La relevancia para América Latina de los debates europeos
La presidenta del Consejo Europeo le solicitó al economista Mario Draghi que elaborara un informe sobre los problemas de la economía europea, el cual fue presentado el 9 de septiembre recién pasado. Mario Draghi es un economista altamente reputado en el contexto europeo.
Fue presidente del Consejo de Ministros de Italia y, posteriormente, presidente del Banco Central Europeo entre 2011 y 2019, además de ocupar varios otros cargos directivos en la banca privada y en organismos internacionales. Es, por lo tanto, una persona que hace opinión publica en el ámbito europeo y cuyas ideas y proposiciones tienen alta incidencia en las altas esferas políticas y económicas.
El informe presentado pone énfasis en varios asuntos de alta importancia europea tales como la pérdida de competitividad y de productividad frente a China y Estados Unidos; la dependencia energética, incrementada en la medida que se prescinde, aun cuando sea muy parcialmente del gas ruso; la descarbonización; el gap tecnológico; la industria armamentista y la seguridad, tema que adquiere cada día más importancia en la medida en que no se puede ya confiar plenamente en la OTAN; la burocracia y la abundancia de normas que dificultan y retardan las decisiones sobre inversión e innovación, y los cambios que se ven como necesarios en la gobernanza de la propia Unión Europea.
Todos estos temas serán, sin duda, discutidos intensamente en los círculos económicos y políticos de Europa. Pero hay también en el informe algunas grandes ideas fuerza que, aún cuando sean inicialmente pensadas y promovidas para el ámbito europeo, son ideas que merecen ser discutidas en espacios económicos y políticos como los de Chile y del conjunto de América Latina, que están también en un momento de búsqueda de alternativas a la crítica situación presente.
Una primera gran idea fuerza que es posible rescatar como relevante para nosotros es que hay que diseñar y llevar adelante una política industrial como forma de elevar la productividad y la competitividad, cuestiones que no tendrán lugar si todo se deja librado al libre juego de las fuerzas del mercado.
El liberalismo en su grado sumun no promueve para nada la existencia de políticas sectoriales, como una política industrial, o una política agraria, pues para ellos todo aquello sucede o no sucede -y sucede de una forma u otra-, de acuerdo a lo que el mercado vaya indicando, pero sin que el Estado tenga que estar orientando o participando de alguna forma en los mercados.
Esa visión económica queda claramente fuera de las orientaciones del informe Draghi, pues para él, esa senda conduce en un futuro no lejano a la intrascendencia de Europa en el concierto de la geopolítica contemporánea. Esa es una idea que es imposible no considerar como relevante para nuestras discusiones en Chile y en América Latina, donde corremos el riesgo de ser los últimos neoliberales, que morirán con las botas puestas, cuando todos los poderosos del mundo ya estén en políticas diferentes.
Otra idea que recorre el documento es que ya no se puede confiar en la existencia de normas de funcionamiento del mercado internacional que sean universalmente aceptadas y sostenidas por todos los participantes, como camino para el desarrollo de todos y cada uno de ellos. En palabras del propio informe “la era del comercio mundial abierto y regido por instituciones multilaterales parece estar pasando”.
Esas palabras son un verdadero epitafio para la Organización Mundial de Comercio, y un claro mensaje a todo el mundo en el sentido de que cada país debe buscar su propio desarrollo por los caminos que estime conveniente y que sean acordes con su fuerza económica, política y militar. La forma predominante en materia de normativa internacional son hoy en día los Tratados de Libre Comercio (TLC), en los cuales esa fuerza relativa queda claramente de manifiesto.
Una tercera consideración europea -de una lista larga, pero cuyo tratamiento completo no es compatible con los límites de un artículo periodístico- que vale la pena tener en cuenta, y que está en estrecha relación con los puntos anteriores, es que el proteccionismo se visualiza y se legitima como una herramienta válida de política económica en el campo del comercio internacional, lo cual se define elegantemente como “medidas comerciales defensivas”.
Esto está planteado hoy en día para efectos de combatir la entrada de mercancías chinas, pero es un principio que queda abierto para ser utilizado cuando y como los intereses de la Unión Europea lo consideren necesario, incluyendo dentro del campo de lo posible, el protegerse de las mercancías provenientes de los países en desarrollo. Pero si estos últimos fueran los que tomasen medidas proteccionistas en su comercio exterior, sin duda los países desarrollados, con la UE a la cabeza, pondrían el grito en el cielo.
En síntesis, los debates y las reflexiones que tienen lugar en Europa ponen en discusión, en el mundo entero, cosas que por varias décadas se han considerado como eternas e inmodificables. Todo ello nos obliga, por lo tanto, a debatir y reflexionar.