¿Qué conmemoramos el 11 de septiembre de 1973?
Enunciemos, al menos, aquellos puntos que entendemos imprescindibles en esta reflexión:
El Presidente Salvador Allende
En primer lugar conmemoramos la dimensión planetaria de un hombre que abrazó la causa por la democracia, la justicia social y el desarrollo independiente de su patria, y que frente a la traición militar y la conspiración civil declaró: “No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo… (…). Pagaré con mi vida la defensa de los principios que son caros a esta Patria”. Y así fue. Consecuente, sereno, heroico.
La vía chilena al socialismo
Recordamos el término abrupto de la “revolución socialista” lograda por vía no armada, mediante el voto ciudadano y el sistema constitucional construido con el bregar de todas las fuerzas políticas y sociales nacionales, particularmente de las progresistas, y esencialmente de la izquierda fundada en la alianza estratégica de socialistas y comunistas, convocantes a su vez, de la unidad de todo el pueblo.
Una experiencia cuyos antecedentes se remontan a la década del cincuenta, consecuente con la tradición progresista nacional, continental y mundial de emancipación de los desposeídos de la tierra, pero a la vez, lo que la hace casi única en el mundo, no alineada a la férrea polarización surgida de la guerra fría e independiente de la casi inescapable derivación que fluye de la victoriosa revolución cubana, más de diez años antes.
Suscitó el interés en un continente donde todas las experiencias revolucionarias estuvieron inspiradas en Sierra Maestra y, prácticamente, todas terminaron en derrota o en dictadura. Pero también ilusionó a muchos países occidentales de democracias tradicionales como Italia y Francia entre otros, conocedores cercanos del fascismo y el neofascismo.
La solidaridad nacional e internacional
Conmemoramos la solidaridad internacional, expresada desde el mismo día “once” y hasta el último día de la dictadura civil-militar, condenando el ensañamiento en contra del gobierno y del pueblo chileno, aplastados por fuerzas de aire, mar y tierra, tras el bombardeo al Palacio de La Moneda.
La dictadura civil-militar acumuló entre 1974 y 1989, dieciséis resoluciones condenatorias de la Asamblea de las Naciones Unidas por terrorismo de Estado. Muchísimas fueron las formas de apoyo y solidaridad de diversas entidades gubernamentales, políticas, diplomáticas, académicas, sindicales, estudiantiles, de organizaciones femeninas, juveniles, deportivas, culturales y de diverso tipo de todo el mundo.
La solidaridad directa, cálida y enorme que recibió cada uno de los chilenos que se vio obligado a salir al exilio, no tiene parangón. La mentira y la propaganda oficial asfixiante, articulada desde los medios de comunicación derechistas, fue transformada en verdad e información responsable, como un oxigeno revitalizante. Eso representó el programa “Escucha Chile” de Radio Moscú, cada segundo, cada minuto, cada día, todos los días.
Pero también lo hizo la solidaridad nacional, entre los vecinos, entre los trabajadores, los estudiantes, los académicos, los intelectuales, los artistas, los músicos, los periodistas, incluso entre algunos uniformados, en los pueblos donde enviaron a los relegados, en las celdas y en los campos de prisioneros.
Esa fraternidad, que muchas veces no fue política sino simple y pura humanidad, fue decisiva, irremplazable, constructora de país y de Nación. Hoy la extrañamos frente al abuso (Enel, CGE), la corrupción (Hermosilla y cía., el Poder Judicial), la delincuencia (nacional y migratoria), la desvergüenza y la deshonestidad (Macaya, Chadwick, Guerra, UDI) y, digámoslo, la falta de decisión de la autoridad.
Los colaboradores civiles de la dictadura
Sin la conspiración de los sectores de la extrema derecha, con el apoyo de Washington, no habría sido posible la sedición militar. Por eso hablamos de dictadura civil y militar. Entonces, cuando conmemoramos la condena de la dictadura C-M y los 17 años de terror de Estado, lo hacemos de una parte para exigir un mínimo de parte de “las derechas”, para separar aguas de aquellos que conspiraron antes de 1970, asesinando incluso al comandante en jefe de ejército y después de 1970, buscando la fórmula para acusar constitucionalmente a Allende que requería los dos tercios del Parlamento, pero no lograron.
Construyeron una escenografía pseudo legal, basada en el simple pronunciamiento de ambas Cámaras y de la Corte Suprema. No era lo mismo, pero sonaba parecido. (Si hoy, 2024, conocemos redes de corrupción para nombrar parlamentarios, jueces, fiscales y ministros de corte gracias a “Chapo-Hermosilla” y otros, imaginemos el “peso” de tales redes 51 años atrás).
Con eso presionaron al sector sedicioso de las FF. AA. y de Orden y rompieron la doctrina que los propios mandos militares se habían dado acerca de la prescindencia y el respeto a la ley. Construir el ambiente mediático favorable, encabezado por El Mercurio, les resultó fácil; un comando de ultraderecha asesinó a otro comandante, ahora edecán de la marina, comando que concurrió a entregarse el 12 de septiembre de 1973 y recibió el indulto de Pinochet.
Sectores social cristianos y de derecha democrática comulgaron con ruedas de molino anticomunistas, y pusieron a disposición de la sedición “masas populares”. Y, lamentablemente, consiguieron sacar “las castañas con la mano del gato”.
En esa línea, conmemoramos para exigir a “las derechas” a separar aguas de aquellos que, después del 73, participaron directamente en violaciones de lesa humanidad, facilitaron medios, confeccionaron “listas negras” de sus trabajadores, facilitaron sus vehículos, participaron en fusilamientos clandestinos, dispararon y torturaron y se enriquecieron a costa de los bienes y recursos de todos los chilenos.
La derecha democrática tiene el derecho y el deber de ser una opción política seria, pero no pueden seguir siendo “cómplices pasivos”, mimetizados con los responsables, por ejemplo, de la “muerte de diecinueve trabajadores de Laja y San Rosendo en campos explotados por la Compañía de Papeles y Cartones (CMPC), propiedad de la familia Matte; (…) y con la desaparición de setenta campesinos en Paine, zona en la que operaban las redes de la familia Kast, propietarios del restaurante Bavaria”. (“A la sombra de los cuervos. Los cómplices civiles de la dictadura”, Javier Rebolledo, Ed. Planeta, 2021)
Muchos empresarios honestos no siguieron la conducta descrita, pero sufren el mismo estigma ante la ciudadanía. Muchos de ellos no hicieron lo mismo que la empresa Pesquera Arauco de la V Región, filial de CORFO y luego del Golpe financista de la DINA, que facilitó todos sus vehículos para el traslado de prisioneros; o de la naviera Sudamericana de Vapores, propiedad de Ricardo Claro, que dispuso del barco “Maipo”, de su propiedad, para trasladar a 380 detenidos desde Valparaíso a Pisagua; o el “Lebu” que cumplió el rol de cárcel flotante por donde pasaron más de dos mil personas.
O de la Universidad privada Federico Santa María, que “colaboró” con sus instalaciones para detener e interrogar prisioneros provenientes, fundamentalmente, del cerro Los Placeres y, además, desalojó a los estudiantes del internado para facilitarlo a los militares. Incluso la Universidad Católica de Valparaíso no escapa a esta práctica de soplonaje.
En Osorno la Fábrica Elaboradora de Cecinas FELCO, facilitó sus bodegas para la detención de prisioneros políticos, sobrepasando las 150 personas; en la misma ciudad el Estadio Español fue otro recinto privado colaborador de violaciones a los DD.HH. Otro tanto hicieron los propietarios de la empresa Portuaria de Valparaíso, de la Industria Textil Viña y de la Unión Lechera de Aconcagua, o Elecmetal y muchas otras. Los empresarios honestos no tienen por qué soportar el desprecio ciudadano, pero mientras se mantenga el silencio se mantendrá el estigma. En condiciones de hoy deben meditar seriamente que “cuando se gana con la derecha golpista, es la derecha golpista la que gana”.
El rol del Partido Comunista
Al conmemorar el “once” es inevitable recorrer la trenza tejida por el PC chileno en los últimos ciento dos años y no encontrar dulce y agraz en ese recorrido. Revisémoslo.
Recabarren apoya incondicionalmente la gesta bolchevique en 1917, pero no sin antes “conocerla con sus propios ojos”; pone la primera piedra del PC chileno sólo cinco años después, en 1922. Su perfil queda impregnado en la organización que construye: obrero, inteligente, culto, organizador, político y luchador social nato.
Ello se reflejará más tarde en la sólida influencia ideológica y política que alcanza el Partido en la sociedad y en las artes, la música, las letras, la cultura en general; en las organizaciones de trabajadores, campesinos, empleados, de mujeres y jóvenes, en estudiantes, intelectuales, profesores, académicos y científicos. Hace propia la lucha de los aliados y el ejército rojo contra la Alemania nazi. La postguerra ofrece nuevos rumbos mundiales polares lo que hace más nebuloso al Partido aplicar la conducta de Recabarren de “mirar con ojos propios” la muerte de Stalin, en 1953.
Ese mismo año, 1953, Pablo Neruda escribe un poema de belleza colosal: “Oda a Stalin”. Como sostiene el historiador Fernando Mires, “el poema de la Maldad” (“Neruda, El Poema de la Maldad”. Fernando Mires. Octubre 28, 2013. El Mostrador).
¿Cómo y por qué ocurre eso? Sin ánimo de simplificar sólo diré que el historiador y filósofo da una respuesta que comparto ciento veinte por ciento: “… es un poema esencialmente religioso…Neruda, como comunista, vivió… (…) el comunismo no como política sino como religión. No estoy diciendo -cuidado- que el comunismo sea religión, sino que muchos, Neruda entre ellos, lo vivieron como religión”. Yo diría muchísimos lo han vivido como religión, y hasta nuestros días.
Pero, para ser francos: ¿Alguien podría condenar a quien “endiosa” el asalto al cielo del bolchevismo o la heroica epopeya del ejército rojo en contra del nazismo, o la guerra de Vietnam en contra del invasor norteamericano, o el asalto al Cuartel Moncada, o la caída de Somoza en Nicaragua, o la lucha en contra de la dictadura militar de Stroessner, y, por supuesto, el triunfo de Allende y la lucha contra la dictadura Civil-Militar pinochetista?
No me parece entender que F. Mires condene esto, me parece que lo que condena es que un militante se transforme en “sacerdote” donde lo sagrado (Dios): es el Partido, o mejor dicho la comisión política, o mejor aún el líder (Stalin, o como se llame); la tierra prometida: no el socialismo sino el socialismo estalinista esclerotizado; y el pecado: todo aquel que intenta tener opinión. La opinión distinta a la línea política es pecado capital, reservado a traidores. Ahora, si definitivamente el “endiosamiento” se mantiene toda la vida, entonces estamos en presencia de “injuria cerebral”.
Más aún, si ya en 1956 el PCUS condenó “el culto a la personalidad” (¿?). Lo que no dijo es que esa “amalgama sociológicamente religiosa” es posible sólo si el “aparato partidario” opera como causa “necesaria y suficiente” para eso, nunca a la inversa. No es el líder el que transforma el aparato, es el aparato el que transforma o construye el líder. Es cierto que fue secreto el informe de Khrushchev, pero no olvidemos que luego ocurrió la rebelión en Hungría en 1956, criticando en los hechos “la Utopía redentora y al Moisés conductor”.
Retomando, muchos “vivieron el comunismo como religión”. El PC chileno, luchando por su autonomía, mantiene a firme el legado de Recabarren acerca de “mirar con ojos propios” y en su X congreso en 1956, formula las bases de su línea política para avanzar al socialismo dentro de los márgenes legales y electorales que el ordenamiento democrático establecía: el germen de la postura independiente.
La “Primavera de Praga”, en 1962, es un nuevo examen ofrecido al PC criollo para “mirar con ojos propios” lo que ocurría en el mundo, pero a contrapelo de lo que supondría una posición política independiente, decide ver, nuevamente, la política con ojos “religiosos”. En tanto, con una valencia completamente opuesta, triunfa la revolución cubana a fines de 1959 y sólo once años después con el conglomerado de izquierda a la cabeza, Allende accede a la presidencia de Chile en 1970, validando la trayectoria seguida contra toda la lógica y la influencia “político-religiosa” soviética imperante.
El golpe cívico-militar de 1973, sin embargo, en estricto rigor no invalida el camino seguido. Si algo invalida es lo nefasto que es “vivir la política del partido como religión”. Y, más bien deja en evidencia preclara la anticipación que Allende concibió para formular una alianza aún mayor a la gobernante en ese momento, invitando a la democracia cristiana a participar en ella, tal como se cristalizó en los seis gobiernos democrático-progresistas post pinochetismo.
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