
Lo invisible que mueve el mundo: Repensar la movilidad desde la inclusión y la tecnología
Imagina un día en el que los ascensores no existan. No solo tendríamos que subir escaleras: muchas personas simplemente no podrían desplazarse. Nos cuesta pensar en esto porque los ascensores son parte de nuestra rutina diaria, operan de forma silenciosa y eficiente, y muchas veces pasan desapercibidos… hasta que fallan o no están.
En los últimos días, una lamentable situación vivida por una persona con movilidad reducida en una red de transporte subterráneo volvió a recordarnos algo que solemos dar por sentado: la accesibilidad no es un lujo, es un derecho, y cuando ese derecho no se garantiza, no solo se afecta el desplazamiento de una persona, sino que se vulnera su dignidad, su autonomía y seguridad.
Hoy más que nunca necesitamos repensar la movilidad urbana con una mirada centrada en la inclusión. En ese camino, la movilidad vertical -ascensores, escaleras y pasillos móviles- juega un rol clave. Es mucho más que una cuestión de comodidad: es una herramienta de equidad que permite conectar a las personas con oportunidades, educación, trabajo y vida social.
Cada día, más de 2 mil millones de personas en el mundo utilizan nuestros equipos. Esta cifra supera la movilidad diaria de muchos sistemas públicos de transporte o incluso del tráfico aéreo y en un país como Chile, donde -según el Tercer Estudio Nacional de la Discapacidad organizado por SENADIS- más de 3,2 millones de personas viven con algún grado de discapacidad, de las cuales más de 350.000 enfrentan limitaciones severas, los ascensores ya no son una alternativa: son esenciales. Para muchas de estas personas, son la única vía posible de acceso.
Los ascensores ya no solo están en edificios: se han incorporado al sistema de transporte público para facilitar el traslado de quienes más lo necesitan. Este avance implica una enorme responsabilidad: las personas confían en estos equipos para moverse con seguridad. Por eso, la calidad, la innovación y los más altos estándares son fundamentales.
Repensar la movilidad es también apostar por el desarrollo, las ciudades modernas y las que de verdad progresan, son aquellas que no dejan a nadie atrás. Eso implica diseñar espacios accesibles, sostenibles e inteligentes, donde la tecnología esté al servicio de todos. Desde Schindler, creemos que invertir en movilidad vertical es invertir en inclusión, autonomía y futuro. Porque aquello que parece invisible, en realidad, es lo que mueve el mundo.