Luisa Velásquez, Ecosistema Cultural Guadalajara: "Programa Puntos de Cultura nos ha demostrado el potencial de los territorios"
Hace nueve años, Luisa fue una de las fundadoras del Centro Cultural Comunitario Cocay -significa luciérnaga en Maya-, dice que fue su primer ejercicio en la gestión cultural comunitaria. En este rol, logró construir junto a más personas un espacio que hoy cuenta con bibliotecas, una destacada orquesta y grupos artísticos del mundo circense. Además, se desempeñó como educadora popular en el Instituto Mexicano para el Desarrollo Comunitario (INDEC), lugar en el que aprendió metodologías de trabajo comunitario, acompañando procesos con comunidades campesinas e indígenas.
Actualmente, Velásquez trabaja en Guadalajara. Según relata, se cumplirán dos años desde la puesta en marcha en México del programa Puntos de Cultura, el cual agregó la experiencia de Brasil, Argentina, Medellín en el caso local y de Perú. “Tomamos muchos elementos de otros países para el diseño de nuestra política pública, pero ha sido un gran ejercicio. El Programa Puntos de Cultura nos ha demostrado el potencial de los territorios y la importancia de generar vínculos entre el Estado y las organizaciones comunitarias”, explica.
¿Cuál es el trabajo que realizan directamente con las organizaciones?
Al frente de la Unidad de Gestión de Ecosistema Cultural, tengo la responsabilidad de poder generar un modelo de gestión para Guadalajara, un modelo integral con enfoque de desarrollo sostenible y de derechos. Para ello, estamos mapeando y encontrando a los actores territoriales que hay en los barrios, pasando desde las organizaciones culturales, comunitarias, hasta los equipamientos de infraestructura, las universidades y la iniciativa privada, es decir, todos aquellos actores sociales que de una u otra forma, están vinculados o tienen una responsabilidad y compromiso con su territorio inmediato y su comunidad.
Entonces, actualmente estamos diseñando una estrategia municipal, en seis ejes, con seis objetivos estratégicos y la primera de ellas, es cultura y territorio y tiene muchísimo que ver con el protagonismo de las organizaciones de base comunitaria.
¿Qué podrías destacar del trabajo que han tenido con las organizaciones comunitarias?
Como digo, en este momento es un “programa bebé”, por así decirlo. Como tiene muy poco tiempo, ha habido varios elementos que nos han prendido focos rojos, verdes, de todos colores, los que nos han llevado a reformular y a repensar muchas cosas. Uno de ellos tiene que ver con el primer momento de resistencia de muchas organizaciones, de vincularse con el Estado.
Muchas organizaciones tenían y siguen teniendo, la resistencia de vincularse con el gobierno, tenían temores en cuanto a que les cooptáramos sus procesos, que les marcáramos alguna línea de qué tenían que hacer y qué no. Entonces, había una desconfianza. Seguramente, tenía una razón de ser, porque ya han tenido algunas experiencias con otros gobiernos anteriores, entonces eso nos ha llevado a ser pacientes y construir confianza.
Y justamente, la confianza se construye con el tiempo. Entonces, a dos años, muchas de las organizaciones que tenían desconfianza, hoy se sienten con mucha confianza con nosotros, nos ven como un aliado. Esto es parte del rescate de nuestra identidad, de su derecho también a apropiarse del espacio público. Pero ha sido ese tema, de la confianza que hemos ido ganando cada vez terreno y eso nos tiene muy contentos. Eso ha sido solamente, con el tiempo y la congruencia que hemos ido trabajando con las organizaciones
¿Qué han podido aprender de las organizaciones comunitarias?
Algo que nos han mostrado las organizaciones, es el potencial que tienen. Muchas veces hacen cosas maravillosas con muy pocos recursos. Hay una frase que dicen y es “que las cosas pasan por arte de barrio”, como cuando se dice que las cosas pasan “por arte de magia”. Entonces, esto es visibilizar, es reconocer el potencial que tienen los barrios cuando se unen para trabajar en objetivos comunes.
Ha sido bien bonito porque las organizaciones se han sentido reconocidas, capaces y legítimas, como para desarrollar proyectos de cooperación internacional junto con nosotros. También, se ha creado una forma de trabajo muy horizontal, muy de par a par, quitando esta línea asistencial con la que siempre se venía trabajando lo comunitario, como “ay los pobrecitos que no tienen, hay que darles”, entonces, ha sido cambiar el enfoque de vernos como iguales y reconocer sus capacidades y las nuestras, y trabajar en escenarios muy horizontales.
¿Por qué es importante potenciar espacios de encuentro cultural?
Los espacios de encuentro son muy enriquecedores en muchos niveles, desde el nivel psicológico, encontrarte con alguien que es como un espejo a ti, saber que tus problemas son compartidos por otro, por otra persona, que a veces es como como hablarte a ti mismo, estar escuchándote a ti mismo a través de la voz del otro.
Es muy reconfortante para las organizaciones no saberse a solas, acompañarse de otras experiencias similares. Los espacios de encuentro son muy potentes en el intercambio de experiencias y metodologías. Es decir, hay mucho saber empírico a partir de los saberes, de las experiencias que tienen las organizaciones y muchas veces los espacios de encuentro se vuelven escenarios para poder ordenar esta información, darle forma y valorar, poner en valor ese saber y ese conocimiento empírico que tienen las organizaciones.
Y ya más desde la línea política. Cuando en estos encuentros participamos instituciones o gente que laboramos en instituciones, pues también nos permite reorientar, darnos cuenta de buenas prácticas que a lo mejor hoy son puntos ciegos para nosotros. Entonces, ver esas buenas prácticas nos permite incorporarlas a nuestros procesos, a nuestro ejercicio profesional.
¿Qué te parece que se genere ese diálogo conjunto entre experiencias compartidas y similares de los Puntos de Cultura?
Me parece un ejercicio muy importante y muy potente. Creo que en América Latina históricamente tenemos este colonialismo heredado desde hace muchos años, de estar mirando que están haciendo en Barcelona, qué están haciendo en otros países europeos, pensando que allá está la innovación de la política pública, la innovación en la gestión cultural y darnos cuenta de que hoy por hoy, puntos de cultura, es un modelo que ahora están tomando en Europa desde América Latina.
Para mí ha sido muy potente poder encontrarnos, saber los matices que le estamos dando cada quien en su territorio, en los aprendizajes que hemos tenido, de las particularidades, pero también encontrar las coincidencias como región latinoamericana. Me parece que es un ejercicio muy potente de revalorar.
¿Qué le dirías a las organizaciones que hoy no son parte del Programa Puntos de Cultura, pero que quizás en un futuro se pueden incorporar?
Yo creo que para los países, para los gobiernos, las ciudades, tener un programa como Puntos de cultura que valora, reconoce y potencia lo que muchos hacemos ya desde mucho tiempo antes, sin recursos, sin legitimidad, sin reconocimiento, es sumamente valioso. Entonces les diría que den la oportunidad de confiar, de trabajar con el Estado. Eso no significa que dejen de ser críticos, no significa que dejen de visibilizar sus luchas, sus dolores que pueden tener a partir de los temas con los que trabajan.
Entonces les invitaría a que tomen esta oportunidad. Es un ejercicio también político de sus derechos y poder participar en la construcción en el tiempo de una política pública.