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Democracia en riesgo: Polarización y fragmentación política de cara a las presidenciales 2025
Fotos: Agencia Uno

Democracia en riesgo: Polarización y fragmentación política de cara a las presidenciales 2025

Por: Maximiliano Echeverría Bertolone | 21.07.2025
La estrategia electoral actual demoniza al candidato en contraposición, forzando a quienes se encuentran en el medio a optar siempre por “lo menos malo”. Este escenario genera un ambiente donde la política de la confrontación se impone y nos aleja de las tradiciones de diálogo y consenso que alguna vez nos caracterizaron, poniendo en serio riesgo la calidad de la representación democrática y la eficiencia de nuestro Estado.

Chile enfrenta un momento político complejo y decisivo en la antesala de las presidenciales 2025, marcado por una polarización creciente y una fragmentación partidaria que parecen profundizar las divisiones sociales y políticas que ya arrastramos.

La competencia entre la izquierda, liderada por Jeannette Jara desde el Partido Comunista, y por la derecha, con José Antonio Kast como figura central, refleja un país donde el centro político se encuentra debilitado y fragmentado, incapaz de consolidar un espacio que convoque a la mayoría.

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Esta realidad –inquietante al menos– no solo plantea dudas sobre la estabilidad de la gobernabilidad futura, sino que también invita a una reflexión profunda sobre el estado de nuestra democracia y la convivencia social. La polarización en Chile hoy no se limita a diferencias ideológicas tradicionales, sino que se expresa en una polarización afectiva, donde las emociones y percepciones sobre los líderes y partidos políticos juegan un papel crucial.

La ciudadanía, la gente, percibe una brecha cada vez mayor entre las élites y el resto de la población, alimentando un sentimiento populista que puede abrir la puerta a discursos y proyectos políticos autoritarios, como ha ocurrido en otros países del mundo.

Además, esta división se traduce en posturas extremas y un rechazo vehemente hacia el adversario político, lo que dificulta el diálogo y la construcción de acuerdos necesarios para avanzar en nuevas y mejores políticas públicas y reformas estructurales.

En este contexto, la fragmentación del centro político es especialmente preocupante. Aunque existe un espacio potencial para una opción moderada, está muy dividido y carece de un discurso común que pueda competir con la fuerza que hoy se ve desde los extremos.

La estrategia electoral actual demoniza al candidato en contraposición, forzando a quienes se encuentran en el medio a optar siempre por “lo menos malo”. Este escenario genera un ambiente donde la política de la confrontación se impone y nos aleja de las tradiciones de diálogo y consenso que alguna vez nos caracterizaron, poniendo en serio riesgo la calidad de la representación democrática y la eficiencia de nuestro Estado.

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Pese a esto y siendo conscientes y yendo más allá del “diagnóstico”, es necesario adoptar una postura que se plantee más humilde y reflexiva. La polarización y fragmentación pueden ser también una señal de que nuestra sociedad demanda nuevas formas de participación y representación en la arena política, que reflejen mejor y en mayor medida su propia diversidad y aspiraciones.

Especialmente a nosotros, la historia nos ha enseñado que la democracia no es un estado estático, sino un proceso dinámico que requiere de la voluntad constante de generar diálogo, reconocimiento mutuo y búsqueda de mínimos comunes.

Aquí vemos con claridad que el desafío no es solo electoral, sino cultural y social: debemos construir puentes en medio de esta diversidad, tenemos que entender al otro sin prejuicios y el Estado tiene que fortalecer sus instituciones para que sean capaces de responder con eficacia y justicia a las necesidades dinámicas del hoy de la ciudadanía.

Las elecciones de 2025 serán un momento crucial por la oportunidad que tenemos las chilenas y chilenos de decidir qué tipo de país queremos seguir construyendo. Necesariamente debemos evitar caer en la trampa de la polarización como un juego de suma cero y debemos volcarnos a fomentar un estadio político que, aunque firme en nuestras convicciones, sea capaz de abrir espacios para el encuentro y la cooperación, poniendo el foco en lo social y humano que hemos extraviado en el camino.

Como sociedad debemos aprender a valorar la diversidad de opiniones como una riqueza y no como una amenaza constante y debemos aplicar el principio de que, la política, en su mejor expresión, es el arte de convivir con las diferencias y buscar soluciones comunes para nuestra sociedad.

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