
Jeannette Jara: Tiende puentes donde otros levantan muros
A más de tres años del inicio del gobierno de Gabriel Boric, y tras dos fracasos constitucionales que marcaron a fuego el ánimo nacional, una parte importante del país -en especial desde la izquierda- se siente huérfana. No porque haya abandonado sus ideales, sino porque ha perdido la fe en los canales que se prometieron transformadores.
Hoy, esa ciudadanía descreída no busca ser redimida ni guiada por el recuerdo del pasado: lo que necesita es reconocimiento. Una voz que no prometa más de lo que puede cumplir, que no transforme cada elección en una épica, ni cada diferencia en una trinchera.
En ese escenario, ha emergido una figura con fuerza propia: Jeannette Jara. No porque sea una outsider, ni porque acuda a recursos comunicacionales sofisticados. Convoca porque representa, porque es reconocible. Mujer trabajadora, de origen popular, con trayectoria concreta en la gestión pública, que no necesita levantar la voz ni polarizar para ser vista como una figura capaz de encabezar un proceso. Su liderazgo no se impone, se construye. Y lo hace con convicciones claras, con una emocionalidad sincera, con gestos que conectan.
En el reciente debate televisado -donde me tocó acompañarla y ver de cerca el intercambio de ideas- esto quedó aún más claro. Jara no solo evitó las polémicas estériles, sino que instaló temas sustantivos y evitó las trampas en la que tantos otros han caído: el juego de la nostalgia, la autocrítica sin rumbo, o el afán de posicionarse como oposición del propio sector.
Jeannette reivindicó avances del pasado sin quedar presa de él. Reconoció errores sin hacer de eso un show. Y, sobre todo, mostró una comprensión lúcida de lo que Chile necesita para el futuro: acuerdos, transformaciones concretas, voluntad de diálogo sin abandonar los principios.
No dedicó su tiempo a desgarrar al gobierno, ni a renegar del pasado, ni a teorizar sobre las fracturas internas de la izquierda. Fue justa al señalar cómo la oposición -en más de una ocasión- ha obstruido reformas urgentes, dificultando una agenda social que sigue siendo indispensable. Pero no se quedó en la denuncia: propuso, explicó, avanzó. Reforzó una idea central que ha guiado su trayectoria: para transformar, hay que construir. Y para construir, hay que dialogar.
Ese fue el principio que la guió como ministra del Trabajo, cuando impulsó una reforma de pensiones que, sin ser la revolución prometida, ni la reforma que nos hubiese gustado, permitió avances concretos: hasta ahora, más de un millón de personas han visto mejoradas sus pensiones.
Porque sabe que, mientras no exista una mayoría parlamentaria que permita reformas más profundas, los avances deben concretarse igual. No por resignación, sino por responsabilidad. No por cálculo, sino por compromiso con lo urgente.
En el debate, enfrentó preguntas difíciles con templanza. No evadió hablar de temas complejos, ni trató de congraciarse con todos. Mostró firmeza en señalar que su proyecto no busca replicar modelos extranjeros, sino consolidar un camino propio: chileno, democrático, social. Esa claridad no se imposta, se cultiva. Y cuando aparece, se reconoce.
Hoy, cuando la política parece alejada de la vida cotidiana, cuando muchos votantes no saben si participar en las primarias o no, Jeannette Jara se perfila como la única capaz de conectar con una ciudadanía que no busca redentores ni biografías épicas, sino alguien que diga la verdad, que escuche, que haga. Alguien que devuelva el reflejo de una vida posible.
Este 29 de junio, no solo se elige una candidatura. Se define qué tipo de proyecto transformador queremos construir, uno que se pierde en cálculos, nostalgias o peleas internas, o uno que vuelva a poner en el centro lo que realmente importa: trabajo, seguridad social, redistribución justa, crecimiento con sentido.
Jeannette Jara ha demostrado que ese proyecto no solo es posible. Es necesario. Y ella ha mostrado tener el carisma y el liderazgo que puede, por fin, convocar a muchos más.