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Mujeres y participación política: De la paridad en el papel a la vida en el centro
Foto: Agencia Uno

Mujeres y participación política: De la paridad en el papel a la vida en el centro

Por: Sindy Salazar Pincheira | 07.08.2025
Lo que hoy nos convoca va más allá de la esperanza electoral: venimos a abrir un camino. Un camino donde sea posible disputar el poder desde otro lugar. Que se pueda hablar con firmeza y con ternura. Que se pueda construir con convicción y preparación sin dejar de conmovernos, sin dejar de cuidar. Venimos a demostrar que la política que hacemos las mujeres es una política para la vida.

Cada elección vuelve a poner sobre la mesa el debate acerca de la paridad y la participación de las mujeres en la política. Y si bien hay avances estructurales y culturales, barreras que caen e ideas añejas que de a poco retroceden, lo cierto es que los factores que determinan la participación efectiva están lejos de resolverse por decreto.

¿Hay paridad? A veces, en el papel, y para los cargos más visibles. Pero la paridad estructural, esa que permita que las niñas crezcan con la misma libertad, estudien con la misma seguridad y avancen con las mismas certezas… para esa falta todavía.

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Hemos construido un sentido común que ya no acepta violencias y exclusiones que eran habituales para nuestras madres y abuelas. Pero la vida sigue, y la seguimos sosteniendo las mujeres: seguimos cargando de manera desigual con la crianza y la casa, y sosteniendo materialmente las estructuras que permiten que todo lo demás funcione.

Participar en política, como mujer y desde el mundo popular, es visibilizar un conjunto de inequidades profundas, que determinan materialmente las condiciones de participación que la paridad formal sólo ofrece, pero no asegura. Las mujeres del mundo popular opinamos, lideramos y participamos, pero llegamos a la casa a lavar la loza. Resolvemos, tomamos decisiones y construimos organización, pero con los niños a cuestas, criados entre reuniones y talleres de formación.

Las mujeres hemos sido históricamente una amenaza para la política elitaria. No tenemos el lujo de la abstracción ni podemos hacer una política que solo aplica al estándar masculino, blanco, adulto. Con nosotras vienen los niños, los viejos, los enfermos. Nuestra política es transformadora y es colectiva, porque no podemos hacerla sólo para nosotras mismas.

Se habla de la masculinización de la política, pero esta no implica sólo el abandono de debates sustantivos. También el retroceso de una comprensión más integral de la vida política, una que debe incluir las preocupaciones y las responsabilidades con que cargan las mujeres sin exigirles que dejen de maternar y de cuidar.

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Una política que entienda que cuando entramos las mujeres, entramos todos aquellos que no tenemos a otros que nos organicen la vida, nos planchen la camisa o se acuerden de comprar el pan.

Cuando las mujeres del mundo popular hacemos política, ponemos la vida en el centro. Cuando hablamos de seguridad, hablamos de nuestras madres y de nuestras hijas. Cuando hablamos de salario vital, hablamos de nuestras vecinas que tienen que parar la olla solas.

Por eso, cuando vemos una candidatura como la de Jeannette Jara, algo se nos remueve. Porque en su historia hay un espejo: el de la vida hecha a pulso, el de la experiencia de haber sido parte de ese Chile que se levanta temprano y llega tarde a casa, que pasa a comprar después de la pega y se acuerda de los cumpleaños y los materiales escolares.

Pero lo que hoy nos convoca va más allá de la esperanza electoral: venimos a abrir un camino. Un camino donde sea posible disputar el poder desde otro lugar. Que se pueda hablar con firmeza y con ternura. Que se pueda construir con convicción y preparación sin dejar de conmovernos, sin dejar de cuidar. Venimos a demostrar que la política que hacemos las mujeres es una política para la vida.

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