Súmate a nuestro canal en: WhatsApp
La Iglesia Pentecostal y su desmoronamiento: La brecha entre un chiste y un discurso peligroso
Catedral evangélica / Agencia Uno

La Iglesia Pentecostal y su desmoronamiento: La brecha entre un chiste y un discurso peligroso

Por: Wido Contreras Yévenes | 11.03.2025
la verdadera amenaza a la imagen de la iglesia pentecostal no está en las caricaturas ni en los chistes de un personaje ficticio, sino en los discursos peligrosos y opresivos que se difunden desde sus propios círculos.

En los últimos días, la comunidad evangélica pentecostal de Chile se ha visto sacudida por una serie de controversias que evidencian las contradicciones y la falta de coherencia dentro de su discurso y prácticas.

Dos incidentes, ocurridos en una semana, han puesto en el centro del debate el impacto que ciertos mensajes, provenientes tanto de líderes religiosos como de plataformas externas, tienen sobre la imagen pública de la iglesia. La pregunta central que emerge es: ¿Qué es más perjudicial para la reputación de la iglesia pentecostal: una sátira humorística o los discursos de odio que se legitiman desde sus propios círculos?

[Te puede interesar] Simulacros de corte de luz para ajustar respuesta ante riesgos: Técnicos eléctricos lo proponen tras mega apagón

Por un lado, el 4 de marzo, la plataforma Biobio.cl dio a conocer un video que rápidamente se viralizó. En él, un supuesto pastor evangélico, en plena plaza de Concepción, pronunciaba un discurso de una gravedad inaudita: culpaba a mujeres y niñas por ser víctimas de violación y asesinato.

Estos comentarios, amplificados por altoparlantes, no solo fueron vistos como una afrenta contra los valores de respeto y dignidad promovidos por la iglesia, sino como un claro ejemplo de cómo ciertos líderes, amparados en la fe, contribuyen a perpetuar la violencia de género. La indignación pública fue inmediata y, en este contexto, es difícil no preguntarse qué tan “moral” es una iglesia que permite que se difundan mensajes de tal calaña sin consecuencias.

En contraste, el 2 de marzo, la Agrupación de Iglesias Evangélicas Pentecostales de Sana Doctrina (A.I.E.P.) emitió un comunicado que se difundió por las redes sociales del Pastor Marcos Morales, entre otros líderes en defensa de su imagen, dirigido a la página “Es de Canutos” (Pastor Santiago Endara).

Esta plataforma se ha ganado notoriedad por usar el humor para criticar al movimiento pentecostal, en especial a través del personaje ficticio Pastor Rocha, y en su comunicado, la A.I.E.P. acusó a esta página de distorsionar la imagen de la iglesia y de burlarse de lo que llaman el "precioso movimiento pentecostal".

Sin embargo, lo llamativo es que la organización parece estar más preocupada por las caricaturas de un personaje ficticio que por el discurso peligroso de un líder real que legitima la opresión de las mujeres. Mientras los líderes evangélicos desatan su indignación contra una crítica satírica, no parecen mostrar la misma determinación para confrontar a aquellos que predican mensajes que atentan contra los principios cristianos fundamentales.

[Te puede interesar] Enfermera trabajó 3 años a honorarios y fue despedida por sacar fotos a paciente: Juzgado ordena indemnizarla con $11 millones

Este contraste plantea una contradicción alarmante dentro de la iglesia pentecostal. En lugar de afrontar las consecuencias reales de los discursos misóginos y violentos que surgen desde sus propios púlpitos, muchos se sienten más atacados por las críticas externas que revelan las falencias del movimiento.

Aquí, el dicho popular “Colando al mosquito, pero tragándose al camello” nunca había sido tan pertinente: se presta más atención a la defensa de la imagen ante una caricatura de comedia que a los daños reales que los discursos de odio provocan en la sociedad. ¿Qué escándalo es más urgente para los líderes evangélicos? ¿Una crítica satírica de un comediante o la legitimación de la violencia por parte de un supuesto pastor?

Este fenómeno pone de manifiesto una desconexión entre la iglesia pentecostal y las realidades sociales actuales. La incapacidad o falta de voluntad para confrontar los discursos de odio de sus propios líderes refleja una grave crisis de liderazgo y responsabilidad.

Mientras algunos líderes se enfocan en proteger la imagen de la iglesia ante los chistes de un personaje ficticio, otros permiten que aquellos que tienen poder sobre el micrófono reproduzcan discursos peligrosos sin ser cuestionados, creando una atmósfera de opresión y discriminación.

Es necesario reconocer que el verdadero daño a la iglesia pentecostal no proviene solo de lo que se dice, sino de quién lo dice. Muchas iglesias permiten que predicadores sin una preparación teológica adecuada se suban al púlpito, difundiéndose mensajes cargados de machismo y violencia. Estos líderes, carentes de una formación doctrinal profunda, perpetúan visiones sesgadas de la fe cristiana. En lugar de ser transmisores de un mensaje de amor, justicia y esperanza, contribuyen a dividir y a oprimir, distorsionando lo que representa verdaderamente el Evangelio.

[Te puede interesar] Vecinos de Bahía Blanca rechazan a ministros argentinos tras tragedia que dejó lluvia de 400 ml en 8 horas: "Llevatelá"

La respuesta a esta crisis debe ser una reforma interna que empiece por la educación teológica de los líderes. Si la iglesia pentecostal realmente desea ser fiel al mensaje de Cristo, debe comenzar a formar a sus líderes de manera integral, enraizados en la comprensión profunda de las Escrituras y la historia cristiana. Esto no solo evitaría la propagación de discursos erróneos, sino que también restauraría la credibilidad de la iglesia en una sociedad que espera coherencia entre la palabra y la acción.

En resumen, la verdadera amenaza a la imagen de la iglesia pentecostal no está en las caricaturas ni en los chistes de un personaje ficticio, sino en los discursos peligrosos y opresivos que se difunden desde sus propios círculos. Si la iglesia desea recuperar su relevancia y cumplir con la misión de “Chile para Cristo”, debe comenzar por cuestionarse a sí misma, reflexionar sobre la coherencia entre sus palabras y sus acciones, y asumir con responsabilidad los mensajes que se transmiten. Solo así podrá sanar su reputación y recuperar su rol como un agente de paz, justicia y unidad.