Salud Mental y Convivencia Escolar en Chile: Desenmascarando un problema mal abordado
La salud mental en las escuelas chilenas ha cobrado mayor relevancia tras la pandemia de Covid-19, con un aumento significativo en los problemas psicológicos de los estudiantes, como ansiedad, depresión y estrés.
Un informe de 2024 reveló que un 52,9% de los adolescentes en Santiago presentan problemas de salud mental, destacando un 35,2% con síntomas de depresión y un 25,9% con ansiedad generalizada. Además, se ha registrado un incremento en conductas agresivas y dificultades para la resolución de conflictos, lo que ha exacerbado la violencia escolar.
En 2024, las denuncias de conflictos escolares aumentaron en un 2,8% en comparación con el año anterior, con el 68% relacionado con problemas de convivencia. Para abordar esta crisis, el gobierno lanzó en 2022 la Política de Reactivación Educativa Integral "Seamos Comunidad", cuyo objetivo es mitigar el impacto psicoemocional de la pandemia.
Esta política ha priorizado tres áreas: convivencia y salud mental, fortalecimiento de los aprendizajes y aumento de la asistencia escolar. El programa "A Convivir se Aprende", destinado a mejorar la convivencia escolar y prevenir la violencia, ha sido implementado en 100 comunas del país.
Sin embargo, surgen críticas respecto a la efectividad de estas políticas, especialmente por su enfoque en los adultos de la comunidad educativa y la escasa participación de los estudiantes. Aunque el bienestar emocional de los jóvenes es un componente declarado, su inclusión activa en los programas sigue siendo limitada. Esta falta de participación refleja una tendencia a mantener las dinámicas de poder adulto-adolescente, excluyendo a los estudiantes de las decisiones que afectan su bienestar emocional.
Otro problema es la confusión entre los conceptos de convivencia escolar y salud mental, que a menudo se tratan como sinónimos. La convivencia escolar se centra en las interacciones diarias entre los miembros de la comunidad educativa, mientras que la salud mental abarca un bienestar emocional más profundo y holístico.
Reducir la salud mental a cuestiones conductuales puede patologizar comportamientos que son respuestas a contextos sociales difíciles. Esta visión superficial de la salud mental limita las intervenciones, como talleres o capacitaciones, sin abordar las causas subyacentes de los problemas emocionales de los estudiantes.
El modelo "Escuela Total Multinivel", que busca intervenir a tres niveles (prevención, focalización e intervención individual), también ha sido criticado por reducir los problemas de salud mental a conflictos de convivencia.
La educación socioemocional no debe limitarse a actividades esporádicas, sino que debe ser un enfoque holístico y continuo que involucre a toda la comunidad educativa, no solo a los equipos psicosociales. Directivos, docentes y asistentes de educación, y estudiantes deben ser parte activa en la promoción del bienestar emocional.
Una transformación real de la cultura escolar requiere un cambio en las creencias y estructuras educativas que impactan el bienestar emocional de los estudiantes, pasando de una visión individualista a una visión colectiva e integrada. Aunque las políticas actuales han sido un avance en el reconocimiento de la importancia de la salud mental en las escuelas, es necesario mejorar su enfoque, integrando la salud mental en todos los niveles del sistema educativo y en la cultura escolar.
La salud mental debe ser un componente central y permanente en la vida escolar, no un tema aislado ni circunscrito a momentos específicos. Es crucial que el bienestar mental surja de las interacciones diarias y cotidianas, abarcando preocupaciones que trascienden lo individual, y se manifiestan en las relaciones diarias dentro y fuera del aula, entre estudiantes, docentes, asistentes de la educación, apoderados y demás miembros de la comunidad educativa.