El presidente Boric en la encrucijada de la izquierda latinoamericana
La temprana declaración del presidente Boric sobre las elecciones presidenciales en Venezuela el pasado 28 de julio tuvieron un efecto inmediato en la política interna y un “éxito de ventas” a nivel internacional.
Recordemos sus palabras: “los resultados publicados son difíciles de creer (...) Exigimos total transparencia de las actas y el proceso (...) que veedores internacionales no comprometidos con el gobierno den cuenta de la veracidad de los resultados (...) desde Chile no reconocemos ningún resultados que no sea verificable”.
La reacción del presidente Maduro y su círculo de hierro no se dejaron esperar: un in crescendo, de descalificaciones hasta situar al presidente chileno a la derecha de Milei. De las evidencias, no se habla.
Por otra parte, la derecha chilena exige al presidente Boric que reconozca el triunfo del candidato opositor. Por su lado, los presidentes Lula de Brasil, Petro de Colombia y AMLO de México lo invitan a moderar su discurso para, según ellos, facilitar una solución política que, sin embargo, no conlleva, necesariamente, un cambio de régimen o una modificación profunda del actual.
Todo ello tiene un nombre: democratización. Que supone afirmar que en Venezuela no estamos frente a un régimen democrático. Eso es lo que quieren eludir Lula, Petro y AMLO. Conceder legitimidad a Maduro para facilitar una solución política, pero sin tener claridad respecto del contenido de dicha solución. En eso el presidente Boric ha sido claro: no validar las elecciones en tanto no sea un órgano imparcial el que lo garantice; la solución política es una transición a la democracia. Nada menos y nada más.
El desempeño del presidente Boric debiera ser analizado, a lo menos, desde dos perspectivas. La primera, si la actuación del presidente se inscribe y respeta las orientaciones de la política exterior chilena y las propias, consignadas en su programa de gobierno. Y la segunda, su evaluación en cuanto presidente de izquierda, de un país del continente al que pertenece Venezuela.
Los principios de la política exterior chilena son claros:
El respeto al derecho internacional (vigencia y respeto de los tratados; solución pacífica de las controversias; independencia y respeto a la soberanía; integridad territorial)
Promoción de la democracia y el respeto a los derechos humanos
Responsabilidad de cooperar. A su vez, el presidente Boric se propuso en política internacional impulsar la defensa de los DDHH; dar continuidad al multilateralismo y cooperación internacional; incidir en la lucha contra el cambio climático y la promoción de la igualdad de género y los derechos de las mujeres en el ámbito internacional.
Se puede argumentar que hay casos en que el presidente ha privilegiado la dimensión comercial, obviando otros aspectos centrales de su programa, sin embargo, a propósito de Venezuela ha cuidado particularmente su actuación. Y ha sido coherente con su primer compromiso, la defensa de los Derechos Humanos y la Democracia.
Precisamente, porque se trata de un régimen que se autodefine de izquierda y que emergió como un referente de un socialismo para el SXXI. Y una equivocación, en este caso, afecta centralmente al contenido, la identidad y los valores de la izquierda en el presente y futuro.
Por eso no se alineo sin más con Lula, Petro y AMLO. No por falta se simpatía política, sino porque en ellos ha primado una razón política diferente. Conceder a Maduro, por razones de convicción o instrumentales (eso no lo sabemos), legitimidad como base de la solución política. A lo que Boric no cede, porque en esta pasada, hizo primar la Defensa a los Derechos Humanos y la Democracia.
Ya estamos en lo segundo. La postura y actuación del presidente desde la izquierda latinoamericana. El presidente Boric no valida la adopción de una deriva autoritaria de los gobiernos transformadores, cuando estos, como efecto de su concepción de la historia y/o de la política o de la dialéctica del conflicto político terminan restringiendo las libertades, el pluralismo y la democracia representativa. Boric se resiste a aceptar la fatalidad que los proyectos de transformación social, devengan regímenes autoritarios.
Aquí es donde los caminos se bifurcan. El presidente ha tenido, en este caso, la fortaleza y la claridad para anteponer el valor del respeto a la libertad y los derechos humanos. El desafío pendiente, es que esta no se transforme en otra fatalidad: que la crítica del autoritarismo de izquierda implique la renuncia a la justicia distributiva, a un enfoque de derechos y al bienestar general de todas y todos.
Crédito de la fotografía: Agencia Uno