Política de IA en Chile: Hacia la formación de una ciudadanía crítica
El pasado 2 de mayo, en una concurrida ceremonia interministerial e intersectorial, el Gobierno presentó la actualización de la denominada Política Nacional de Inteligencia Artificial, liderada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. En este evento se dieron a conocer los nuevos ejes que incluyen más de 100 medidas desglosadas en un Plan de Acción que acompaña el documento central.
[Te puede interesar] Acuerdo Codelco-SQM deja fuera del negocio del litio a Ponce Lerou pero no a hijos y hermano
En la ocasión, la ministra Aisén Etcheverry enfatizó claramente que “a diferencia de lo que pasó con otras olas de transformación, esta vez Chile no se sienta a esperar; Chile decide ser protagonista" (ver aquí). Y en efecto, nuestro país está a la vanguardia en la región en cuanto a gobernanza sobre esta nueva tecnología, especialmente al destinar recursos para avanzar en diversas temáticas con un plan de acción muy ambicioso a corto y mediano plazo.
Sin embargo, aunque esta iniciativa es muy positiva, surgen dudas justificadas sobre cómo se puede implementar de forma seria y sostenible un proceso alfabetizador, y sobre todo crítico, para enfrentar “los desafíos emergentes y aspiraciones de un futuro donde la tecnología fortalezca el tejido social y económico de Chile”, tal como indica el texto de la Política.
A mi parecer, la respuesta más acertada a este desafío es el fortalecimiento de la educación como eje y motor de estas transformaciones, especialmente el rol que los docentes deben ejercer para este cambio.
Es bien sabido que cualquier tecnología requiere elementos básicos para potenciar su desarrollo, investigación y uso, muchos de ellos asociados a infraestructura tecnológica. Pero estos esfuerzos serían en vano si no existe una sociedad educada y con altos niveles de comprensión sobre las potencialidades de esa tecnología, así como de las habilidades necesarias para usarla de manera crítica y ética, y no solo instrumental.
En este punto, el documento evidencia una debilidad. En la línea de trabajo denominada “Desarrollo de talento”, se deposita más del 90% del trabajo en el sector educativo. Desde el inicio, es un mal indicador que se ponga énfasis en potenciar “talentos”, ya que, según la RAE y varios autores, el concepto de talento se relaciona con “capacidades para el desempeño de algo” o la “capacidad especial o facilidad de una persona para aprender o ejecutar una determinada tarea”, lo que se diferencia enormemente de una habilidad.
Es comprensible que no se ponga atención a estas significaciones, ya que al revisar el comité de expertos que elaboraron este documento, no hay ninguno que trabaje temas de educación, pero sí hay ingenieros, economistas y abogados.
La pregunta sería, ¿cuál es el problema de usar este concepto? La respuesta tiene que ver con que esta línea de trabajo busca desarrollar básicamente habilidades de uso instrumental, lo que pone en desmedro la visión crítica respecto a la tecnología, que es fundamental para avanzar hacia una nueva ciudadanía.
[Te puede interesar] El resguardo del interés Público en la Estrategia Nacional del Litio
De hecho, su principal enfoque es la preparación para el mundo del trabajo y la empresa del futuro, lo cual es sin duda importante, pero considero que antes que eso, es necesario fomentar ciudadanos críticos respecto a las potencialidades de estas nuevas tecnologías y los riesgos que también traen consigo.
Es curioso porque uno de los énfasis de esta política recae en los temas éticos, pero paradójicamente, para el proceso educativo solo se menciona la elaboración de cápsulas de video y estrategias comunicacionales, cuando está claro que se requiere una transversalización más potente en toda la trayectoria formativa de un ciudadano.
Otra singularidad que se presenta en el Plan de Acción adjunto a la Política es la prioridad dada a la elaboración de recursos sobre IA para abordar competencias digitales y la actualización de las Bases Curriculares para toda la educación preescolar, básica y media, dejando para mucho más tarde temas que deberían ser los primeros en ejecutarse, como la alfabetización urgente del mundo docente en pensamiento computacional, robótica y el funcionamiento de la IA.
Resulta llamativo que en el plan de acción se busque primero la implementación de acciones de IA en centros educativos o la reflexión sobre el cambio en las Bases Curriculares, teniendo una mayoría de docentes que recién está reconociendo su uso, frente a un 86% de estudiantes que, según un estudio de Criteria y Claro VTR, ya ha interactuado o está usando la IA para sus tareas y trabajos escolares.
Temas esenciales como reflexionar sobre las metodologías necesarias para las innovaciones o discutir documentos rectores de la educación chilena, requieren de profesores y profesoras altamente capacitados, que superen la idea básica de solo desarrollar talentos y profundicen en la visión ciudadana de la tecnología.
Por último, y siguiendo con las inconsistencias del Plan de Acción, se indica que se destinarán recursos para certificar a “docentes y profesionales de la educación en temáticas vinculadas al pensamiento computacional, programación y robótica”. Sin embargo, no se menciona nada sobre la inclusión de estas temáticas en el currículum de las universidades que forman a los docentes, que es el origen desde donde deben nacer los cambios para proyectar a los profesores y profesoras del nuevo siglo.
En resumen, la actualización de la Política Nacional de Inteligencia Artificial busca posicionar al país como líder en la región, con un enfoque ambicioso y recursos asignados para avanzar en diversas áreas. Pero la implementación efectiva de esta política enfrenta desafíos significativos, especialmente en el ámbito educativo. Es fundamental fortalecer la educación y capacitar a los docentes no solo en habilidades técnicas, sino también en el desarrollo de un pensamiento crítico y ético sobre la tecnología.
La política actual parece centrarse en la preparación para el mercado laboral y la empresa, descuidando la formación integral de ciudadanos críticos y conscientes de los riesgos y beneficios de la IA.
[Te puede interesar] Innovación chilena aborda la depresión a través del oído tratando equilibrio y orientación
Además, el plan de acción prioriza la creación de recursos y la actualización curricular sin abordar adecuadamente la alfabetización tecnológica del profesorado desde su formación inicial, lo cual es esencial para cualquier transformación educativa sostenible. Por lo tanto, para que Chile pueda verdaderamente aprovechar las potencialidades de la inteligencia artificial, es imprescindible reorientar los esfuerzos hacia una educación inclusiva y crítica, que prepare tanto a estudiantes como a docentes para los desafíos del futuro tecnológico.