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Recolectoras de algas marinas de Coquimbo se convierten en sembradoras para recuperar los bosques submarinos
Recolectora de algas marinas en las costas de Coquimbo. Foto: Susana Galleguillos para Mongabay Latam.

Recolectoras de algas marinas de Coquimbo se convierten en sembradoras para recuperar los bosques submarinos

Por: Astrid Arellano | 27.09.2025
Tras años extrayendo algas marinas sin medir el impacto ecológico, Susana Galleguillos trabaja actualmente solo con algas varadas en la roca y lidera esfuerzos de conservación en la costa de Coquimbo. Elegida como la primera Alcaldesa del Mar, trabaja con científicos para sembrar huiro en zonas degradadas.

Susana Galleguillos nunca había reparado demasiado en las algas que arrancaba del mar con las manos. En Caleta Punta de Talca, en la región de Coquimbo, Chile, la sobreexplotación de los huirales —grandes bosques submarinos de macroalgas— destinados a la exportación, ha transformado el fondo marino en un paisaje vacío. “No me importaba, yo sacaba algas y ganaba plata”, dice. Hasta que un día, sin querer, bajó la vista hacia la base de una planta y la miró con atención: parecía una casa. Y ella la había destruido. “Sentí un arrepentimiento”, dice con pesar. “Vi que maté tanto… le destruí la casa a tantas familias del mar que había allí”.

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Debajo de los huiros, Galleguillos descubrió un mundo oculto. La recolectora de algas lo describe como una casita infantil de juguete, de esas en las que una se mete siendo niña, repletas de curiosidades pequeñitas. Con la excepción de que esta casa submarina estaba viva: se movía, respiraba y las “curiosidades” no eran juguetes, sino larvas de moluscos, diminutos caracoles, lombrices y peces recién nacidos que se escondían en los hoyuelos del lecho marino, al abrigo de los huirales.

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“Yo dije: ‘No arranco más huiro; voy a trabajar solamente con el que está varado’”, recuerda Galleguillos. Su compromiso con la conservación de estos ecosistemas vitales y su liderazgo social en la pesca de su caleta la llevó, en 2018, a convertirse en la primera mujer elegida como Alcaldesa de Mar, en representación de Caleta Punta de Talca.

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Desde entonces —y aún en el cargo— se dedica a fiscalizar el cumplimiento de las normas marítimas y pesqueras. También es presidenta de Algamar, un sindicato que agrupa a pescadores y recolectores de algas, mujeres y hombres, con un nuevo enfoque hacia el mar: uno que busca proteger, no arrasar.

Mongabay Latam conversó con la lideresa sobre los retos de la pesca artesanal en su caleta y los desafíos para las mujeres que trabajan en ella.

—¿Qué significó para usted ser nombrada la primera mujer Alcaldesa de Mar y cómo enfrentó ese hito histórico desde un rol tradicionalmente masculino?

—Para mí fue un orgullo. Mi papá llevaba muchos años como Alcalde de Mar, pero él tuvo un accidente automovilístico y no pudo continuar. Pasaron otros alcaldes e incluso hubo un momento en que pasamos dos años sin alcalde en la caleta.

En su momento, se inscribieron varios hombres, pedían tres personas. Yo me paré delante de los hombres y dije: “Inscríbanme a mí también”. Ellos se pusieron a reír y burlarse, me decían: “Pero ¿cómo vas a ser tú? Si tú eres mujer, ¿cómo se te ocurre? ¿Qué vas a hacer tú?” Pero insistí.

Nos llamaron un día de la Capitanía de Puerto y fuimos a hacer unas pruebas escritas y la entrevista personal con el Capitán. Los resultados se dan por sumatoria de calificaciones. Pasó un mes, vinieron ellos mismos a una reunión y nos dijeron: “Queremos que le den un aplauso a nuestro nuevo Alcalde de Mar, queremos que lo respeten”. Cuando nombraron a ‘la señora Susana Galleguillos’, yo quedé como plop, porque nunca imaginé que iba a ganarle a los hombres que tenían más estudios que yo, que estudié hasta octavo básico. Trabajo en el mar desde los 15 años.

Pero creo que el empeño que una hace al estar aquí, se tomó en cuenta. Es muy bonito porque ahora hay varias mujeres que también son Alcaldesas de Mar en las caletas y me siento muy orgullosa de ser la primera.

—¿Cuáles han sido los principales desafíos que ha enfrentado como mujer en un rubro dominado por hombres?

—El mayor desafío siendo Alcaldesa de Mar y también dirigenta es enfrentarme al machismo del hombre. Las actividades siempre son realizadas por ellos y a la mujer la dejan a un lado. Ellos no saben que ya estamos en otro siglo.

Pero nosotras somos mujeres y somos bien habilidosas en ese tema. A mí no me da miedo. A veces hay que enfrentarse a discusiones y cosas que ellos no entienden, pero al final saben quién manda en la caleta. Si no hacen caso, les tengo que pasar una infracción y ellos saben que eso duele. El rol de la mujer es importantísimo, pero creo que si nos juntamos hombres y mujeres podemos lograr muchas cosas bonitas y salir adelante, con esfuerzo.

¿Sabe por qué quise ser presidenta del sindicato y alcaldesa? No quiero tener en contra a los hombres, pero yo encontraba que ellos no luchaban por su caleta. Parecía que los desafíos que tenían les daban miedo. Sobre todo, el enfrentarse a cosas nuevas. Pero hay gente que ya murió y que soñaba con tener una hermosa caleta. De niña, yo quería lo mismo. ¿Qué hice yo? Empecé a construir un proyecto.

Nosotros teníamos pura roca natural en la caleta y usábamos palos para meter las embarcaciones al agua. Hicimos un proyecto en 2018 y ganamos unos 800 millones de pesos [alrededor de 544 000 dólares] a través de la Dirección de Obras Portuarias del Ministerio de Obras Públicas (MOP). Así se pudo construir la primera parte de la caleta entre 2019 y 2021. Actualmente, estamos en la segunda fase y nos ganamos 1200 millones de pesos [1.2 millones de dólares] con los que se está construyendo la segunda parte en 2025.

Así que me siento bien orgullosa de ser mujer, de conseguir lo que tenemos, porque en la caleta hay de todo: una linda sede, internet y baño, porque antes no había, y ahora hasta tenemos ducha, una cosa bien bonita. Y eso gracias a que una mujer está ahí, siempre tocando las puertas. Aunque a veces las cierran, hay otras que se abren.

Nuestro rol como mujeres es importantísimo porque podemos tener la visión de unir la producción con la conservación. Los hombres suelen ser depredadores, sin preocuparse por conservar. Somos capaces de hacer las mismas cosas, pero de diferente manera. No somos una competencia porque podemos ser un complemento para lograr fines compartidos y salir exitosos, porque nos vamos a unir.

—¿Cuál es el mayor reto que enfrenta la pesca artesanal en Caleta Punta de Talca?

El gran reto es la pesca ilegal. Llegan personas que no tienen documentos, a quienes no les importa nada y destruyen el mar. Ellos no tienen un control. Pero ahí estoy yo, fiscalizando y pidiendo apoyo con los Marinos. Ellos vienen y les pasan “partes” [acta de infracción o multa], por lo que tienen que pagarle al Gobierno y además les quitan todos los instrumentos con los que trabajan en el mar. A ellos les duele eso.

Nosotros somos una caleta pequeña. No somos muchos —en el sindicato somos 25, entre hombres y mujeres—, pero aún así tenemos que cuidar lo que tenemos, por eso el desafío es cuando viene la persona de afuera. Pero eso se está manejando bien.

—Usted ha sido una voz clave frente a la sobreexplotación de los huirales. ¿Qué medidas han tomado en la caleta para aminorar el impacto en el ecosistema marino?

—Nosotros tenemos un Área de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB) desde 1995, cuando se fundó el sindicato. No es muy grande, pero la dividimos: durante un año trabajamos en un sector y dejamos crecer y descansar la otra mitad. La partimos como una manzana: un año trabajamos la mitad derecha y otro la izquierda.

El Gobierno, a través de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca), nos da una cuota que nosotros tenemos que sacar anualmente porque se hacen estudios del área de manejo con un biólogo marino. Él mide debajo del agua qué cantidad tenemos de huiro y demás. Entonces, nosotros hacemos un plan de trabajo.

Se trabaja de septiembre a marzo. Se descansa de abril a agosto y posiblemente septiembre, según el tiempo, porque es muy lluvioso. Trabajamos seis meses. Nosotros no sacamos la totalidad, sino una parte. No se deja la roca pelada. Creo que eso también es una forma de ayudar a que no se deprede toda el alga.

En el área histórica [espacio que los recolectores locales y externos han usado históricamente para recolectar huiro], hay una veda biológica que se abre solamente tres veces al año. Se puede arrancar huiro —porque aquí se arranca—, en septiembre, en diciembre y en marzo. Solamente esas tres fechas dan para sacar huiro del área histórica. A veces dura dos días y la cierran. Pero todo lo que se vende en el año es varado naturalmente.

—A pesar de estas vedas, la presión sobre las algas persiste. ¿Qué medidas propondría para frenar su colapso?

—En lo personal, me gustaría que el Gobierno dejara de abrir en septiembre, diciembre y marzo. Que no lo permitiera más y que dejara una veda todo el año. Así el mar volvería, porque lo están sobreexplotando.

En cambio, en el área de manejo es diferente, porque se controla. Por ejemplo, usted le da a un socio 500 kilos al mes allí. Pero si usted va al área histórica, se sacan 10 000 o 20 000 kilos en un solo día. Como no hay fiscalización en el área histórica, es mucha la gente que viene, y una no puede andar en todas partes. Me gustaría que el Gobierno pusiera siempre en veda el área histórica para cuidarla.

Pero estamos en eso: acá en Coquimbo está la Reserva de la Biósfera y el Parque Nacional Fray Jorge, cuyas autoridades quieren proteger la costa y van a tomar el asunto de las algas. Creo que vamos por ese camino. Creo que sería la mujer más feliz del mundo si ellos ponen el requisito de que no saquen más el huiro arrancado y solamente se lleven lo que bota el mar. Yo estaría súper de acuerdo, porque son los bosques marinos donde tenemos varias algas: el huiro negro, el huiro palo, el huiro macro y el cochayuyo.

Hemos estado en varias reuniones. Están haciendo los estudios para ver qué tan destruida está la orilla y también el fondo marino. Los botes de las otras caletas —como es libre y a veces está abierto— vienen a arrancar el huiro palo. A veces el mar está bueno por una semana y los botes vienen todos los días: se llevan 5000 o 6000 kilos de huiro cada uno. Y son muchos botes. Imagínese cómo está el mar.

—Usted ha trabajado con científicos en la reforestación de algas en áreas marinas degradadas. ¿Qué aprendizajes le ha dejado esa experiencia y qué resultados han logrado hasta ahora?

—Creo que desde antes de que yo fuera socia en el sindicato, cuando era niña, conocí a los primeros biólogos marinos que venían a hacer sembríos, cuando todavía no era área de manejo. Yo andaba siempre “intruseándome” con ellos porque me gustaba aprender.

Con el tiempo, empezaron a llegar las universidades a tocar puertas para ver si podían hacer estudios, a plantar huiro, a sacar el alginato o las células madre. Todo eso lo aprendí en las capacitaciones que hacían. Sabemos de todo.

No voy a mentir: pongámosle que de 200 matas que se siembren, quizás saldrán unas 50. Pero eso ya es un logro, porque el mar de nosotros tiene hartas olas. Y el huiro sale muy, muy largo, como una súper alga gigante. Una vez, recuerdo que me tocó arrancar el alga número 74 y creo que media como cinco metros de largo, y tenía poco más de un año. Ponemos alga donde ya no hay y ahí se ve el resultado.

—¿Cómo ha sido recibida la idea de reforestar los bosques de algas por parte de otros recolectores de la caleta? ¿Ha sido difícil generar conciencia sobre su importancia?

—Como que estaban incrédulos. Siempre somos mujeres las que vamos, y ellos decían: “Las mujeres están locas, ¿cuándo les van a salir estas plantas ahí?” Pero después vieron que sí resulta. Al final se está repoblando y se están dejando más recursos, porque las algas atraen a los locos (Concholepas concholepas) para que se vengan a vivir ahí. Ellos crecen y también se alimentan del huiro. Una cosa lleva a la otra. Pienso que ahora [los recolectores] están agradecidos por eso. Y ahora invitan a los niños a aprender para que tomen también un poquito de conciencia.

Este es un artículo original de Mongabay Latam.