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La historia también es nuestra
Agencia Uno

La historia también es nuestra

Por: Libertad Vidal Cubillos | 19.06.2025
En muchas y muchos de nosotros habita una rebeldía profunda, nacida del dolor, de la injusticia y de la necesidad de cambiar las cosas. Una rebeldía que se forjó desde distintos lugares, pero que hoy elegimos poner al servicio de una vida más justa. No vamos a pasar por esta vida sin hacer algo, sin mirar nuestra historia, sin mirar a nuestras familias. No podemos ser indiferentes.

Chile ha ido avanzando, pero no como lo imaginamos. Las mentiras lograron llegar a muchas personas, las cautivaron y sembraron rabia contra quienes exigimos más dignidad para todos. Aun así, se han producido avances progresistas en estos años. Pero es más fácil no reconocerlos, para seguir instalando la idea de un Chile que no existe, un país que se cae a pedazos.

La verdad es que muchos no quieren cambios estructurales, sino solo parches. Y aún hay quienes no logran ver -o no quieren ver- la realidad profunda de este país.

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Hay dolores, aún hay niños y niñas bailando solos en la oscuridad bajo el alero de un narcotraficante. Aún hay quienes patean piedras sintiendo que no hay opciones para surgir. Aún hay niños viviendo en las calles o en un hogar de menores, sin recibir un abrazo en las noches.

Aún hay madres que deben escoger entre quedarse con sus hijos o salir a trabajar para darles de comer. Aún hay mujeres que viven violencia económica o de todo tipo en silencio, porque "así debe ser". Aún hay mujeres que, solo por serlo, deben hacerse cargo de la casa, de "Dios, patria y familia".

Aún creen que no podemos tomar decisiones, pero somos poderosas -aunque muchas aún no lo sepan- y cada día se alzarán más voces para decirlo. Aunque nos digan que no estamos capacitadas, recuerden: somos poderosas, y solo exigimos ser reconocidas como personas con derecho a decidir sobre nuestras vidas.

Aún hay adultos mayores en la fila del pan que deben escoger si comprar uno o dos, disimulando que no tienen hambre porque no alcanza. En los días de frío, se acuestan temprano porque no tienen cómo pagar la parafina. Muchos viven sin nadie con quien conversar, relegados por una sociedad que los invisibiliza. Solo piden dignidad. Y aunque algunos creen que no vemos esas realidades, lo cierto es que las vivimos muy de cerca. No las olvidamos.

Somos frenteamplistas de distintas generaciones. Algunas y algunos compartimos generación con quienes hoy nos critican, pero decidimos actuar distinto: organizarnos y empujar transformaciones desde adentro. Otros y otras somos la generación siguiente, la que creció con las consecuencias de la dictadura y una democracia que nos fue alejando del tejido social.

Nos tocó enfrentar el acceso limitado a la educación superior, la deuda, la exclusión y la naturalización de la desigualdad. Y todo ese aprendizaje, aunque duro, nos ha enseñado también que no basta con resistir: tenemos que imaginar y construir un Chile distinto, uno más justo, más humano, pensado no solo para resolver lo urgente, sino también para asegurar dignidad a las generaciones que vienen.

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Intentaron arrebatarnos la posibilidad de vivir con sentido, de sentir, de exigir algo más allá de una rutina impuesta. Nos reprimieron en nombre de una normalidad que decía que con tener un gobierno democrático ya era suficiente. Pero no basta.

Algunos creen que la violencia es el camino. Que deberíamos tener armas en la casa en vez de comida. Miedo en lugar de amor. Que nuestra vida vale más que la del otro. Pero cuando dejamos de considerar al otro como parte de una sociedad, cuando el individualismo se vuelve la norma y perdemos lo humano, nace el gatillo fácil. Desde cualquier lugar.

¿Que no queremos a Chile? Lo amamos profundamente, con todo el dolor que nos provoca día a día. Si hay que salir a las calles para exigir cambios, lo haremos. Si hay que llegar a acuerdos, también lo haremos. Porque cada pequeño avance que vaya en beneficio de quienes más lo necesitan, es invaluable. Pero eso no significa que vamos a quedarnos tranquilos. No lo haremos, hasta conseguir un Chile con dignidad.

En muchas y muchos de nosotros habita una rebeldía profunda, nacida del dolor, de la injusticia y de la necesidad de cambiar las cosas. Una rebeldía que se forjó desde distintos lugares, pero que hoy elegimos poner al servicio de una vida más justa.

No vamos a pasar por esta vida sin hacer algo, sin mirar nuestra historia, sin mirar a nuestras familias. No podemos ser indiferentes. Hemos puesto nuestra vida, nuestras ideas y nuestras manos a disposición para transformar, aunque sea un grano de arena a este Chile.

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