
El invierno que mata: Una hoja de ruta para limpiar el aire de las ciudades del sur
La mala calidad del aire por alta concentración de material particulado respirable es significativamente más severa en las regiones del centro-sur y sur del país que en Santiago. Esta realidad se evidencia tanto en los registros horarios de la red SINCA como en la experiencia cotidiana de caminar por cualquier calle a las 8 de la noche durante los días de invierno en las ciudades del centro-sur y sur de Chile.
El impacto de respirar humo trasciende la mortalidad anticipada y el ausentismo laboral por enfermedad. La evidencia científica documenta que deteriora el potencial cognitivo de largo plazo en bebés y niños, configurando un problema de salud pública de múltiples dimensiones.
Lamentablemente, no se ha reconocido abiertamente que la reducción de la concentración de material particulado respirable en los inviernos de las ciudades sureñas de Chile ha alcanzado sus límites. En el escenario actual de "business as usual", la calidad del aire se mantendrá por décadas por encima de las recomendaciones sanitarias nacionales e internacionales.
Si hacemos honor al artículo 19 número 8 de la Constitución Política, que consagra el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, debería emprenderse cuanto antes una solución integral a este problema.
Así como el país se comprometió a sustituir para 2050 la generación eléctrica mediante centrales termoeléctricas a carbón mineral, resultaría sensato emprender en un plazo similar la sustitución completa de la calefacción a base de leña por calefacción basada en pellets de biomasa. Esta sería una opción ganar-ganar, pues la biomasa bien gestionada es carbono neutral, competitiva en costos, generadora empleo para miles de personas, generadora de tributos y muy poco contaminante.
En tiempos electorales como los actuales, existe la oportunidad de plasmar un compromiso nacional que materialice el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación. Se trata de emprender una sustitución gradual mediante un programa concreto de logros para los próximos 25 años. Entre las acciones iniciales deberían considerarse sincerar los factores de emisión operacionales de los sistemas de combustión de leña certificados actualmente, estableciendo parámetros más rigurosos y realistas.
También resulta fundamental aumentar decididamente las exigencias de aislación térmica de nuevas viviendas para alcanzar valores acordes con los de países desarrollados, por ejemplo, una demanda energética invernal en el rango de 50 a 70 W/m² como máximo.
Asimismo, es necesario incrementar los incentivos a la aislación térmica en viviendas ya construidas para lograr por ejemplo una demanda energética que no supere los 100 W/m² en todo el parque nacional de viviendas.
Paralelamente, se debe desarrollar un programa de sustitución escalonada en los próximos 25 años del uso de leña para reemplazarla por pellets de biomasa, acompañando este programa de sustitución con incentivos públicos a la investigación y desarrollo tecnológico de sistemas de combustión basados en biomasa con bajas emisiones.
La implementación de un programa de este tipo no sólo representaría un avance hacia el cumplimiento de nuestros compromisos constitucionales y ambientales, sino que también constituiría una inversión estratégica en la salud pública, en el desarrollo económico sostenible y en la competitividad energética del país.