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Los asuntos humanos en juego: Apostando la atención y el futuro
Foto: Agencia Uno

Los asuntos humanos en juego: Apostando la atención y el futuro

Por: Francisco Salinas Lemus | 15.08.2025
Regular es necesario, pero si no estudiamos y debatimos la cultura que sostiene esta adicción –la idea de que la vida es una competencia permanente en la que todo vale si ganas–, el problema seguirá mutando.

Como académico universitario, he visto crecer un hábito inquietante: cada vez más estudiantes –incluso en clases– juegan en sitios de apuestas online. La escena se repite en colegios, sobre todo entre hombres jóvenes.

La accesibilidad y la publicidad explican parte del fenómeno: canales chilenos de YouTube que van de las entrevistas a comediantes al análisis político lucen el auspicio de empresas como Coolbet, Jugabet, Tonybet o Betano. Las camisetas de equipos, los influencers, los banners en redes sociales y los anuncios en transmisiones deportivas terminan por normalizar la práctica.

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El pasado 4 de agosto, la Comisión de Hacienda del Senado aprobó el proyecto de ley para regular estas plataformas, incluyendo protocolos de identificación biométrica para evitar que infantes y adolescentes puedan jugar. Ahora será votado en la Cámara. Pero la pregunta es si basta con legislar: esto parece tener una raigambre cultural más profunda. Y quien quiera apostar, puede hacerlo antes que hierva la tetera.

En sociología, decimos que los fenómenos son contingentes: siempre podrían ser de otra manera. Apostar es una forma de asignarle valor a las posibilidades, atrapando al apostador en lo que podría ser. Puede hacerlo con estrategia, siguiendo patrones y tendencias, o de manera impulsiva, movido por la adrenalina del momento. Fiódor Dostoievski lo retrata en El Jugador:

… me sentí poseído de terror, helado de frío, sacudido por un temblor de brazos y piernas. Presentí con espanto y comprendí al momento lo que para mí significaría perder ahora. Toda mi vida dependía de esa apuesta”.

Hoy el escenario es distinto al del tradicional apostador del hipódromo o jugador de casino, con sus propias adicciones y problemas, pero que debía desplazarse, interactuar con otros y adaptarse a horarios y eventos concretos para jugar.

La apuesta digital es inmediata, mediada por plataformas digitales y disponible 24/7. A veces se realiza en soledad, pero también con otros: grupos de amigos que comparten pronósticos, compañeros de curso que se comparan resultados o foros online donde se comenta en tiempo real.

Y el abanico de posibilidades se ha ampliado: deportes, ganadores de concursos televisivos, eventos meteorológicos, resultados de elecciones e, incluso, el destino de políticos (como las apuestas en curso sobre si Matthei se baja o no). Las barreras físicas, temporales y de nicho que antes limitaban la compulsión han desaparecido.

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En este nuevo escenario el negocio no se limita a captar apuestas, compite en la economía de la atención. Cada notificación, bono o “premio gratis” para quienes entren a la plataforma es un anzuelo para retener la mirada y el tiempo del jugador, y prolongar su permanencia en el ecosistema digital de la casa de apuestas.

Las plataformas funcionan como una pulpería de juegos. Ofrecen monedas virtuales y pequeñas recompensas para enganchar a nuevos incautos, que terminan por invertir no solo dinero, sino horas y días que podrían haberse destinado a otros vínculos y proyectos. Esto es especialmente preocupante para personas en etapas tempranas de su formación.

Aquí emerge una pregunta más amplia: ¿qué tipo de humanos se configuran en esta relación casi ininterrumpida con plataformas que modelan sus rutinas, emociones y expectativas? Estas tecnologías que median y actúan junto a nosotros no son simples herramientas, se convierten en compañeros permanentes de interacción, que moldean comportamientos y valores tanto como los amigos, la familia o la escuela.

¿Qué significa que miles de jóvenes crezcan en este entorno? ¿Qué valores, relaciones y expectativas se están normalizando? ¿Es una droga que luego puede derivar en nuevas cepas de “cripto-boys” y especuladores de bolsa?

Regular es necesario, pero si no estudiamos y debatimos la cultura que sostiene esta adicción –la idea de que la vida es una competencia permanente en la que todo vale si ganas–, el problema seguirá mutando.

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