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Cuando la mentira avanza, los derechos retroceden: Fake news, extrema derecha y democracia
Foto: Agencia Uno

Cuando la mentira avanza, los derechos retroceden: Fake news, extrema derecha y democracia

Por: Carolina Guzmán Navarro | 13.09.2025
En esta elección la verdadera pregunta para Chile no es solo si avanzamos o retrocedemos, sino si seremos capaces de construir un futuro en el que Estado y movimientos sociales trabajen juntos para que la verdad, la igualdad y la democracia sean realmente bienes públicos compartidos.

Las democracias no siempre se quiebran con golpes de estado y de esto América pueda dar cátedra; muchas veces se debilitan lentamente, a través de falsedades repetidas hasta volverse creíbles. Hoy, la desinformación es un arma política poderosa de la extrema derecha, en América Latina y también en Chile.

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En nuestra región, la experiencia de Argentina es el ejemplo más reciente. Javier Milei levantó su campaña a punta de ataques y medias verdades. Ya en el poder, sus ajustes económicos golpearon de lleno a trabajadores, jubilados, familias y mujeres, echando por tierra avances en igualdad y protección social.

Su reciente derrota en las elecciones legislativas deja una lección clara: el discurso de la rabia y el odio puede brillar un tiempo en los titulares, pero tarde o temprano se estrella contra la vida cotidiana de quienes cargan con sus consecuencias. Como señaló el analista Cristián Valdivieso, la caída de Milei es “una luz de alerta para Kast y Chile Vamos”.

La política basada en la confrontación y la mentira tiene límites, y puede convertirse en un bumerán que active resistencias democráticas.

Ahora, el fenómeno no es exclusivo de Argentina. En Brasil anteriormente, Jair Bolsonaro convirtió la mentira en política de Estado, incluso afectando la salud pública. Y en Europa, figuras como Viktor Orbán en Hungría y Giorgia Meloni en Italia han mostrado cómo el uso de la desinformación puede ser instrumentalizado para debilitar derechos y socavar la igualdad.

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Chile tampoco está ajeno. Hace pocos días, un reportaje reveló la existencia de una red de bots que operaba desde cuentas anónimas para atacar a figuras políticas, entre ellas las candidatas Evelyn Matthei y Jeannette Jara.

Una de esas cuentas, conocida como “Patito Verde”, fue asociada al exdirector de Canal 13, Patricio Góngora, quien presentó su renuncia tras la publicación de la investigación periodística. Más allá de las responsabilidades personales -que él niega-, el caso ilustra con crudeza hasta qué punto la manipulación digital puede instalarse en el corazón del debate público y erosionar la confianza en nuestra democracia.

Como recuerda Boaventura de Sousa Santos, “el futuro es público; sin el Estado no se puede, pero solo con el Estado no alcanza, y el papel de los movimientos sociales es cada vez más vital”. Esa reflexión adquiere particular fuerza frente a los intentos de debilitar la democracia con mentiras: es la articulación entre Estado y sociedad organizada la que puede defender derechos, sostener avances y proyectar un futuro común.

En esta elección la verdadera pregunta para Chile no es solo si avanzamos o retrocedemos, sino si seremos capaces de construir un futuro en el que Estado y movimientos sociales trabajen juntos para que la verdad, la igualdad y la democracia sean realmente bienes públicos compartidos.

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