“19 de julio de 1979”: A 45 años del triunfo de los sandinistas, ¿qué queda de revolución?

“19 de julio de 1979”: A 45 años del triunfo de los sandinistas, ¿qué queda de revolución?

Por: Ricardo Cirio Morales | 19.07.2024
La esperanza y la fe se han ido desvaneciendo, porque quienes podían hacer frente perdieron su nacionalidad, como Gioconda Belli, con quien tuve la oportunidad de conversar sobre el tema personalmente y, después de haber sido muy cercana a Ortega, hoy no queda más que tristeza y decepción.

El año 1979 fue un año ajetreado en lo político y social. Cuando el mundo estaba en plena Guerra Fría hubo sucesos importantes que hacían suponer que la ideología soviética tomaba la delantera frente al capitalismo estadounidense.

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Recién comenzado el año, cae el último Shá en Irán para dar paso a la revolución del ayatolá Ruhollah Jomeini, y unos meses después, en abril, caía en Uganda Idi Amin, de la mano del Ejército de Liberación Nacional de ese país africano.

Mientras tanto, en Latinoamérica estaba a punto también de triunfar otra revolución, la que se venía gestando desde los años 60 en Nicaragua para derrocar al último Somoza, el “Tacho”, tercer dictador de la dinastía que se había instalado en 1936 posterior al asesinato de Augusto Calderón Sandino.

Pero esa muerte no fue en vano. Fue el mismo General de Hombres Libres, o comandante del “Pequeño Ejército Loco de Voluntad de Sacrificio” como lo bautizó Gabriela Mistral, fue enfático con una frase que quedó para el bronce: “Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte y si morimos no importa, nuestra causa seguirá viviendo, otros nos seguirán".

Y así fue, ya que hombres como Carlos Fonseca Amador, Tomás Borge y otros tomaron el estandarte de Sandino para formar el Frente Sandinista de Liberación Nacional, que, inspirados en la Revolución Cubana querían reestructurar y refundar un país que hasta ese entonces lideraba en pobreza, analfabetismo, desnutrición y otros flagelos.

Era, quizás, la última esperanza de muchos, de una generación herida que todavía tenía fe en el socialismo y en los movimientos de liberación nacional, como los de Ben Bella en Argelia, Lumumba en el Congo, Ho Chi Minh en Vietnam, el Che y Fidel en Cuba. Mayo del 68, la matanza de Tlatelolco y otros sucesos también son parte de ese almanaque, al que se suma la resistencia de Allende en La Moneda.

Los sueños que vieron perdidos en Chile y en la República española era el momento de retomarlos en Centroamérica. Y esto no lo digo yo: en 2012 estuve en Managua para el 19 de julio para vivir lo que fue la celebración de los 33 años de la gesta, para luego visitar cada palmo de ese país. Cuando estuve en Granada conocí a Silvia, que no sé aún si habrá sido su nombre real o su ‘chapa’ de cuando militaba en el MIR.

Silvia en 1973 salió de Chile exiliada rumbo a Alemania Oriental. Fue ahí que, aún veinteañera, sufría por la revolución fallida en su país, pero en los noticieros de Europa del Este ya hablaban del proceso nicaragüense.

En ese momento, sin arraigo luego de considerarse prácticamente una apátrida, decide dejar todo para enlistarse en las filas del Frente Sandinista, y viaja con lo puesto a Nicaragua dispuesta a jugar su revancha, donde vivió la victoria el 19 de julio de 1979 y finalmente se quedó para siempre.

Uno de los primeros sueños de Carlos Fonseca, quien murió en 1976 sin vivir el triunfo, fue la revolución agraria y atacar el analfabetismo.

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Por este motivo, una de las primeras medidas fue formar la Cruzada Nacional de Alfabetización, donde jóvenes, Silvia entre ellas, viajaron a los lugares más inhóspitos con el fin de alfabetizar a la población campesina. No importaba estar en la mitad de la selva o llenarse de picaduras de mosquitos, ya que el anhelo por un mundo mejor era lo más importante. Un trabajo tan fuerte que llegó a ser condecorado a principios de los 80 por la UNESCO.

Junto a ello les tocó pelear ante la contra-revolución: ejército financiado por Estados Unidos que tenía por objetivo derrocar el nuevo régimen comandado por el actual presidente/dictador Daniel Ortega. Rosita, Siuna, Quilalí, Wiwilí, enclaves campesinos hasta el día de hoy tomaron fuerza para hacer frente al clásico lema antifascista “No Pasarán”.

Finalmente, el desgaste de la Contra hizo perder el poder a los sandinistas, quienes vieron truncado el proceso en los 90, para recién retornar en 2007 de la mano del mismo Ortega, con la misma esperanza en un mundo de paz, progreso y mejoras sobre todo para los más desposeídos.

Pero, después de eso, solo puedo recordar la algarabía y los buses atiborrados de gente llegando a Managua con mirada de fe, alegría y esperanza para celebrar los 33 años del triunfo de la revolución en 2012, donde una gran parte de ellos hoy ya no son parte del juego, porque los ideales de Sandino se han ido desvaneciendo para dar paso prácticamente a un “orteguismo, con un comandante apernado en el poder junto a Rosario Murillo, sin dar espacio a otras personas y transformándose en lo que tanto combatió.

Hasta ese momento, Nicaragua aún se mantenía con fondos provenientes de la Venezuela de Chávez, pero con la crisis actual no han podido mantener y así vuelve a ser uno de los países más pobres de Latinoamérica junto a Haití, Honduras y otros.

La esperanza y la fe se han ido desvaneciendo, porque quienes podían hacer frente perdieron su nacionalidad, como Gioconda Belli, con quien tuve la oportunidad de conversar sobre el tema personalmente y, después de haber sido muy cercana a Ortega, hoy no queda más que tristeza y decepción.

Ojalá Nicaragua tenga un nuevo despertar, una nueva esperanza, y quizás hacer caso a la misma consigna sandinista: “Sandino vive, la lucha sigue”.

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Por ahora recuerdo a Silvia, sus ojos claros y miopes quien lloró recordando la gesta. Me encantaría saber si aún vive o qué piensa del proceso actual, y, de tener otra oportunidad, preguntarle derechamente: “Silvia, a 45 años de la revolución sandinista, ¿qué queda de revolución?”.

Crédito de la foto: Flickr - Heimlich_el_centroamericano // Creative Commons