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Bellolio y Chadwick: La posible corrupción de $36 millones en la Municipalidad de Providencia
Foto: Agencia Uno

Bellolio y Chadwick: La posible corrupción de $36 millones en la Municipalidad de Providencia

Por: Jorge Molina Araneda | 04.07.2025
Lo ocurrido en Providencia con el espectáculo de drones no es un hecho aislado, sino sintomático. Refleja una administración colonizada por tecnócratas con ínfulas de artistas, y por descendientes políticos que llevan apellidos con historia, pero cuyas acciones actuales comprometen el futuro de la gestión pública.

$36.645.455 por 10 minutos de espectáculo aéreo con 350 drones. De acuerdo a CIPER, esa es la cifra que el edil de Providencia, Jaime Bellolio (UDI), autorizó pagar mediante trato directo a la empresa Aprende Drones Spa, el 16 de mayo de 2025, para el aniversario 128 de la comuna.

Aunque parezca una cifra salida de un delirio tecnocrático disfrazado de modernidad festiva, la operación presenta una serie de vicios procedimentales y éticos que incluso autores liberales como Friedrich Hayek habrían considerado una degeneración del mercado y de la función pública.

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Uno de los pilares del sistema democrático es la transparencia administrativa. Sin embargo, en este caso se prescindió de una licitación pública, aun cuando existían otras empresas en el mercado con capacidad técnica y experiencia comprobada.

En palabras de la concejala de Evópoli, Valentina Alarcón, la justificación de la exclusividad de la empresa fue falsa, ya que el registro de la propiedad intelectual del show se realizó recién el 6 de mayo, mientras que el municipio ya había iniciado el proceso de contratación antes de esa fecha.

El filósofo Karl Popper, férreo crítico de los regímenes políticos cerrados, lo habría llamado un acto de ingeniería institucional regresiva: un procedimiento orientado a legitimar una decisión previamente tomada bajo criterios personales, estéticos o, lo que es peor, clientelares.

Durante la sesión del concejo del 13 de mayo, el alcalde Bellolio sostuvo que se optó por trato directo porque no habría habido tiempo de licitar y porque “habríamos tenido que hacer el guion artístico nosotros”.

Lo diría con crudeza Noam Chomsky, esto no es incompetencia, es un diseño comunicacional de la impunidad. Argumentar que no había tiempo para licitar cuando el contacto con la empresa ocurrió en marzo (dos meses antes del registro de derechos de autor y casi tres antes del evento) es una forma de falsear la lógica administrativa con una dosis de cinismo.

Afirmar, además, que el municipio no podía desarrollar un “guion artístico” es aceptar una autoindulgencia gerencial propia de una élite política que no quiere molestarse en cumplir los estándares que exige a los demás.

En este sainete administrativo no podía faltar el hijo del exministro Andrés Chadwick, hoy flamante jefe de producción de Providencia. Andrés Chadwick Costa, en lugar de clarificar la situación, la entorpece con declaraciones ambiguas y defensas de una empresa que finalmente mintió sobre su historial.

La cereza del pastel fue el falso crédito que tanto Bellolio como Chadwick otorgaron a Aprende Drones por los espectáculos de los Juegos Panamericanos y el homenaje a Arturo Prat. Resultó que ambos eventos fueron realizados por otra empresa, DronePix, cuyo gerente general, Mirko Hamamé, no solo desmintió las declaraciones, sino que también envió una carta formal reclamando por la adjudicación arbitraria y la apropiación indebida de autoría.

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¿Qué tipo de administración es esta? Una que, en palabras de Max Weber, cae en el patrimonialismo moderno, es decir, funcionarios que tratan los recursos públicos como si fueran prolongación de sus gustos personales y sus redes sociales. La figura de Chadwick hijo es simbólicamente perturbadora pues el apellido parece operar como un salvoconducto para instalarse en el aparato municipal sin mayores méritos conocidos.

La ley chilena autoriza el trato directo en casos bien delimitados: proveedor único, concurso desierto, emergencia o confidencialidad por interés nacional. Ninguna de estas causales aplica aquí con rigor.

Que en cuestión de horas la empresa entregara planos, normas técnicas y costos detallados denota una negociación previa, opaca y premeditada. El procedimiento tuvo la forma de una tramitación acelerada, no por eficiencia, sino por urgencia política... Que el show no se caiga, pero sí la dignidad institucional.

El contrato final fue firmado el 16 de mayo. El espectáculo se realizó el 31 de mayo. En total, $36.645.455 para un show de 10 minutos. Un costo de $3,6 millones por minuto. Cualquier análisis costo-beneficio que justifique esto está viciado de populismo luminoso y estética electoral.

Para Christopher Lasch, autor de La rebelión de las élites, este tipo de eventos refleja cómo las élites políticas abandonan los principios de gestión responsable para sustituirlos por vacuos gestos simbólicos, diseñados para impresionar superficialmente mientras se descompone la arquitectura institucional.

Lo ocurrido en Providencia con el espectáculo de drones no es un hecho aislado, sino sintomático. Refleja una administración colonizada por tecnócratas con ínfulas de artistas, y por descendientes políticos que llevan apellidos con historia, pero cuyas acciones actuales comprometen el futuro de la gestión pública.

Bellolio y Chadwick encarnan la advertencia de Hannah Arendt respecto de la decadencia del juicio político, el cual se revela cuando los funcionarios dejan de distinguir entre lo que es legal, lo que es legítimo y lo que es justo. En este caso, no hay mucho de legal, nada parece legítimo y mucho menos justo.

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