Las culpas de los padres y las respuestas de las y los hijos
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Las culpas de los padres y las respuestas de las y los hijos

Por: Loreto López | 23.08.2024
A diferencia de Javier Macaya e Isabel Amor, las hijas e hijos de Historias Desobedientes son personas anónimas, no ostentan cargos públicos ni de representación popular. Aún así, decidieron que una actitud responsable era abandonar el silencio.

¿Deben hijas e hijos responder por los crímenes de sus padres?, es posible que ante esta pregunta muchos contesten rápidamente que no, asumiendo que con ella se intenta trasladar la culpa de los últimos a los primeros. Pero como hemos visto a partir del caso del senador Javier Macaya y la ex jefa regional de Ñuble del INDH y ex directora regional de SernaMEG Los Ríos, Isabel Amor, hijos e hijas siempre tienen una respuesta ante las actuaciones de sus padres, y pueden asumir una actitud responsable frente a aquellos hechos, en este caso, delictivos.

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En Chile, la conducta de hijas e hijos respecto de padres involucrados en los crímenes de la dictadura ha sido más o menos la misma hasta que se conformó el movimiento Historias desobedientes en nuestro país. Hasta entonces había primado una actitud de rechazo a la justicia y de devaluación de los testimonios de las víctimas. A la justicia se le llamaba venganza, y entonces las víctimas eran personas sedientas de revancha política.

Hace unos años atrás hijas de ex militares presos en Punta Peuco llegaron a grabar un video exigiendo el perdón de las víctimas, pero antes de ellas, vástagos célebres como la descendencia del dictador y el hijo de Manuel Contreras, han defendido a sus padres hasta después que éstos han abandonado el mundo de los vivos.

No fue sino hasta que hijas de criminales de lesa humanidad repudiaron pública e inequívocamente las conductas de sus padres, expresando solidaridad con las víctimas, que emergió una respuesta distinta a la que estábamos acostumbrados.

Agrupadas en Historias desobedientes, estas hijas desobedecieron el mandato de lealtad filial, y nos enseñaron una forma de responsabilidad desconocida hasta el momento. Los delitos por los cuales sus padres estaban condenados, eran una carga en sus vidas y en la sociedad, que entonces era imposible soslayar.

A diferencia de Javier Macaya e Isabel Amor, las hijas e hijos de Historias Desobedientes son personas anónimas, no ostentan cargos públicos ni de representación popular. Aún así, decidieron que una actitud responsable era abandonar el silencio y enviar un mensaje claro a la sociedad: por muy hija o hijo que seas, los crímenes deben ser repudiados y las víctimas deben ser reconocidas.

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Luego, es posible narrarle a la sociedad el trance personal y familiar que ello ha significado en sus vidas.

Es por eso que, tratándose de personas que ocupan o han ocupado un lugar en la arena donde se debaten y deciden los asuntos públicos, uno esperaría reflexiones y respuestas que irrefutablemente rechacen los crímenes y el daño infringido a las víctimas, y valoren la justicia que se ha impartido sobre ellos.

Desde luego, esto no ocurrió en el caso Macaya, o se fue dando en la medida que la opinión pública denunciaba la conducta del senador de la UDI, que, en televisión abierta, continuaba apoyando a su padre, ya condenado.

Y ocurrió, al parecer, muy confusamente en el caso de Isabel Amor, de quien, por haber sido jefa regional del INDH, se habría esperado incluso una reacción y reflexión más contundente y decidida, más allá de reiterar la versión entregada por su padre que, afortunadamente según ella, coincide con lo señalado en la sentencia por complicidad en delitos de lesa humanidad.

Tal es así, que en medio del posterior cruce de comunicados y versiones por su desvinculación del SernaMEG, hace unos días, Amor ha debido señalar explícitamente que no avala ninguna violación a los derechos humanos, ni relativiza la condena de su padre.

Debemos entender que a Javier Macaya y a Isabel Amor les entrevistaban en razón de sus cargos, por lo tanto sus responsabilidades, como ya ha señalado muy claramente Carlos Peña en su columna, difieren de las contraídas en razón de sus lazos filiales. Ahora ambos sufren las consecuencias de sus dichos, que libre y voluntariamente, decidieron emitir.

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Es evidente que hijas e hijos no deben ser castigados por los crímenes de sus padres, sin embargo, siempre es posible responder por ellos, reafirmando la capacidad de decidir autónomamente un posicionamiento moral por lo que ha sido obrado en el pasado, y las consecuencias que esto tiene en el presente.

Crédito de la fotografía: Agencia Uno