EE.UU.: La revolución plutocrática se toma la Casa Blanca (Parte I)
Dicen en el apesadumbrado Hollywood que la segunda parte de una película rara vez supera a la primera, un criterio que bien podría aplicarse a la coyuntura política que vive EE.UU. Al menos eso es lo que se espera de las nuevas aventuras de Donald Trump en la Casa Blanca, una segunda tanda mucho peor que la primera, y un país irreconocible al final de la saga.
En una vena por un lado oligárquica y por otra autoritaria, Trump vuelve a Washington para “Hacer a América Grande Nuevamente”, pero antes de conseguirlo deberá destruirla y volverla a inventar. Gracias al impulso de su victoria electoral, su capacidad destructiva se ha multiplicado.
Esta vez Trump viene con un plan, el personal para ejecutar cualquier orden, total control sobre la situación política y literalmente todo el dinero del mundo a su disposición. Si Trump y sus colaboradores tienen éxito en la revolución por la que han venido a la capital, la plutocracia norteamericana continuará consolidándose y fortificándose, y es muy posible que el EE.UU. que hemos conocido durante nuestras vidas, ya no exista más.
Las expectativas en un segundo gobierno de Trump eran en sí bajas, pero su amenaza de expansión territorial remeció las conciencias, evocando lo peor del siglo XX, la destrucción del Medio Oriente y el genocidio en Gaza.
Es que esta vez hay que tomarlo más en serio. Su legítima victoria, a pesar de un mar de acciones legales y mediáticas en su contra, reforzaron su aura de invencibilidad, haciéndolo aún más venerado entre sus seguidores, más complicado para sus críticos y derechamente peligroso para sus enemigos.
Su partido de aduladores controla ambas cámaras del Congreso y la Corte Suprema sesiona desde su bolsillo. Por si eso fuera poco, los tres hombres más ricos e influyentes del planeta se tropiezan para agasajarlo, le regalan dinero y ponen a su disposición sus medios de comunicación y redes sociales. Con todas estas fuerzas a su favor, la revolución de los superricos se ve imparable.
La motivación está. Durante su primer mandato, el mundo entero pudo comprobar que Trump no solo era incompetete y mendaz, sino que también absolutamente transaccional y corrupto, con una etiqueta de precio colgándole del cuello. Por esta razón su público acercamiento con los tres personajes más ricos e influyentes del orbe hacen pensar en algo mucho más serio y profundo que un simple enriquecimiento ilícito.
Como se sabe, lo que realmente buscan los intereses más ricos del país y del mundo, la verdadera base de Trump, es reducir el Estado y de esa manera liberar a sus intereses de regulaciones y por sobre todo, rebajar sus impuestos. Con Trump y sus colaboradores en el poder, los superricos saben exactamente cómo hacer que se les atienda. Pero ¿tendrá Trump las atribuciones y el conocimiento del terreno para cumplirle a sus camaradas?
Para dotar a Trump de todas las herramientas institucionales, hace casi dos años la ultraderechista Heritage Foundation presentó su Project 2025, un programa de gobierno paralelo al oficial desarrollado por veteranos de la primera administración Trump y financiados por las fortunas con más participación e intereses en la política, la verdadera definición de oligarquía. Todos haciendo fuerza por Trump.
Aunque Trump trató de distanciarse, varios de los participantes volverán con él al gobierno. Entre todo su extremismo refundacional, amparado en una rebuscada doctrina constitucional, Project 2025 plantea aumentar el poder del ejecutivo usurpando atribuciones hasta ahora en manos del poder legislativo, entregándole al Presidente infinitas oportunidades de impulsar la agenda oligárquica, y de paso, de utilizar al estado para lucrar y perseguir a sus enemigos.
El Congreso legisla en general, pero para llenar los vacíos que deja la ley están las agencias federales. Las agencias interpretan, regulan y fiscalizan virtualmente todas las actividades humanas en base a la ley y a la ciencia. Prácticamente toda la economía es regulada por estas agencias, miles de millones de dólares son impactados por sus decisiones.
Aunque son parte del poder ejecutivo, en función de utilizar una mirada más científica que contingente, así como de cerrarle puertas al tráfico de influencias, las agencias funcionan independientemente y son auditadas por los comités del Congreso, no por el Presidente. Y bajo la nueva administración, las agencias y todas sus trascendentales decisiones pasarían a manos de Trump, declarado culpable de 34 delitos graves hace solo algunas semanas.
Una de estas agencias es la Securities and Exchange Commission (SEC), encargada de regular y fiscalizar los mercados financieros y de proteger a consumidores e inversionistas. También regula las jabonosas criptomonedas, una cuestionable industria en evolución que se presta para múltiples fraudes, y en la que Trump ya comenzó a participar.
Si el plan de Project 2025 funciona, y todo indica que así será, las decisiones de la SEC podrían pasar a las manos de Trump, quien ha prometido una mirada más flexible hacia la industria. El lanzamiento de su “memecoin” supuestamente le significó a Trump una ganancia de U$56.000 millones, 89% de su fortuna, según Axios. ¿Qué tan real es este dinero? Eso dependerá en parte de lo que diga la SEC.
La SEC es solo una de las más de 2.000 agencias federales que pasarían a ser manejadas por Trump. Otras incluyen la Agencia de Protección Ambiental (EPA), que regula, entre tantas otras cosas, donde es posible operar ciertas industrias, o la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) que entrega patentes y autoriza la venta de comidas y medicinas, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), tan controversiales durante la pandemia y hasta la NASA, de gran interés para el hombre más rico del mundo, Elon Musk, ahora amigo inseparable de Trump.
*Continúa en una segunda entrega (Parte II)