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¿Un megapuerto para el 2036 en plena crisis climática?
Agencia Uno

¿Un megapuerto para el 2036 en plena crisis climática?

Por: Ana Laura Galarza | 11.06.2025
La idea no es oponerse al desarrollo portuario per se. Lo que cuestionamos es el tipo de desarrollo que estamos priorizando, uno que compromete ecosistemas, posterga urgencias sociales y apuesta a un futuro incierto, en vez de responder a las necesidades reales del país que ya somos, y el que podemos ser, si nos atrevemos a cambiar de rumbo.

Chile se enfrenta hoy a un punto de inflexión. En medio de una crisis climática sin precedentes, con tornados insólitos, con sequías estructurales, pérdida acelerada de biodiversidad, crisis de agua y múltiples conflictos socioambientales, desde diversos medios de comunicación se anuncia con fuerza y dudoso optimismo la construcción del Megapuerto en San Antonio, un proyecto de infraestructura que costará más de 2.000 millones de dólares y que recién comenzaría a operar en 2036.

Nos preguntamos: ¿es esta realmente una prioridad nacional? ¿Será que Chile no tiene otros problemas que solucionar?

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La inversión pública de esta magnitud no es neutra. Cada peso que se destina a una obra de este tipo es un peso que no se destina a soluciones realmente urgentes: acceso equitativo al agua, restauración de ecosistemas, salud mental comunitaria, educación pública, movilidad sustentable, o adaptación ecológica territorial, y claro bienestar.

El megapuerto se sostiene en un modelo económico que ha mostrado signos claros de agotamiento: la extracción intensiva de recursos para la exportación, la concentración de infraestructura en torno al centro del país y una fe desmedida en que la globalización comercial seguirá expandiéndose linealmente, apostando todo a una industria del transporte carbono dependiente. Todo esto en un contexto internacional donde las rutas marítimas están siendo reconfiguradas por conflictos geopolíticos, riesgos climáticos y nuevas formas de regionalismo económico.

¿No sería más sensato invertir en una transición justa, resiliente y descentralizada? ¿En fortalecer economías locales, infraestructuras verdes, energías limpias comunitarias a escala y proyectos de bienestar social que comiencen a dar frutos hoy, y no en 11 o quizá 20 inciertos años más?

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La idea no es oponerse al desarrollo portuario per se. Lo que cuestionamos es el tipo de desarrollo que estamos priorizando, uno que compromete ecosistemas, posterga urgencias sociales y apuesta a un futuro incierto, en vez de responder a las necesidades reales del país que ya somos, y el que podemos ser, si nos atrevemos a cambiar de rumbo.

Por esto, hacemos un llamado a revaluar públicamente la pertinencia del Megapuerto en elactual contexto ecológico y político, en consideración de la contundencia de los datos científicos como el reciente anuncio de la Convención Mundial del Clima (CMC) de que alcanzaremos el punto de no retorno de +1,5 °C de aumento global en sólo cinco años obliga a un cambio radical en nuestras decisiones estructurales.

Exigimos transparencia y participación ciudadana real en la toma de decisiones territoriales, sin persecuciones, y priorizar inversiones que construyan un país más justo, descentralizado y preparado para un emergencia climática sin precedentes.

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