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Baja en la tasa de interés: Un respiro que exige cautela
Foto: Agencia Uno

Baja en la tasa de interés: Un respiro que exige cautela

Por: Eduardo Menz Queirolo | 15.08.2025
Aquí está el dilema: si la política monetaria se relaja demasiado pronto, la inflación puede volver a incomodar los bolsillos de las familias, erosionando salarios reales y ahorros. Pero si se mantiene demasiado estricta el país corre el riesgo de prolongar un ciclo de bajo dinamismo económico. La clave será convertir este recorte en un punto de partida para un crecimiento más sólido, y no un simple paréntesis en la coyuntura económica.

El 29 de julio de 2025, el Banco Central de Chile decidió recortar la Tasa de Política Monetaria (TPM) en 25 puntos base, dejándola en 4,75%. Aunque pueda parecer un dato técnico, sus efectos se sienten en el costo del crédito, el consumo y la inversión en el país.

La TPM constituye la tasa de interés de referencia que fija el Banco Central de Chile para influir en el costo del dinero en la economía, funcionando como una herramienta clave de política monetaria.

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Después de meses de espera, el costo del dinero empieza a bajar, y eso es una señal que el mercado interpreta como un gesto de confianza: la inflación, que llegó a ser la principal amenaza económica del país en los últimos años, estaría en camino de ser controlada (a pesar de la última alza observada). Este ajuste, el primero del año, plantea oportunidades y desafíos que el país deberá gestionar con cautela. El contexto no es menor.

En 2023, la TPM alcanzó un nivel históricamente alto de 11,25%, un ajuste drástico que buscaba frenar una inflación impulsada por choques externos, disrupciones de oferta y un fuerte estímulo fiscal y monetario acumulado, sobretodo por las medidas adoptadas para hacer frente a los efectos de la pandemia.

Desde mediados de ese año, el Banco Central inició un ciclo de reducciones graduales. En diciembre de 2024, la tasa se ubicaba ya en 5,00% y se mantuvo sin cambios durante la primera mitad de 2025, hasta este recorte de julio, el primero del año. Sin embargo, esta reducción debe ser analizada dentro de un contexto mucho más complejo.

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La economía chilena sigue mostrando síntomas de escaso repunte: crecimiento moderado, un mercado laboral debilitado, aumento de la informalidad y un sector productivo que enfrenta tanto la competencia internacional como la presión por adaptarse a tecnologías más limpias y procesos más eficientes. En un mundo donde las tensiones geopolíticas, la volatilidad de los precios del cobre y la desaceleración de China pesan sobre las exportaciones, la política monetaria tiene un margen limitado para actuar.

Para convertir este respiro monetario en crecimiento sostenible, Chile necesita ir más allá de la coyuntura técnica. Se requieren reformas que impulsen la productividad -a través de innovación tecnológica, digitalización y mejoras en infraestructura-, diversifiquen la economía para reducir su dependencia del cobre, e inviertan decididamente en capital humano, fortaleciendo la educación, la formación técnica y la reconversión laboral para un mercado en constante transformación.

Aquí está el dilema: si la política monetaria se relaja demasiado pronto, la inflación puede volver a incomodar los bolsillos de las familias, erosionando salarios reales y ahorros. Pero si se mantiene demasiado estricta el país corre el riesgo de prolongar un ciclo de bajo dinamismo económico. La clave será convertir este recorte en un punto de partida para un crecimiento más sólido, y no un simple paréntesis en la coyuntura económica.

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