Reflexiones después de octubre: Consecuencias históricas del Estallido Social
Agencia Uno

Reflexiones después de octubre: Consecuencias históricas del Estallido Social

Por: Marcelo Espinoza | 17.11.2024
Entonces, ¿cuál sería la consecuencia histórica de mayor relevancia de los sucesos de Octubre? Lo impensado, lo que parecía imposible. El clima favorable a los cambios propio de la revuelta posibilitó la unidad entre izquierda y centro izquierda, que se ha fortalecido no sin tropiezos, durante el actual gobierno.

*Segunda parte, ver columna anterior aquí

La revuelta de Octubre es el fenómeno político y social más relevante en Chile después del término de la dictadura. Como fenómeno histórico, deja experiencias y consecuencias que aquí desmenuzamos.

Actores políticos perplejos y un cúmulo de desaciertos

Ningún partido político logra entender lo que está ocurriendo durante la revuelta. En la derecha, su ala más conservadora solo ve unos delincuentes apoderándose de las calles y la violencia imperante le permite descalificar la protesta.

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El centro político representado por la DC bajo la dirección de Fuad Chaín ha estado acercando posiciones con la derecha gobernante desde el inicio del gobierno y la revuelta la deja a contracorriente; es uno de los partidos despolitizados.

En la elite de centro izquierda no hay conciencia de las tribulaciones de la vida cotidiana de las personas. Son también partidos desmovilizados y despolitizados, aquellos que se han desprendidos de la esencia de la política, que es interpretar el conflicto político y proponer un camino.

En la izquierda hay abierta solidaridad con los manifestantes. Salir a la calle forma parte de la lucha social. Sin embargo, varios caen en una suerte de delirio. Un afamado historiador declara que estamos en una situación pre revolucionaria. Otros caen hipnotizados ante el aparente alzamiento y quisieran ser la vanguardia de la rebelión. Quisieran estar más cerca de los manifestantes y adoptan posturas incompatibles con forjar mayorías.

Sin embargo, en las calles no quieren saber de políticos ni de política. Después de 40 años de neoliberalismo, de apoliticismo, de conciencias adormiladas por el mercantilismo, de partidos políticos intrascendentes, la rebelión es solo aparente.

El movimiento es amorfo, sin organización, sin dirección, es anti política, anti elite y anti partidos. Frustración, rabia contra todos. Parece una acción colectiva, pero es marcadamente individualista, al punto que meses después esos mismos manifestantes abrazarán masivamente la consigna conservadora “Con mi plata No”.

Esta cierta embriaguez del momento con una nostálgica rebelión en marcha, entorpeció una unidad más amplia y consistente de toda la oposición tras medidas para resolver demandas concretas en el momento. Así se esfuma la oportunidad de lograr cambios sociales relevantes alrededor del momento álgido de la revuelta. En toda convulsión social hay solo un momento para conseguir objetivos políticos.

Después de eso los sectores dominantes, en ese momento debilitados, siempre podrán recuperarse e imponerse, el momento adecuado tiene un tiempo acotado. Si quienes deben dar conducción política a los acontecimientos no lo logran, se esfumará la oportunidad de los cambios sociales.

Junto a la impresionante marcha del 25 de Octubre, el otro momento decisivo de la revuelta y la única respuesta política de masas participativa, acertada, democrática y conforme a nuestras tradiciones republicanas, estuvo a cargo de la Asociación Chilena de Municipalidades, que en contacto con los vecinos, apoyó e impulsó los cabildos que surgían en todo el país.

Además llamó a una consulta no oficial sobre el proceso constituyente, que tuvo un éxito rotundo con la participación de 225 municipios (el 65 %) y 2.300.000 personas. Apoyar las discusiones políticas de los cabildos, movilizar al pueblo sobre esa base y desde allí exigir con la más amplia unidad cambios sociales inmediatos, era un camino para la conducción política de la revuelta.

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En la Convención Constitucional se pierde una segunda oportunidad. Podemos considerarla una farra histórica, producto de una conducción política desastrosa, en un momento único que no volverá. Como producto del momento histórico originado en la revuelta, se obtiene una mayoría aplastante a favor de los cambios en la Convención. Pero es una mayoría sin orden, sin visión política de largo plazo y sin experiencia política.

La discusión se pierde en demandas de nicho, del tipo feministas, de la diversidad sexual, ecologista, de la distribución de las aguas, indigenista. Pretende resolver todos los problemas. Pretende estar en la Revolución Francesa, cuando luego de caída la monarquía absoluta, los convencionales de la Asamblea no estaban sujetos a ninguna restricción.

Al revés, nuestros convencionales estaban en una burbuja, desconociendo que afuera había una institucionalidad vigente que necesariamente había que considerar y una derecha golpeada pero con su inmenso poder político, económico, social, cultural y comunicacional intacto. Y un pequeño detalle olvidado, el plebiscito de salida con voto obligatorio. Faltó estrategia y conducción política.

Consecuencias históricas de la revuelta

Hay varios aprendizajes y consecuencias históricas de la revuelta de Octubre. De partida es un remezón social, un momento de crítica profunda en los hogares, en las calles, en los medios, en las redes y en los cabildos, que origina una mayor conciencia de las personas sobre la desigualdad existente (la que se encuentra en segundo plano actualmente por la gravedad de la contingencia de seguridad).

A pesar de dos procesos constitucionales fallidos, se terminaron los altos quórum de la Constitución vigente, una valla insalvable durante cuarenta años. No importa quién haya tenido la iniciativa en el parlamento, tal como no importa el color del gato. Lo importante es que debido al clima favorable inherente a la revuelta se logró lo impensado. Los altos quórum no volverán y una mayoría parlamentaria podrá el día de mañana iniciar los cambios sociales.

Sobre la violencia debemos decir que fue plenamente funcional a la derecha. Hasta hoy le sirve para demonizar la revuelta y desconocer su enorme contenido social. Amplios sectores sintieron temor ante el vandalismo interminable desatado, y eso debe ser tenido en cuenta.

Sobre los partidos políticos, para unos la lección es volver a la política y ser consecuentes con su propia historia. Para otros, ser siempre consistentes con las tradiciones republicanas históricas del país y su lucha social con sabor a vino tinto y empanadas. Para aquellos, que el bloqueo permanente y la concentración extrema de riqueza e ingresos es incompatible con la cohesión social.

El gobierno de Boric es un producto de la revuelta. Jamás habría llegado la izquierda al gobierno si no fuera por la influencia en ese momento de la revuelta de Octubre y su contenido social. Ciertamente, existía la amenaza de Kast, y la centro izquierda vuelca su apoyo hacia Boric. Pero la distancia política era profunda, duraba décadas, y ese apoyo fue posible porque los cambios sociales tenían viento a favor.

Para la derecha, ese gobierno unitario es su principal amenaza, el más serio peligro. No debe tener éxito ninguno, hay que asegurar que fracase. Sin aliados en la centro izquierda, el gobierno ya habría sido derrotado.

Entonces, ¿cuál sería la consecuencia histórica de mayor relevancia de los sucesos de Octubre? Lo impensado, lo que parecía imposible. El clima favorable a los cambios propio de la revuelta posibilitó la unidad entre izquierda y centro izquierda, que se ha fortalecido no sin tropiezos, durante el actual gobierno.

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La revuelta influye en la toma de conciencia de ambas partes en que el adversario está en la otra vereda. Solo un cataclismo podía producir ese parto, que reconfigura en adelante el escenario político. Sea en el próximo gobierno o en el subsiguiente, esa fuerza unitaria iniciará los cambios sociales en Chile, cerrando así el ciclo de este largo proceso e iniciando otro nuevo.