
La educación invisible
¿Sabe usted lo qué es la educación en contextos de encierro? ¿Está enterado que la educación es un derecho humano? Hasta el año 2024, las cifras indicaban que existen 91 establecimientos educativos de esta modalidad que atienden a 12.000 estudiantes privados de libertad.
Este tipo de educación se define como aquella que se da al interior de espacios de privación de libertad, como cárceles o centros de reclusión juvenil, cuyo objetivo es garantizar el derecho a la educación de los internos que habitan esos lugares, favoreciendo su desarrollo personal, social y laboral. De esta manera se facilita su “reinserción social”.
Para mí es la educación que une dos grandes invisibles: la Educación de Jóvenes y Adultos y la Educación de Jóvenes y Adultos en Contextos de Encierro. Significa educar de manera integral a personas que deben ser reconocidas y tratadas como sujetos de derecho, como un legítimo otro.
Pero aquí vienen más preguntas claves: ¿Los chilenos reconocen como iguales a quienes están privados de libertad, o los ven como marginados a los que hay que esconder y “secar” en las cárceles? ¿Hay un interés real por la reinserción?
Como muestra un botón: el año recién pasado rindieron la PAES 1.205 internos de cárceles en Chile, desglosados en 1.086 hombres y 119 mujeres. Y aquí viene lo anecdótico: no hay ninguna información que señale cuántos de ellos lograron entrar a la educación superior. Tampoco fue titular de algún diario, y ni siquiera con ayuda de la inteligencia artificial aparece el dato o alguna noticia.
A esa invisibilidad le podemos sumar los problemas o desafíos con los que, los docentes en contextos de encierro, nos enfrentamos a diario:
Por protocolos de seguridad no contamos con celulares ni tampoco con conexión a internet. Esto último queda al arbitrio de cada alcaide transformándose así en una de las tantas tensiones ya que, uno de los objetivos del Convenio de Colaboración entre el Ministerio de Educación y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos es: “Proveer infraestructura, recursos humanos y materiales adecuados a los recintos penitenciarios para el desarrollo de actividades educativas”.
La mayoría de nuestros estudiantes sufrieron la vulneración previa de sus derechos, tuvieron trayectorias educativas interrumpidas por sus propios padres, por necesidad, porque desertaron del sistema escolar o los expulsaron del colegio. Más aún, varios de ellos transitaron por el SENAME.
Muchos presentan grave rezago escolar y bajos niveles de escolarización constituyéndose en un gran desafío sacarlos adelante con esas gigantescas brechas de aprendizaje. En la mayoría de liceos de esta naturaleza no existe el Programa de Integración Escolar. A eso se suman estudiantes con problemas de aprendizaje, déficit atencional con hiperactividad, secuelas cognitivas por el prolongado y temprano abuso de alcohol y todo tipo de drogas y lo que es peor, con enfermedades mentales.
Otro desafío es que los profesores en contextos de encierro nos formamos principalmente con la experiencia. En Chile es casi inexistente la formación docente en estos contextos y lo es aún más para directivos que lideran estas instituciones educativas.
Tomando en cuenta los puntos anteriores, mi tesis es simple: la educación en contextos de encierro debería hacerse visible ante los ojos de este país en el que abundan las peticiones de penas más duras, o cárceles como las de Bukele. Urge una política pública que ponga el foco en exclusiva en esta modalidad educativa que, está comprobado, disminuye los índices de reincidencia delictual. Es insuficiente el Convenio entre el Ministerio de Justicia y el de Educación.
También lo es la Ley General de Educación que desconoce que la implementación de esta ley en la práctica provoca tensiones con gendarmería e incluso con el mismo MINEDUC. Los liceos y escuelas en contextos de encierro necesitan todos los recursos materiales y humanos que se les puedan brindar, además de ofertas de perfeccionamiento que capaciten a profesores y directores para la práctica y gestión del liderazgo en un contexto tan desafiante como este.
Quienes ejercemos en esta modalidad, guardamos un cúmulo único y valioso de experiencias, estrategias y “formas de hacer y de actuar” en nuestras memorias y en las prácticas diarias ¿por qué no partir entonces desde los profesores en contexto de encierro para generar una nueva política pública al respecto? Mucho se habla de delincuencia, pero nada se menciona en los medios de comunicación acerca del “arma más poderosa” para combatirla: la educación.