Autor del libro El Nazi de Estación Central: "Carabineros y ambulantes son parte del mismo ecosistema de violencia"
"—Hasta acá llegaste, maraca conchetumadre—", fue la última frase que escuchó Cristina antes de ser torturada por el suboficial mayor Francisco Arzola en un piquete de la 21° Comisaría de Estación Central.
El exsuboficial mayor Francisco Arzola llegó a ser conocido como "El Nazi" por la brutalidad con que trataba a sus detenidos en Estación Central, un hervidero del comercio informal que controló duramente hasta ser condenado en 2019 a 22 años de cárcel por tortura. Tras seis años de investigación, el periodista Felipe González Mac-Conell publica "El Nazi de Estación Central" (Editorial Cuneta), donde no solo narra los abusos de Arzola, sino que explora un ecosistema donde carabineros y ambulantes conviven en un complejo entramado de violencia y marginalidad. En conversación con El Desconcierto, el autor profundiza en las complejidades del caso y las fallas sistémicas que permitieron estos abusos en uno de los sectores más emblemáticos de Santiago.
"Vi que en el trasfondo de esta historia se escondía una problemática profunda en la que se mezclan la informalidad, la desigualdad y la desorientación de las autoridades para hacer frente a la inseguridad y la marginalidad", reflexiona González Mac-Conell.
-¿Cómo un niño de origen campesino se transforma en el nazi de Estación Central? Su historia converge con la historia del país. Estuvo en Chaitén luego de la erupción del volcán, luego ayudando en el terremoto en Concepción y la mina San José cuando los mineros estaban bajo tierra ¿Cómo ese origen termina en un carabinero torturador?
Como lo veo, en términos de la narrativa de su carrera, no es algo predecible ni que Francisco Arzola fuera a hacer mal uso del poder que la institución le iba a dar. De hecho, estos datos complejizan la historia porque uno se pregunta cómo entender a este personaje: ¿como el carabinero torturador o como el que durante su carrera ayudó a gente en distintas partes de Chile? Creo que es más circunstancial. Él se encontró en un momento con un poder determinado y con un espacio físico que le daba la sensación de impunidad: el piquete, el bus blindado de Carabineros, donde él podía hacer lo que quería y estaba a cargo de un equipo. Se ponía en una posición deshumanizadora frente a los comerciantes ambulantes, a quienes llamaba "chinches" o "lacras", y quería exterminarlos.
-¿Cómo se da esa doble dimensión de su apodo? Se presenta como "el nazi" para intimidar, pero en los juicios dice que es por su alopecia.
Creo que eso da cuenta de las leyes que rigen los espacios. En el ecosistema de violencia y marginalidad que era Estación Central, él era el nazi, conocido y autodenominado por todos. Pero fuera de ese contexto, en el juicio, a él le convenía negarlo. También veo en esa autodenominación un aspecto psicológico de la asimetría de poder. No solo imponía su poder a la fuerza, sino diciendo que era nazi y advirtiendo a los otros que no les creerían si denunciaban.
-¿Cómo fue entrevistarlo en la cárcel?
Lo entrevisté dos veces: en 2018, cuando estaba en libertad antes de su juicio, y en febrero de este año en Colina 1, donde llevaba cinco años. Eran dos personas totalmente distintas. La primera vez estaba más confiado en ser absuelto, muy asustado y en un estado emocional tenso. La segunda vez estaba más resignado a la culpa, reconoce que las lesiones existieron, pero dice ser el único que tiene su conciencia tranquila. Sostiene que sus superiores no lo respaldaron, que sus compañeros no dieron testimonios clave y que los magistrados lo condenaron por sesgos ideológicos. Está en un estado algo paranoico donde ve una confabulación contra él.
-¿Cómo funciona la institución de Carabineros para que lleguen a ocurrir este tipo de casos?
Lo lamentable es que no se echa luz sobre esas fallas sistémicas hasta que pasan estos casos. Recién en 2023 se promulgó la ley para las cámaras corporales de Carabineros. Este caso no habría ocurrido si hubiera habido cámaras dentro del piquete o cámaras corporales. Son medidas que se toman solo cuando la magnitud de los casos apela a nuestra sorpresa y nos asombra el abuso.
-¿Cómo se establecen las relaciones cotidianas entre carabineros y ambulantes en Estación Central? Me llamó la atención cuando detienen a Cristina y una carabinera la reconoce.
Es un ecosistema al final. Carabineros y ambulantes son parte del mismo ecosistema de violencia. No es que de un lado esté la institucionalidad y del otro la informalidad, ellos conviven y esa convivencia implica lidiar con la violencia del día a día. Arzola trabajó durante varios años en Estación Central y era conocido por todos: por los ambulantes, los locatarios, los guardias de seguridad, la gente que trabajaba en el mall. Todos conocían a este carabinero que llamaban "el nazi" y que ejercía sus procedimientos de forma brutal. Era parte de todo ese ecosistema. También había casos como el de un carabinero de la unidad de Arzola que se relacionaba sentimentalmente con la hija de una de sus víctimas. Son relaciones mezcladas, no se entienden como separadas.
-Me llamó la atención el caso de Wilson, que era una suerte de líder de los ambulantes. ¿Cómo se dio esa tensión con el nazi?
Eso también es parte de este ecosistema donde es difícil diferenciar quiénes son quiénes. Wilson se autodenominaba como uno de los líderes de los comerciantes y era una forma de trabajar que no estaba exenta de violencia. Él también reconocía faltas, como que le sacaban partes y no los pagaba, o que envalentonaba al resto para que no se moviera de sus puestos, y lo decía orgulloso en contexto de juicio y entrevistas. También es revelador que cuando le abren el casillero a Arzola durante una diligencia, había muchos productos del comercio ambulante adentro. Está lleno de zonas grises, donde es difícil saber dónde está el límite.
-¿Qué oportunidades dan los libros como espacio frente a la debilidad del sistema de medios actual en Chile, especialmente para el periodismo narrativo?
El ecosistema de medios está muy deprimido para el periodismo narrativo o el periodismo escrito más largo. Los medios se enfocan en las audiencias y suponen que quieren contenidos cortos, rápidos, de redes sociales, en un lenguaje que no permite cierta profundidad. Mientras se van cerrando esos espacios para el periodismo más extenso y profundo, la industria editorial se muestra como una opción atractiva en términos de posibilidades, aunque sea difícil económicamente. Nadie vive de esto, pero es una buena alternativa para explorar formatos más extensos a los que se les van cerrando espacios en los medios.