
El genocidio de la información: Ataques a quienes revelan la realidad
Hace décadas, la libertad de prensa dejó de verse como un lujo o un capricho, y pasó a verse como la columna vertebral que sostiene cualquier sociedad democrática.
Sin embargo, hoy, en el contexto del conflicto entre Israel y Palestina, el asesinato sistemático de periodistas y trabajadores de medios no solo representa una pérdida irreversible de vidas humanas, sino que es un atentado absoluto contra el derecho universal a la información y la comunicación.
El silencio forzado sobre la verdad de esta guerra se está usando cómo un arma que perpetúa la sinrazón y el sufrimiento. Quienes están en la Franja arriesgando su vida para mostrar las realidades dramáticas del genocidio que está llevando a cabo Israel deben ser protegidos, no perseguidos ni eliminados.
Israel no solo está vulnerando un derecho fundamental, sino que está arremetiendo con saña contra el propio espíritu de la ciudadanía mundial, que depende de estas voces valientes y libres para conocer del horror, comprender y juzgar al “Pueblo de Dios”.
A pesar de todo esto, no podemos abstraernos y no pensar que estos ataques representan una postura autoritaria descarada, una estrategia de terror que busca destruir la pluralidad del pensamiento y anular toda disidencia.
Israel, con sus bombardeos selectivos contra objetivos no bélicos, incluyendo a periodistas, hospitales, zonas de entrega de alimentos, etc. transgrede flagrantemente el derecho internacional humanitario y desoye los principios éticos más elementales.
Esta violencia deliberada contra quienes documentan la guerra es una forma extrema de brutalidad que deshumaniza a las víctimas y erige un muro de censura que cercena la verdad haciendo cómplice a la comunidad global completa de esta injusticia.
Los periodistas que están desplegados en estas zonas de conflicto son en si mismos, actores llenos de valor y resistencia; atacarlos es un crimen que continúa manchando con sangre la reputación de un autoproclamado “Estado” que se ha convertido en un verdugo impune del mundo.
La condena hacia Israel debe ser inequívoca y absoluta: estos ataques deliberados contra periodistas son crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. No se pueden permitir ni justificar ni con las excusas más espurias de defensa propia o seguridad nacional.
La comunidad internacional completa, tiene la obligación moral y jurídica de –en primer lugar– reconocer al estado Palestino y en segundo lugar, exigir las acciones más necesarias y contundentes para proteger a quienes informan desde estas verdaderas trincheras del sufrimiento humano que está generando este holocausto de la colectividad Palestina.
La impunidad con la que está actuando Israel solo alimenta la barbarie y sigue condenando a la oscuridad a millones de inocentes que buscan la luz de la verdad. Defender la libertad de prensa en Palestina es defender la posibilidad misma de que, algún día, la justicia y la paz puedan florecer en ese territorio desgarrado por el odio y la violencia.