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Jeannette Jara y la profecía autocumplida: La lógica del pánico
Foto: Agencia Uno

Jeannette Jara y la profecía autocumplida: La lógica del pánico

Por: Catalina Baeza | 03.07.2025
En Chile lo hemos visto en más de una elección. En más de una campaña. Basta una cadena de WhatsApp, un titular malintencionado o un “dato” sin fuente para que se instale una lógica de desconfianza que desarticula el debate democrático. Vivimos en tiempos donde infundir pánico se ha vuelto una herramienta política. Cuando el miedo se administra estratégicamente, la racionalidad se debilita y el tejido social se rompe.

"Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca."

Así termina el breve cuento de Gabriel García Márquez “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, en el que un simple presentimiento -sin pruebas ni evidencias- termina desatando el colapso de toda una comunidad.

Todo comienza con una frase dicha en voz baja, en una casa cualquiera. Una madre amanece con una inquietud. Un malestar: “algo muy grave va a suceder”. Sus hijos se ríen. El día sigue, y esa sensación vaga empieza a recorrer el pueblo como un susurro que cambia de tono en cada oído que lo escucha.

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Lo que era una sospecha se vuelve advertencia; la advertencia, rumor; y el rumor termina incendiando, literalmente, el pueblo. Sin que ocurra algo -ni una tragedia, ni un temblor, ni una noticia- la gente huye, presa de un miedo que el propio sistema social ha generado.

A veces la política imita la ficción. Y cuando una candidata de un partido, que se supone genera miedo con solo ser nombrado, gana unas primarias, se activan las alarmas y los botones de pánico. Desde el domingo pasado -e incluso antes- leo y escucho a personas que hablan con angustia, con temor real, ante la posibilidad de que una mujer comunista llegue a La Moneda.

Mi propósito, al escribir esta columna, no busca descalificar ese miedo, al contrario, mi propósito es legitimarlo y proponer una pausa. Una oportunidad para mirar ese temor como parte de un sistema que, más que informarnos, muchas veces nos organiza en torno al pánico. Lo peligroso no es tener miedo, lo peligroso es actuar colectivamente como si ese miedo fuera inevitable y verdadero. Y al hacerlo, sin querer, podríamos terminar incendiando lo que imaginamos que podría pasar.

Pensar sistémicamente es una forma de observar, analizar e interpretar la realidad centrándose en las relaciones, en lugar de enfocarse en elementos aislados. Es una manera de comprender el mundo en términos de procesos, interdependencias, retroalimentaciones y totalidades, y es una invitación a abandonar la lógica lineal de causa-efecto y asumir una lógica circular y compleja.

Desde esta mirada, el cuento no solo es brillante: es una advertencia. Muestra cómo los sistemas humanos podemos producir exactamente aquello que tememos, no porque haya una causa que lo justifique, sino porque la dinámica relacional lo hace posible. Es un ejemplo claro de cómo un sistema social co-construye la realidad que teme, alimentándose de sus propias señales y reforzándolas.

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La teoría de la comunicación, especialmente desde la escuela de Palo Alto, nos recuerda que toda comunicación es conducta y que es imposible no comunicar. En el cuento, y en la vida real, el miedo no se transmite solo con palabras, sino también con gestos, silencios, compras impulsivas, decisiones aparentemente pequeñas. El sistema entero se mueve como una espiral: interpreta hechos, reacciona a esas interpretaciones y transforma la realidad a partir de ellas. Así, la comunicación es una fuerza configuradora del mundo compartido.

Este relato ofrece una metáfora inquietantemente precisa para pensar la política actual. En tiempos saturados de información, lo que nos moviliza no es tanto lo que sabemos, sino lo que creemos que los otros creen. Los rumores, las informaciones imprecisas, los discursos apocalípticos y los liderazgos que operan desde el miedo, son formas modernas de incendiar un pueblo sin fuego visible. A veces, basta con instalar la sospecha de que nos van a quitar algo, de que viene el caos, de que “algo muy grave va a pasar” para que el sistema se active como si ya estuviera ocurriendo.

En Chile lo hemos visto en más de una elección. En más de una campaña. Basta una cadena de WhatsApp, un titular malintencionado o un “dato” sin fuente para que se instale una lógica de desconfianza que desarticula el debate democrático. Vivimos en tiempos donde infundir pánico se ha vuelto una herramienta política. Cuando el miedo se administra estratégicamente, la racionalidad se debilita y el tejido social se rompe. El cuento de García Márquez nos recuerda algo esencial: la desinformación no necesita ser creída por todos; basta con que actúe como si fuera cierta.

Tal vez por eso la voz que advierte al final no es la de un sabio ni la de un líder, sino la de una mujer común, marginal, desacreditada por la lógica dominante: “me dijeron que estaba loca”. Pero su locura, amplificada por un sistema ansioso, termina teniendo razón. No porque ella haya previsto el futuro, sino porque todos se encargaron de construirlo.

Esta pequeña obra nos recuerda que los sistemas humanos son sensibles, complejos y profundamente relacionales. Lo que pensamos, lo que decimos y cómo reaccionamos no es solo individual: es parte de una trama que nos conecta. Y en esa trama, a veces, el verdadero desastre no es lo que pasa, sino la respuesta a lo que creemos que va a pasar.

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