
Perdón Presidente, pero Netanyahu no es un chacal
Diferencias más, diferencias menos, de algún modo comparto muchas visiones con el presidente Boric, aunque asumo hidalgamente que, conforme pasan los años, me voy radicalizando.
Tal vez sea la convicción de que no solo mi tiempo se va acabando, sino el de la propia humanidad, al punto que no puedo olvidar esa señera frase de Martin Luther King: “O aprendemos a vivir todos juntos como hermanos o moriremos todos juntos como idiotas”. Y ya ve usted hacia dónde estamos yendo…
Sin embargo, pese a mi general afinidad con el presidente, es mayor mi apego por la verdad (o por lo que mi corto entender percibe como tal). Me ha parecido, por ejemplo, pésimo hacer tantas concesiones al populismo penal (vaya a ver la charla gratuita del gran Raúl Eugenio Zaffaroni, entradas en filchile.cl. De nada).
Pero, comparar a Netanyahu con un chacal a raíz de los muertos en Gaza, me ha parecido un exceso impresentable. Lo han dicho varios: esta comparación es una falta de respeto inaudita. No puedo admitir intelectualmente esta comparación odiosa.
Para comenzar, la RAE nos dice que un chacal es un “mamífero carnívoro de la familia de los cánidos, carroñero y de costumbres gregarias, de un tamaño medio entre el lobo y la zorra, parecido al primero en la forma y el color, y a la segunda en la disposición de la cola, y que viven las regiones templadas de Asia y África”. Esto ya nos da un primer marco. Porque Netanyahu pertenece a la familia del Homo Sapiens y vive en Medio Oriente.
Eso sí, Benjamín Netanyahu es, también, un mamífero, lo que marca una coincidencia. Imaginamos que este mamífero es omnívoro y, por ende, también incluye la carne dentro de su dieta. Pero, a diferencia de los chacales, tiene cierta afición a las carnicerías humanas, incluidas las que implican niños (en una de las últimas incursiones en Gaza, hace poco tiempo, hubo 174 niños muertos y no quiero imaginar cuántos pequeñitos han quedado mutilados y traumados de por vida).
Tampoco los chacales anhelan, como lo hace Netanyahu, el gas de la región, según la tesis del académico de la USACH, Fernando Estenssoro.
Pero los chacales y Netanyahu son distintos a los ojos de Dios y eso ya son palabras mayores, divinas, de hecho. En general, en la Biblia los chacales simbolizan desolación y abandono. “Netanyahu”, y me refiero al apellido, significa “don de Dios” o “Dios ha dado”. Es decir, don Benjamín es un regalo de Dios y son muy amiguis.
Claro, recordemos que don Yahvé es un sujeto iracundo, con problemas de control de impulsos y que, enfrentado a su error, procedió a un genocidio para exterminar su creación, acto bien poco misericordioso que en esos arcaicos tiempos concretó mediante incesantes lluvias (seguramente no tenía nociones de la fisión nuclear ni manejaba opciones más eficientes que las inundaciones para acabar con la desobediente raza humana, niños incluidos). Así que entiendo esa natural afinidad. Se parecen un poco, cómo no aceptarlo.
Y ya analizando esta obsesión por la masacre de masas, aquí viene otra diferencia: no conozco a ningún chacal a quien se le pueda imputar la calidad de genocida. Sí, son medio feos y sus aullidos, según dicen, son espeluznantes; se dice también que son carroñeros y muy territoriales, pero genocidas no son ni lo serán. No hay uno solo con orden de captura internacional por este motivo.
Además, los chacales tampoco explican sus acciones con retóricas rebuscadas, porque, en el fondo, realmente cada cosa que hacen se orienta única y verdaderamente a asegurar su supervivencia. Pero en el caso de Netanyahu el asunto es diferente.
Su intento de explicar que la supervivencia de Israel pasa por asesinar a 50.000 personas es un esfuerzo bien inútil. Más creería yo que las serpientes hablan y comparten manzanas. Debería explicarlo ante la Corte Penal Internacional –si es que fuese un hombre valiente– a ver cómo le iría en un debate jurídico serio.
Especialmente si consideramos que a septiembre de 2024 (las cifras deben haber aumentado, sin duda) habían muerto más de 16.000 niños, habían sido dados por “desaparecidos” otros 21.000, mientras que 20.000 habían perdido a uno o ambos padres y 17.000 se encontraban solos o separados de sus familias. ¿Los niños desplazados? 1.000.000, en esa fecha, hace ya siete meses (ver en https://news.un.org/es/story/2024/09/1532906).
No, los chacales no hacen esas cosas. No le hacen eso a los niños. Los niños son los cachorros de nuestra especie y no importa si son palestinos, judíos, africanos o lo que sea, porque solo son niños. Y, lo dice la Biblia señores, o sea Dios: “Hasta los chacales ofrecen el pecho y dan leche a sus cachorros, pero mi pueblo ya no tiene sentimientos” (Lamentaciones 4:3).
Lo chacales no justifican lo injustificable; no se escudan en la brutalidad ajena para justificar la propia y amplificarla sin límites; no odian pueblos enteros y, sobre todo, no hacen a otros lo que les han hecho a ellos mismos. Los chacales no pretenden usar el deleznable terrorismo para desatar la brutalidad y el genocidio y, si pudieran hablar en vez de aullar, seguramente le dirían al primer ministro que no se comporte como un homo sapiens, sino como un chacal.
Algunos se erigen como representantes de la comunidad judía y del judaísmo, aprobando estos horrores, pero afortunadamente sabemos que en realidad no representan la visión bondadosa que puede tener esa religión y esa cultura.
Admiro profundamente a los judíos e israelíes de corazón generoso que han criticado sin ambages el comportamiento de aquel gobierno, que ha cruzado todos los límites de la decencia y la moralidad humana, y ha escrito una de las páginas más vergonzosas y oscuras de nuestra historia como especie. Es como para repetirse el documental “Isrealism”, de Erin Axelman y Sam Eirletsen.
No señor presidente. En esto no estoy con usted. Creo que todos los chacales del mundo merecen una disculpa sincera de parte de su gobierno.