
“La Patagonia es el último gran refugio climático para los bosques submarinos en el mundo”, alerta científico científico marino
Mauricio Palacios es doctor en Biología Marina de la Universidad Austral de Chile y su principal área de estudio son las macroalgas. Particularmente, los bosques de kelp subantárticos. En los últimos años se ha enfocado en tratar de comprender los flujos de carbono dentro de estos ecosistemas, enmarcado en el concepto de "carbono azul", estudiando cómo éstos contribuyen a mitigar la crisis climática actual.
En entrevista para la campaña Salvemos la Patagonia, plantea la urgencia de proteger tales ecosistemas marinos, detallando que la Patagonia alberga el 33% de todos los bosques de kelp del mundo. Sin embargo, menos del 1 % está bajo protección efectiva.
¿Por qué los bosques de kelp en la Patagonia son tan importantes para el equilibrio ecológico y climático del planeta?
Los términos "bosque azul y carbono azul" se asocian a ecosistemas marinos que capturan y almacenan carbono, como los manglares, los pastos marinos y las marismas. Aunque se mencionan menos los bosques de algas, como los de kelp, cada vez hay más evidencia de que también son grandes sumideros de carbono muy relevantes. Éstos no sólo capturan carbono, sino que también alimentan la red trófica marina, proveen refugio y cumplen funciones ecosistémicas fundamentales.
La Patagonia juega un rol crítico en este contexto. En muchas otras partes del mundo, como Australia, Nueva Zelanda y California, los bosques de kelp han sufrido enormes declives debido a eventos de aguas cálidas más frecuentes e intensos, producto del cambio climático. Pero en la Patagonia ocurre un fenómeno singular: el retroceso glaciar está liberando grandes cantidades de agua fría que ingresan al sistema marino, funcionando como una especie de amortiguador frente al calentamiento. Esto permite que los bosques de kelp sigan existiendo con relativa estabilidad, incluso expandiéndose en algunas zonas.
¿Cuál es el estado actual de estos bosques y por qué se considera que la Patagonia es un refugio climático?
Gracias a su adaptabilidad y a ciertas condiciones únicas de la Patagonia, los bosques de kelp se han mantenido aquí por ciento de años. En un artículo de autoría de la doctora Alejandra Mora comparamos las observaciones de Darwin hechas entre 1834 y 1836 con la situación actual, y los bosques están en los mismos lugares, con las mismas dimensiones. Esto confirma su resiliencia y refuerza la idea de que la Patagonia es hoy el gran refugio climático para estos ecosistemas a nivel mundial. Esa condición también les permite cumplir un rol esencial frente a la crisis de biodiversidad marina.
Frente a este escenario, ¿qué rol cree que deben tener la ciencia y los Estados para proteger estos ecosistemas?
La ciencia debe identificar los vacíos de información y generar datos actualizados. Hay regiones, como Aysén, donde los últimos estudios sobre bosques de algas datan de los años 70. Es fundamental conocer cuál es su función real en la estructura ecológica y el flujo de carbono. Pero más allá de levantar información, la ciencia debe aprender a traducirla para que los tomadores de decisión la entiendan y utilicen. Esa transferencia hoy está fallando.
Y por parte de los Estados, se necesita avanzar más allá de medidas administrativas. Por ejemplo, en Magallanes se estableció una veda del huiro solicitada por los propios pescadores, que fue renovada por diez años, siendo un hito muy importante. Pero es una medida sujeta a decisiones políticas. Lo ideal sería avanzar hacia figuras de conservación más permanentes, como monumentos naturales. También urge que los planes de manejo de las áreas marinas protegidas se pongan en práctica y no sigan siendo "áreas de papel".
Hoy en Chile existen 408 concesiones salmoneras en áreas protegidas, desde esta perspectiva, ¿la industria salmonera representa una amenaza real para los bosques marinos?
Sí, hoy existen amenazas claras: el cambio climático, la contaminación por plástico y también la salmonicultura. Esta industria se instala en zonas costeras, donde están los bosques de kelp. Los residuos y nutrientes que genera pueden alterar el equilibrio del ecosistema. A veces se ha planteado que las algas podrían absorber esos contaminantes, pero eso tiene un límite. No hay evidencia, por ejemplo, de que puedan bioacumular antibióticos.
Queremos investigar más a fondo si la salmonicultura ha cambiado la distribución de los bosques en ciertas zonas, como el sur de Magallanes. Lo que está claro es que en áreas marinas protegidas no son compatibles con industrias de alto impacto como la salmonera. Que estas empresas quieran usar cultivos de algas para mitigar sus efectos es parte del llamado greenwashing.
Finalmente, ¿qué papel pueden desempeñar las comunidades locales en la protección marina?
Un rol fundamental. El caso de los pescadores artesanales en Magallanes con la veda del huiro, para proteger la centolla y otras especies clave, es ejemplar. Pero aún falta mayor vinculación entre las comunidades y las áreas protegidas. Muchas están alejadas de los centros habitados, lo que dificulta generar un sentido de pertenencia. Ojalá se logre avanzar con el Parque Nacional Cabo Froward, que podría ser una área cercana y accesible.
También necesitamos modelos de co-gestión y educación ambiental que involucren a las comunidades en la toma de decisiones. Y, sobre todo, es clave empezar a entender estas áreas marinas como sumideros de carbono a nivel global. Desde Rewilding estamos trabajando con una red internacional de investigadores para estudiar cuánto carbono capturan, asimilan y exportan estos bosques. La Patagonia podría ser uno de los grandes hotspots de carbono azul del planeta.