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Ignorantes por diseño: El negocio de mantenernos desinformados y asustados
Agencia Uno

Ignorantes por diseño: El negocio de mantenernos desinformados y asustados

Por: Marcelo Trivelli | 03.05.2025
Necesitamos una transformación profunda que no solo modernice el sistema escolar, sino que democratice el acceso a información veraz y confiable. Esto implica educar para la ciudadanía digital, garantizar medios libres del control económico y exigir que las plataformas tecnológicas dejen de lucrar con el engaño. La alfabetización científica, mediática y digital no es un lujo: es una urgencia democrática.

La mitad de la población chilena no comprende lo que lee. En pleno siglo XXI enfrentamos los mismos desafíos que hace cien años. Durante la discusión de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, hubo parlamentarios que se oponían alegando que no valía la pena enseñar a leer a quienes no tenían futuro. Esa frase, hoy escandalosa, sigue tan viva como entonces.

Con escaso pudor, muchos se rasgan las vestiduras por la calidad de la educación, pero cuando llega la hora de hacer los cambios y poner los recursos sobre la mesa, todos miran para el lado. Prefieren enfocar sus discursos en promover el miedo y los prejuicios, presentándose como salvadores del pueblo, mientras abandonan el verdadero camino hacia el desarrollo: una educación integral y transformadora.

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Japón, Corea del Sur y Singapur eran más pobres que Chile hace setenta años. Hoy nos superan ampliamente gracias a una política decidida por la educación, entendida como transmisión de contenidos y como formación en convivencia, pensamiento crítico y confianza en el propio futuro.

Chile sigue siendo una sociedad de clases. Quienes concentran el poder no tienen interés en democratizarla. Mientras más ignorante es un pueblo, más fácil resulta hacer negocios fáciles, gobernar con mano dura y eludir la rendición de cuentas. La ignorancia no solo se tolera: se cultiva.

La ignorancia hoy se cultiva en los noticieros, en las pantallas, en los algoritmos. Los medios de comunicación y las redes sociales no les interesa la verdad ni la buena convivencia, solo se mueven por utilidades. Para ellos lo que importa es el clic, la reacción, el flujo de datos monetizables y los contratos publicitarios. En ese ecosistema, las fake news se viralizan con facilidad, y la farándula política reemplaza al debate con contenido.

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La buena convivencia es la base del progreso social y político; la ciencia, la base del desarrollo económico. Ambas se nutren del mismo sustrato: dominio de materias fundamentales, pensamiento crítico, cultura de la innovación y capacidad para adaptarse y cuestionar lo establecido. Pero la transformación cultural que necesitamos choca de frente con quienes han hecho del privilegio su hábitat natural.

Por eso la educación y los medios de comunicación se han convertido en terrenos de disputa ideológica. La escuela se degrada en pruebas intrascendentes, docentes sobrecargados y promesas incumplidas. Los medios, intocados bajo el pretexto de independencia, reproducen discursos huecos, sin responsabilidad editorial ni vocación pública.

Necesitamos una transformación profunda que no solo modernice el sistema escolar, sino que democratice el acceso a información veraz y confiable. Esto implica educar para la ciudadanía digital, garantizar medios libres del control económico y exigir que las plataformas tecnológicas dejen de lucrar con el engaño. La alfabetización científica, mediática y digital no es un lujo: es una urgencia democrática.

Porque si no cambiamos el modelo, seguiremos siendo -por diseño- ignorantes funcionales a un sistema que solo necesita obediencia y no conciencia.

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