Guillermo Grebe, pintor: "Mi vida como artista se funda en asignaturas pendientes permanentes"
El taller de Guillermo Grebe está en el Cajón del Maipo, rodeado de montañas. Ahí, entre el agua que usa para regar y los cardos que observa en sus caminatas, el pintor chileno ha encontrado una nueva voz después de décadas de búsquedas y pausas. Formado en la Universidad de Chile bajo la tutela de Adolfo Couve y Gonzalo Díaz a finales de la dictadura, hizo un transito por el diseño gráfico y la publicidad durante una década antes de regresar plenamente a la pintura en 2014. Ahora, tras once años de producción ininterrumpida, acaba de publicar su primer libro monográfico en la editorial Ocho Libros, un proyecto que incluye un audiolibro diseñado específicamente para personas ciegas y con baja visión.
Su obra ha transitado desde una pintura pop barroca, llena de citas cinematográficas, literarias y contingentes, casi narrativa, hacia paisajes inventados que emergen desde lo oscuro y atmósferas melancólicas. "Llega el gran aburrimiento entre el 2022 y el 2024. Borré un cuadro, y al borrarlo aparece el gesto", cuenta a El Desconcierto sobre el momento en que su trabajo viró hacia un expresionismo abstracto. Esa transformación también implicó un reencuentro con las enseñanzas de Couve sobre el trabajo con la mancha, el gesto y el trazo, y con el territorio que ahora habita, donde el agua, el viento y esa otra vida cotidiana parecen haber empezado a filtrarse en sus telas.

El libro como asignatura pendiente
-¿Por qué decidiste hacer un trabajo de largo aliento como este, un libro monográfico de tu carrera en este momento?
Mi vida como artista, como pintor, se funda en asignaturas pendientes permanentes. Porque yo soy un artista que vuelve a pintar después de mucho tiempo sin hacerlo. Hay pausas largas e intensas. Diez años. Yo salí de la escuela, no hice carrera, me dediqué al diseño. En 2013, 2014, vuelvo a pintar profesionalmente. A partir de ahí fue todo un trabajo personal, de mucho rigor y estudio.
Apareció un tipo de obra que duró casi ocho años, que retrata una intención de manifestar un relato, pero también ejercicio pictórico. Hay algo bien publicitario. Viene mucho del afiche del cine, de la cita con la literatura, el pop art barroco, también un poco el surrealismo.
El 2024 vuelvo a retomar una pintura que no tiene nada que ver con eso. Surge a partir de pintar, simplemente pintar, y darme cuenta de varios factores que tienen que ver con el menos del más, que es una cosa más contemporánea, pero que también es clásica, que yo la traía de la universidad. Trabajar con la mancha, con el gesto, el trazo, mucho más Adolfo Couve, que es parte de uno de mis maestros.
Me empecé a preguntar si tenía once años de trabajo ininterrumpido, tenía que cerrarlo con un objeto que no fuera un simple PDF sino algo que se pudiera tocar. Y conversando con Justo Pastor Mellado, Catalina Mena y otros colegas, me dicen que puede ser un momento propicio de presentar un proyecto de difusión de tu obra, que lo vale.
El audiolibro como innovación
-¿De dónde viene la idea del audiolibro para personas ciegas y cómo fue desarrollarlo?
Cuando hice el Fondart hay un capítulo de mediación que involucra la inclusión. La mayoría de las veces que se postula un proyecto de difusión, ese producto se convierte en algo accesible para gente de tercera edad, personas con discapacidad, niños con autismo. Pero como es un producto visual, es muy difícil haber incluido a los ciegos, porque un libro es 100 por ciento visual. ¿Cómo transfieres lo visual al auditivo, a lo sonoro?
Tiene mucho que ver con la primera etapa de pinturas entre 2014 y 2022, que son verdaderos collages digitales, narraciones, cuentos. Hay una historia congelada en un cuadro, con muchos elementos, la mayoría son corales, que eran tal vez fáciles de contar.
En esa etapa conocí a un amigo ciego, Nacho Troncoso, que me empezó a preguntar sobre mi pintura. "Cuéntame tu pintura", me dijo. Entonces tuve que empezar a relatar los cuadros. En ese ejercicio aparece este tema de la narración de la obra. Y relatarla ya era algo distinto.
Me di cuenta de que el audiolibro tenía que ser esencialmente para ciegos, dirigido a personas ciegas y con visión limitada. El relato, la narración capta la forma como tal, pero también recupera lo simbólico de la forma y lo transforma en un puente que ayuda a imaginarla en ese espacio oscuro de alguien que no ve, que no puede mirar. Desde ahí la obra recobra otra función, recobra otra vida, es otra obra en sí misma.
-¿Cómo narraste las pinturas más recientes, que son mucho más de la mancha, más atmosféricas?
En el audiolibro relaté 12 pinturas, de las cuales 11 son de esta última etapa. Hay una sola de la etapa anterior. Hice el ejercicio más difícil para mí: cómo relatar la atmósfera. Me dio mucho más espacio para lo poético, para lo atmosférico y para todo lo que tiene que ver con la sensualidad del color y la mancha. Ahí surgió este relato más orientado hacia ese campo, el campo más poético, metafórico, no tan literal.
Del pop barroco al romanticismo melancólico
-¿Cómo fue tu desarrollo artístico desde esa pintura más pop hasta esta nueva etapa más atmosférica y melancólica?
El aburrimiento es muy fuerte en el paso de una etapa a otra. En todas las etapas, a pesar de que la primera fue muy reconocible, una pintura más figurativa, coral, más colorística, de formatos mayores, más pop y más surrealista, cada etapa estaba marcada por series. Eran series de cinco, seis, siete u ocho obras, y sentía que, a pesar de que la forma o el método eran los mismos, me aburría de que la serie me copara el tiempo. Entonces pasaba a otra. Ese tipo de aburrimiento no cambió el estilo, pero sí cambió la forma.
Llega el gran aburrimiento entre el 2022 y el 2024. La mano está un poquito más acondicionada al relato, a lo externo, a la cita, a los componentes del afiche publicitario, y aparece este hastío. Borré un cuadro, y al borrarlo aparece el gesto. Me vinculé con ese gesto, y en esa unión empiezo a modelar, muevo un par de elementos, hago un par de manchones, y aparece el expresionismo abstracto como estilo. Y un poco de romanticismo también, porque aparece el paisaje.
Lo empiezo a recrear, empiezo a hacer paisaje, paisaje, paisaje, y me doy cuenta que además es inventado, no viene de la imitación. Empieza a salir todo desde lo oscuro, de una línea de horizonte permanente, donde a veces hay un personaje que es una silueta, a veces no, hay silencio, hay vacío, hay flores, hay árboles y agua.

-¿Por qué aparece el agua en tu pintura?
Aparece el agua porque vivo muy cerca de la montaña, de los glaciares, dependo del agua. En el Cajón del Maipo. Yo trabajo con el agua. Hay un día de la semana en que me quedo a trabajar con el agua: regar, manejar las mangueras, el canal, el riego tendido. Y ahí me empecé a vincular. Hay un tema con el cambio climático también.
La pintura pasa de esta forma muy predeterminada, de citas, llena de elementos, muy recargada, a una cosa mucho más simple, que tiene que ver con la vivencia, con lo que vivo, con el espacio, con el entorno que me rodea, la vida misma, con el agua, con el viento. Voy caminando, veo unos cardos, empiezo a hablar con los cardos y los cardos aparecen en pintura. Hay una vinculación con el territorio, hay una vinculación con el tiempo.
La influencia de Adolfo Couve y la "afiliación perdida"
-¿Cuánto de esa carga melancólica tiene que ver con lo que Justo Pastor Mellado llama la "afiliación perdida"?
Él habla de la afiliación perdida respecto de la generación que me tocó vivir como estudiante, y cómo quedamos desbocados en el mundo posdictadura, años 90 y 2000, cómo nos tuvimos que reorganizar y cómo generamos un cuerpo de obra cada uno. Muchos venimos de la Católica, de la Chile, de otras universidades, de la Escuela Experimental de Arte. Cómo nos hicimos cargo de lo que teníamos para reconstruir o hablar desde nuestra experiencia como aprendices formados en estas escuelas, que son muy distintas entre sí.
Yo me desmarco de alguna manera, porque me dediqué inmediatamente a salir de la escuela, estoy durante muchos años fuera de eso.
-¿Por qué no quisiste hacer ese desarrollo, esa carrera en el mundo del arte?
Pensé: no voy a vivir del arte en Chile. La posibilidad que tenía era irme fuera de Chile, como hicieron muchos colegas míos, y yo tomé una decisión que era sobrevivir en Chile con otros talentos u otros usos de la creatividad que me permitían vivir. Me enamoré, me casé, tuve mis hijas, me convertí en alguien que tenía que mantener un poco a su familia. Me desdoblé, me permitió conocer otro oficio que también es interesante.
-¿Cuánto influyó la publicidad en tu trabajo?
En la primera parte sí, y en la manera de trabajar también, en la manera de afrontar un proyecto. Soy muy esquemático. Fui hombre de negocios en el libro. Me creo el cuento de que el artista es un empresario. Muy a lo Salvador Dalí. Menos ridículo, tal vez, menos caricaturesco que Don Salvador, pero sí rescatando una cosa, porque los artistas de los 50, 60, 70 tienen muy marcado a Warhol y a Dalí como gran ejemplo de cómo manejar una carrera. Explotaron y usaron los medios.
Hoy día es otra cosa, tenemos elementos diferentes, el pop de hoy es otro, más minimalista tal vez, tiene otros derroteros, otros canales. Los canales de las redes sociales son muy interesantes, permiten una relación más unitaria, pero también colectiva, multiplicable, que es nueva. Es necesario en este tipo de cosas trabajar con equipos especializados. Yo prefiero dedicarle tiempo a crear, estar en el taller pintando o haciendo otras cosas, y trabajar asociativamente con un especialista en los temas de comunicación.
-¿Cómo se relaciona tu nueva pintura con las enseñanzas de Adolfo Couve?
Cuando me vuelco a esta nueva pintura, donde aparece lo romántico, lo de Couve, hay una vuelta a la escuela, un retorno, una reconciliación, un amor que regresa. Me di cuenta de eso cuando presenté el libro en la universidad, en la Escuela de la Facultad de Artes, hace dos semanas, que sentí que lo estaba presentando en mi casa, con otros chicos, otros estudiantes, otra generación, pero sentí que había pertenencia. Esa afiliación perdida vuelve al rebaño, vuelve a su lugar, con otras maneras, en otra situación. Yo ya soy un tipo de 61 años, pero siento que estoy volviendo a pintar permanentemente. Hay una vuelta a esa lección que dio Couve, de esos maestros que te inspiraron en la escuela.
Arte, inteligencia artificial y el futuro
-¿Cómo ves la implicancia de la inteligencia artificial en el trabajo artístico?
Me enfrenté a la inteligencia artificial hace un año. Los métodos que se usan hoy para facilitar las cosas son lo que hay que observar. No tengo una posición ni buena ni mala. Tengo una posición de observante, de usuario. Es una herramienta que uso para consulta, principalmente, para estructurar métodos, para estructurar comunicación también. Me facilita muchísimo trabajar guiones con la inteligencia artificial.
Hice la exploración, jugué con Leonardo, con algunos sitios de generación de imagen, y hay uno muy interesante que es Prime, ahí donde tú trabajas un boceto, un dibujo, y la inteligencia artificial te lo construye al estilo que tú quieras. Para mí eso es un juego, un juego entretenido, interesante, porque puede permitir cierta creatividad. Puede ser una cosa interesante que es pie para un trabajo de pintura. Por lo tanto, para mí es útil, pero no tengo una condena moral a la inteligencia artificial per se. En lo político, en otro tipo de cosas, sí, hay cosas como el uso del agua de los datacenters.
-¿Qué te deja este proceso del libro?
Hay que hacer bien las cosas, hay que pintar bien. Hay buena y mala pintura. No hay más. Hay buenos y malos artistas, no buenos y malos pintores. Tienen obras buenas y obras malas. Todos tenemos buenas obras y malas obras, todos. Lo sé.