
La paz de Trump
Donald Trump prometió ser el presidente que acabe con las guerras, el presidente de la paz. Veamos que ha sucedido en los primeros meses de segundo mandato:
Primero, el socio de Trump y de los Estados Unidos, Israel, trituró unilateralmente el cese al fuego con Hamás, también atacó la capital del Líbano, Beirut. Turquía, Arabia Saudí y muchos otros países de la región han condenado los ataques. Esto entorpece el proceso de negociación entre las partes, pero además perjudica las posibilidades de normalización de relaciones entre Israel y sus vecinos.
El gobierno israelí buscaba una excusa para reanudar las hostilidades, lo que aduce para atacar Palestina ahora es que Hamás no quiso liberar a la cincuentena de rehenes que todavía tiene. Hamás, por su parte, aduce que Israel no ha querido avanzar hacia la segunda fase del acuerdo, lo que representaría comenzar a conversar sobre cese permanente de las hostilidades y la entrega de la totalidad de los rehenes.
Israel no quiere conversar con Hamás sobre una futura paz, Netanyahu pretende continuar la guerra indefinidamente. En el mismo Israel, las voces críticas no se han hecho esperar: muchos ciudadanos están defraudados porque sienten que el gobierno en efecto estaría abandonando a los rehenes.
En estas semanas desde el cese al fuego con Hamás, la violencia israelí se redirigió hacia el otro territorio palestino. En Cisjordania se ha pasado de 645 puntos de chequeos antes del 7 de octubre del 2023 a más de 900 en estos primeros meses del 2025, asfixiando la economía palestina. La libertad de movimiento, el consumo en las ciudades de Cisjordania y la seguridad de la población están bajo severa amenaza porque Israel ha aumentado la presión sobre los palestinos.
Israel está logrando que el Estado Palestino sea una quimera. Craig Mokhiber, abogado de DDHH, con 30 años de experiencia, renunció al alto comisionado de DDHH de la ONU, el año pasado por la inacción de la comunidad internacional ante el genocidio en Gaza.
Su carta de renuncia es elocuente: en ella denuncia la intransigencia de los EE.UU. que ha bloqueado sistemáticamente resoluciones en el Consejo de Seguridad que denuncien, condenen o responsabilicen a Israel. Mokhiber señala: “En las últimas décadas, importantes miembros de las Naciones Unidas han cedido ante el poder de Estados Unidos y el miedo al lobby israelí, abandonando estos principios y renunciando al propio derecho internacional”.
Además, Estados Unidos comenzó un ataque unilateral a Yemen, responsabilizando a los hutíes, que controlan la capital de ese país árabe desde 2014 y que enfrentaron los ataques de Arabia Saudí en 2015. El país más pobre del mundo árabe es atacado por el país más poderoso del mundo, después de haber sido atacado por el país más rico del mundo árabe.
Al mismo tiempo, el presidente de los Estados Unidos inicia conversaciones con Vladimir Putin, presidente de Rusia, por su propuesta de alto al fuego con Ucrania. Lo que pretende Trump es asegurarse una porción de los recursos ucranianos.
Ya en su primer gobierno tuvo problemas con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, porque éste no aceptó las presiones para acelerar investigaciones contra Hunter Biden. Trump tiene afinidad con Putin, porque los autócratas se respetan entre sí, pero además no tiene ningún interés en mantener relaciones con los socios de la OTAN. Para el presidente de EE.UU. es importante que Ucrania le permita extraer recursos ucranianos.
En este panorama, ciertamente la Unión Europea ha incurrido en un error: en vez de desarrollar su propia política exterior y un sistema de defensa autónomo, prefirieron seguir bajo el ala “protectora” de los Estados Unidos, que ejercía su poder hegemónico de forma narcisista.
La OTAN no debería existir en un mundo en donde la Unión Europea tuviera su propia política exterior y su propia política de defensa, pero prefirieron arroparse bajo el poder imperial de los Estado Unidos. Ahora que ese país tiene un presidente que no cree en la cooperación internacional, que considera que todo son negocios y que no tiene respeto por los tratados, por los valores, por el humanitarismo de definitiva, están afligidos.
Sumemos a esto el hecho de que el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) ha detenido y deportado en cifras récord desde la llegada de Trump al poder. Un ejemplo notable es el de Mahmoud Khalil, estudiante de la prestigiosa Universidad de Columbia, en Nueva York.
Los agentes se presentaron en su departamento, donde estaba su esposa embarazada, lo detuvieron y enviaron a una prisión a más de 2000 kilómetros, sin la posibilidad de comunicarse con sus abogados. Esto representa una clara represalia por las protestas a favor de Palestina en los campus universitarios de los EE.UU.
Aquel caso se suma a los de múltiples actos de represalias y deportaciones por abrazar la causa palestina en púbico, pero también es parte de una estrategia más grande de intimidación a los inmigrantes y refugiados en el país del norte.
Es difícil comprender qué es lo que pretende Trump, pero su guerra arancelaria contra históricos aliados, como lo son Canadá, la Unión Europea y México, demuestran que lejos de ser un pacifista, como él quiso mostrarse en su ceremonia de asunción presidencial, es un belicista. Sus objetivos son mezquinos y utiliza la intimidación.
Por lo tanto, queda claro que Trump no pretende la paz, quiere un nuevo orden, un mundo que lo beneficie a él y a sus socios oligarcas.