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El golpe de timón del Papa Francisco
Agencia Uno

El golpe de timón del Papa Francisco

Por: Marcelo Trivelli | 26.04.2025
Tras su muerte, podemos decir que sí dejó un legado que no se mide por grandes reformas institucionales, sino por un cambio profundo de tono, de lenguaje y de prioridades. En tiempos de crisis de legitimidad global y de avance del conservadurismo, ese giro tiene un valor inmenso.

El Papa Francisco dio un golpe de timón durante su pontificado. No cambió la doctrina de la Iglesia, pero sí cambió la forma en que esa doctrina se transmite y se encarna. Desplazó el centro de gravedad del poder eclesiástico: de las élites doctrinarias del Vaticano hacia los márgenes, los descartados, los olvidados, los migrantes, los pobres.

Su insistencia en “una Iglesia en salida” no fue solo retórica. Predicó con el ejemplo y uso un lenguaje directo: “los pastores tienen que oler a oveja" (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 2013).

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Tras su muerte, podemos decir que sí dejó un legado que no se mide por grandes reformas institucionales, sino por un cambio profundo de tono, de lenguaje y de prioridades. En tiempos de crisis de legitimidad global y de avance del conservadurismo, ese giro tiene un valor inmenso.

Enfrentó con coraje los abusos sexuales de menores y los abusos de conciencia por parte del clero, así como las prácticas de encubrimiento de obispos o superiores que protegieron a sacerdotes abusadores o silenciaron a las víctimas. Delitos que habían sido silenciados por sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, y que Francisco no pudo ni quiso seguir encubriendo.

Escuchó a las víctimas, pidió perdón y en un caso extremo como el chileno, pidió la renuncia a todos los obispos y comenzó procesos de justicia dentro de la misma Iglesia, aunque aún queden muchos pasos pendientes para obtener justicia y sanar de verdad.

Aunque nadie se atreve a decirlo en voz alta o a escribirlo, existen semejanzas entre la sensibilidad del Papa Francisco y la Teología de la Liberación; muchos de sus principios han sido parcialmente reivindicados a través de una fe vivida junto a los excluidos, y una comprensión del Evangelio que interpela las estructuras de injusticia.

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En su exhortación apostólica Evangelli Gaudium dice claramente: “Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca”.

También tuvo el coraje de abordar la crisis ambiental. En su encíclica Laudato Si Francisco denunció con claridad cómo el modelo económico actual destruye el planeta y profundiza las desigualdades: “El sistema económico actual favorece una lógica de descarte que afecta tanto a las personas como al medio ambiente, priorizando el lucro sobre la dignidad humana y el cuidado de la creación.” Fue el primer Papa en poner la casa común y el futuro climático en el centro del mensaje cristiano.

En muchos temas se quedó corto, pero fue capaz de ponerlos en discusión enfrentando feroces resistencias internas de la curia romana, celosa de sus privilegios y fieles a una tradición patriarcal. Los pequeños avances en temas como el rol de la mujer, la inclusión de personas LGBTQ+ o la sinodalidad fueron lentos, ambiguos, a veces contradictorios, pero abrieron espacios antes impensables dejando el camino abierto para reformas más profundas en el futuro.

En vísperas de un nuevo cónclave podemos especular que siendo el 80% de los electores nombrados por el Papa Francisco, el golpe de timón dado durante su pontificado será continuado por su sucesor.

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