo futuro.

Desde las universidades, incluyendo a la nuestra, estamos cumpliendo con nuestro rol a través de la vinculación con el medio y de todos los proyectos de investigación en los que estamos trabajando y su futura transferencia tecnológica, pero necesitamos el apoyo de los privados.

Así que la invitación es a quienes votamos, para que elijamos un próximo Gobierno que se preocupe y ocupe de la ciencia y la tecnología, apostando incluso a formar políticas de Estado al respecto. Mientras que el llamado al sector productivo es a que se arriesgue a invertir, ya que serán bien recompensados. 

Por nuestra parte, debemos seguir apostando por formar líderes, emprendedores e innovadores y no solamente empleados, lo que nuevamente es un proceso lento, que requiere tiempo y esfuerzo, en un camino que no está exento de desafíos, pero que puede ser mucho más llevadero si se cuenta con la motivación de la sociedad y el apoyo económico del empresariado.

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