
Si Kast fuera presidente
Es fundamental aclarar que cuando José Antonio Kast afirma que “no habrá tiempo” para debatir sobre el aborto en su eventual gobierno, en realidad no está limitando únicamente el proyecto de aborto legal que actualmente discute el Congreso; su postura e historial político evidencian una clara oposición hacia la Ley de Aborto en Tres Causales.
Tanto Kast como el Partido Republicano han impulsado intentos de derogación y han relativizado el derecho de las mujeres a decidir, presentando iniciativas parlamentarias para revertir las causales e insistiendo en considerarlas una “forma de homicidio”.
La declaración de Kast respecto a la “falta de tiempo” no es una simple evasiva técnica: es la continuación lógica de una militancia política que siempre ha combatido la autonomía reproductiva.
Su historial incluye discursos, propuestas y votaciones, donde junto a su partido han buscado reducir el acceso al aborto incluso para niñas y mujeres en situación de violación, riesgo vital o inviabilidad fetal.
Este rechazo no es sólo retórico; ha quedado materializado en el Congreso con mociones de retroceso y campañas públicas desinformativas sobre los alcances de la ley vigente.
Además, en su discurso público, Kast equipara aborto y eutanasia como simples “temas valóricos”, lo que es una falacia recurrente en el discurso conservador. Ambos debates son avances, no amenazas, y la decisión de obviarlos acentúa la brecha entre una política pública seria y una campaña sustentada en mensajes simplistas para evitar confrontar demandas sociales legítimas.
Al hablar de ambos temas como asuntos equivalentes y secundarios -y al dejar de debatirlos-, erosiona los avances conquistados en materia de derechos humanos y pone en peligro la posibilidad de que Chile profundice en una legislación orientada a la protección de la autonomía personal.
La discusión sobre aborto y eutanasia debe estar a la altura del debate democrático, reconociendo avances y respondiendo con datos y argumentos, no con evasivas ideológicas. Negar espacio a estos derechos en la agenda gubernamental, como propone Kast, es ignorar la realidad y las demandas de miles de personas que exigen dignidad y autonomía.
No lo olvidemos: el silencio de Kast en estos temas no es prudencia, es estrategia. Y su historia política deja claro hacia dónde conduce: al retroceso de derechos que costó décadas alcanzar.