
El trabajo invisible
Cada primero de mayo se reconoce el valor del trabajo como motor de la producción, desarrollo y la cohesión social. Sin embargo, hay un tipo de trabajo que históricamente ha sido invisible en estas conmemoraciones: el trabajo de cuidar.
En Chile, más de un millón de personas se dedican a labores de cuidado no remunerado. De ellas, el 86% son mujeres. Son quienes, sin límite de horario ni salario, sostienen la vida de otros y, en esa tarea, sostienen también el funcionamiento del país.
Las personas cuidadoras son una fuerza laboral gigantesca, indispensable, pero que históricamente ha sido invisible. Si valoráramos este trabajo en términos económicos, los cuidados representarían el 25,6% del PIB Ampliado nacional, según datos del Banco Central. Eso es una proporción mayor que sectores como la minería o el sector financiero.
Reconocer los cuidados como trabajo es un imperativo ético, social y económico. Y no solo reconocerlos: es necesario que el Estado asuma la responsabilidad de gestionar la crisis de cuidados. Para ello, se requiere aumentar la cobertura y calidad de los servicios de cuidado, consolidar la institucionalidad que consagre los cuidados como un derecho. La valoración de los cuidados debe ser acompañada de su comprensión como una responsabilidad colectiva.
En este marco, como Gobierno hemos dado pasos importantes para hacernos cargo de la parte que le corresponde al Estado. La creación del Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados, Chile Cuida, constituye un cambio profundo en nuestra manera de concebir las políticas públicas para hacernos cargo de la crisis de los cuidados, con un particular énfasis en quienes cuidan a personas con dependencia, pero con un horizonte claro de universalidad progresiva.
Además de las políticas concretas, sabemos que el desafío es también cultural. Durante siglos, cuidar se entendió como una extensión "natural" del rol de las mujeres dentro de las familias. Algo que se daba por hecho. Esa visión no solo relegó a millones de personas, sino que perpetuó desigualdades profundas entre hombres y mujeres, entre distintas clases sociales, entre quienes pueden pagar por cuidados y quienes no.
A esto se suma un dato reciente y revelador: según el Censo 2024, el 14% de la población chilena corresponde a personas mayores de 65 años. En 1992, ese porcentaje era de apenas 6,6%. En tres décadas, la proporción se duplicó, constatando una realidad ineludible: Chile está envejeciendo. Y eso hace aún más urgente fortalecer los sistemas de cuidado, garantizar derechos, promover la construcción de redes de apoyo para las familias y comunidades que cuidan.
Por eso, la conmemoración de un nuevo Día del Trabajador y la Trabajadora nos invita a ampliar la mirada. Nos recuerda que cuidar también es trabajar. Que cuidar implica habilidades muy especializadas, tiempo, esfuerzo físico, compromiso emocional, y que merece el mismo reconocimiento que cualquier otra actividad laboral.
Avanzar hacia una sociedad que valore los cuidados como trabajo es avanzar hacia una sociedad más justa. Es reconocer que el bienestar de las personas no se construye solo desde la producción de bienes o servicios, sino, fundamentalmente, desde los cuidados que hacen posibles que millones de chilenos salgan de sus hogares todos los días rumbo a sus trabajos. Porque cuidar es trabajar y todo trabajo, por invisible que parezca, merece dignidad.