Crónicas de Berlín I: De obediencia, súbditos y ruina

Crónicas de Berlín I: De obediencia, súbditos y ruina

Por: Sascha Cornejo Puschner | 27.07.2024
En lo personal, ya no me queda mucha esperanza que algo cambie en Alemania. Más bien, temo lo peor. Gracias a los súbditos, a los innumerables 'Diderich Hässlings' que lideran la marcha hacia la ruina y la gran mayoría silenciosa que permite que estas cosas sucedan.

Mucho se ha hablado de la preocupante situación del auge de la extrema derecha en Europa y particularmente en Alemania donde esta fracción ya es la segunda fuerza política del país. Aunque los políticos del mal llamado “centro” se deshacen en explicaciones de porqué rechazan una posible coalición con el partido de la AFD (Alternativa para Alemania) solo es cosa de tiempo en que las primeras coaliciones políticas se fragüen en el futuro.

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También hay gente que señalar preocupantes similitudes respecto a un siglo atrás, cuando el Nazismo logro capitalizar el descontento de la nación alemana en tiempos de la república de Weimar. Parece ser que la clave de entender lo que está pasando en ese país está en la historia.

Últimamente he vuelto a leer algunos libros que describían el ethos alemán de hace un siglo y más. Heinrich Mann publicó su novela El súbdito antes de la primera guerra mundial. En su novela Mann describe un tipo de persona característico de ese tiempo, leal hasta la médula a la monarquía y al último káiser.

Pero lo que Mann no sabía es que también estaba describiendo el tipo de personalidad autoritaria que en unos años más tarde daría apoyo enceguecido al nazismo. El anti-héroe de Mann, el súbdito perfecto, Diderich Hässling es un hombre temeroso y a la vez amante de la autoridad, que casi con fervor masoquista añora el poder que lo somete y que sueña alguna vez ejercer sobre otros. Toda la vida de este personaje esta preñado de un fervor casi religioso hacia el poder.

Cuando pienso en el alemán promedio de hoy siento que no mucho ha cambiado. O quizás me equivoque. Porque claro, el marco es otro. Aquí se profesa la tolerancia, la democracia, el multi-culturalismo, como los últimos valores a defender en la “civilización occidental”. Esos son los marcos de interpretación que aseguran que esta vez, el ciudadano alemán se encuentra del “lado correcto de la historia”.

Un contraste de esto son los innumerables burócratas y políticos emitiendo sus acusaciones de anti-semitismo a la gente racializada cuya protesta pro-palestina defiende a un grupo humano sometido a un cruel y sistemático genocidio (con el apoyo del gobierno alemán).

Con horror somos testigos de la impunidad de esos súbditos en la política y los medios, que tienen el poder de definir, de acusar, de silenciar, de difamar y de perseguir a los que no siguen la narrativa. Los que profesan estas acusaciones por falsas que sean probablemente no sufrirán ninguna consecuencia por emitirlas.

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Tristemente aún hay suficientes ciudadanos alemanes dispuestos a confiar en el Estado alemán y jurarle su lealtad. Lealtad a aceptar su política exterior anti-Rusa que pone en peligro a la población alemana ante la -cada vez mayor- escalada, en vez de optar por la vía diplomática.

Lealtad a la aceptación silenciosa de un apoyo a un Estado genocida, colonial y de apartheid como es Israel; lealtad al lento desmantelamiento de la democracia, de censura, silenciamiento y persecución a los críticos de este sistema de guerra perene; lealtad al proceso de desindustrialización con el cual la mayor economía de Europa está cavando su propia tumba; y lealtad al desmantelamiento del estado social con la eterna excusa de que no hay plata, mientras que esta se inyecta al complejo industrial-militar para alimentar la carnicería en Ucrania.

Algunos ya han abandonado el rumbo de esa lealtad, ya sea durante la pandemia; por oposición a la guerra en Ucrania; o por criticar el apoyo al gobierno de ultra derecha de Netanyahu. Todos ellos ya han sido de una u otra forma declarados enemigos internos, parias, radicales, peligrosos, conspiranoicos, amigos de Putin o de Hamás, simpatizantes del terrorismo, etc. Lo que tienen en común todos ellos/nosotros es la creciente desconfianza de un Estado cada vez más autoritario que dice defender la democracia al mismo tiempo que la desmantela.

Probablemente la gente se dará cuenta de que algo no anda bien en este país, mientras que la guerra en Ucrania siga su curso con sus continuadas escaladas; una retórica cada vez más agresiva por parte de los halcones europeos; y mientras que el genocidio en Gaza continúe con el apoyo de Europa y E.E.U.U.

Solo espero que se den cuenta que los supuestos “valores” de occidente son aplicados de manera selectiva y diferenciada, y que de esa forma se han ido resquebrajando desde dentro.

La hipocresía del Norte global contribuye de manera significativa a esa fractura y parece incrementar el interés de muchos líderes en el sur global por erigir un mundo multi-polar donde el occidente ya no tenga la última palabra. A los burócratas de Bruselas y los medios de (des)comunicación les será cada vez más difícil tapar el sol con un dedo.

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En lo personal, ya no me queda mucha esperanza que algo cambie en Alemania. Más bien, temo lo peor. Gracias a los súbditos, a los innumerables 'Diderich Hässlings' que lideran la marcha hacia la ruina y la gran mayoría silenciosa que permite que estas cosas sucedan, este país se está yendo al carajo.

Crédito de la foto: Sascha Cornejo Puschner, afiche: "Para Alemania 'nunca más' significa en otro lado"