Súmate a nuestro canal en: WhatsApp
Te dicen que no hay apartheid, déjame mostrarte unas cuantas cosas (A 77 años de la Nakba)
Agencia Uno

Te dicen que no hay apartheid, déjame mostrarte unas cuantas cosas (A 77 años de la Nakba)

Por: Valeria Apara Hizmeri | 15.05.2025
Cuando conmemoramos la Nakba, no hablamos solo de 1948. Denunciamos lo que sigue ocurriendo en 2025. No recordamos un pasado terminado. Nombramos un presente que muchos prefieren ignorar. Por eso, quien quiera saber, que mire. Y quien mire, no podrá decir que no lo sabía.

Cada 15 de mayo, el pueblo palestino conmemora la Nakba, la catástrofe que marcó el inicio del despojo, el exilio y la ocupación de Palestina en 1948. Pero esa catástrofe no terminó con la fundación del Estado de Israel, continúa hasta hoy.

La Nakba y su legado se manifiesta no solo en las bombas que caen sobre Gaza, sino también en prácticas cotidianas que, por su normalización, muchas veces pasan desapercibidas pero que, cuando se revelan, impactan.

[Te puede interesar] ISP alerta ante riesgos por uso de ibuprofeno: Podría provocar Síndrome de Stevens-Johnson y hasta necrólisis

Nos dicen que en Palestina no hay apartheid, que esa palabra es una exageración. Pero basta observar con un poco de atención para ver que lo que ocurre en Palestina no solo califica como apartheid según el derecho internacional, sino que reproduce -y en muchos aspectos supera- al modelo de segregación que existió en Sudáfrica.

De hecho, líderes como Nelson Mandela y Desmond Tutu lo entendieron así. Mandela dijo que su libertad estaría incompleta sin la libertad del pueblo palestino, y Tutu fue aún más contundente: lo que vio en Palestina, afirmó, era peor que lo que vivió bajo el régimen sudafricano.

Entonces, ¿cómo se ve ese apartheid en la práctica?

En Cisjordania hay carreteras exclusivas para colonos israelíes. La ruta 4370, por ejemplo, está dividida por un muro en el centro: de un lado, circulan colonos; del otro, palestinos. Hay calles enteras en las que los palestinos tienen prohibido transitar, incluso en ciudades como Hebrón, donde la población originaria ha sido confinada a callejones, mientras los colonos ocupan los ejes principales.

En Cisjordania, los vehículos palestinos llevan patentes de color distinto a los de los colonos, lo que determina si pueden o no acceder a ciertas rutas o cruzar determinados puestos de control. Lo mismo ocurre con los documentos de identidad, diferenciados para quienes viven en Gaza, Cisjordania o Jerusalén Este. Esa clasificación define qué derechos tienes, a dónde puedes ir y qué permisos necesitas para moverte.

El agua también está segregada. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un ser humano necesita como mínimo 100 litros diarios. En Cisjordania, los palestinos reciben apenas 50. Mientras tanto, los colonos israelíes que viven en el mismo territorio, pero bajo otra legislación, consumen más de 300 litros diarios por persona.

También existen más de 500 checkpoints militares dentro de Cisjordania. No están en las fronteras –como el sionismo pretende instalar-, sino en medio del territorio palestino. Un trayecto de 10 kilómetros puede convertirse en una espera de horas. No se trata de seguridad: se trata de control y fragmentación.

En los sitios sagrados, como la Mezquita de Al-Aqsa, un palestino necesita un permiso especial para rezar. A menudo, ni siquiera eso basta. En fechas religiosas, los accesos son bloqueados por el ejército. La libertad de culto es, en la práctica, un privilegio concedido por la potencia ocupante.

[Te puede interesar] Myriam Hernández sincera su opinión sobre el estallido social: “Era necesario, la cosa no daba para más”

Portarla, desplegarla o incluso vestir con sus colores puede ser motivo de arresto. En Jerusalén, incluso los funerales han sido reprimidos por mostrarla. Así ocurrió con el de la periodista Shireen Abu Akleh, asesinada por Israel en Jenin en 2022, cuyo ataúd fue brutalmente atacado por la policía mientras era acompañado por una multitud enarbolando banderas palestinas. Hasta el duelo, en Palestina, está bajo ocupación.

En el ámbito legal, la segregación es explícita: un colono israelí que comete un delito en Cisjordania será juzgado por un tribunal civil israelí, con todas las garantías del debido proceso. Un palestino, por el mismo delito y en la misma tierra, será juzgado por un tribunal militar, bajo leyes de excepción. Dos sistemas de justicia para dos pueblos distintos en el mismo territorio. ¿Cómo se llama eso, si no apartheid?

La apropiación territorial también es parte del régimen. Israel utiliza hoy el 62% del territorio de Cisjordania bajo distintas figuras administrativas, incluidas zonas militares, reservas naturales ficticias y asentamientos ilegales. Más de 750.000 colonos israelíes viven hoy en estas áreas, expandiéndose a costa del desplazamiento forzado de comunidades palestinas.

Incluso el deporte se convierte en herramienta de normalización. Nueve equipos israelíes juegan en la liga nacional desde asentamientos ubicados en territorio palestino ocupado, en violación del derecho internacional y de los propios estatutos de la FIFA, que prohíben que clubes operen en zonas pertenecientes a otra federación sin consentimiento. Pero se juega igual, y se transmite igual, como si nada.

En Gaza, la situación es aún más extrema: sin aeropuerto, sin puerto, sin posibilidad de libre circulación. Israel controla no solo el espacio aéreo y marítimo, sino incluso las frecuencias de telecomunicaciones e internet. Decide qué entra y qué sale. Y con ello, qué se construye y qué se destruye.

Esto no es un conflicto entre iguales, es un régimen de ocupación, control y supremacía sobre un pueblo. Un apartheid en el sentido jurídico, político y cotidiano. Y, sin embargo, quienes viven bajo él no se rinden. Enseñan árabe en los campos de refugiados, documentan con sus celulares lo que el mundo no quiere ver, cuidan olivos frente a los colonos. Se niegan a olvidar.

Por eso, cuando conmemoramos la Nakba, no hablamos solo de 1948. Denunciamos lo que sigue ocurriendo en 2025. No recordamos un pasado terminado. Nombramos un presente que muchos prefieren ignorar.

Quien quiera saber, que mire. Y quien mire, no podrá decir que no lo sabía.

[Te puede interesar] "Las grandes empresas eluden el 46% de los impuestos": Presidente de la Comisión de Hacienda sobre responsabilidad fiscal