Colega Katherine Yoma, Ausente
Escribo esta columna desde la rabia, la pena y la necesidad de urgencia ante el escenario que vivimos cada día profesores y profesoras de Chile, contando también a los directivos que hemos intentado construir espacios seguros para trabajadores de la educación en su conjunto.
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La muerte por suicidio de por si es una derrota como sociedad. En un afán exitista seguimos un modelo que busca, a costa de cualquier forma, ser el mejor en números, pero sin la calidad y cualidad humana mínima, exigiéndose aquello a quienes somos responsables a educar. ¿De qué sirven 10 puntos en una prueba estandarizada si la salud mental de profesores y profesoras va en franco descenso?, ¿a costa de qué o de quién se alcanzan esos logros?, es una básica ecuación que mejores resultados no es mejor aprendizaje, y es que son muchos los factores para definir si un estudiante efectivamente aprendió lo que se esta enseñando.
En educación la cultura de mercado sigue aquí. Un rostro es la cobertura curricular, que es a toda costa, pero ¿eso se condice con un desarrollo del currículum que forme a personas-ciudadanos emocional y cognitivamente conscientes y responsables? En absoluto.
¿Se pueden hacer ambas? Por su puesto. Pero para aquello es necesario considerar un estado de urgencia respecto de la “Salud Mental de Educadores” pues la situación es insostenible.
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El psiquiatra Alberto Larraín, junto a otros profesionales, ya llamaba la atención respecto de estos terribles y temibles factores tanto en pre-pandemia, como en pandemia y post-pandemia, durando hasta el día de hoy. Pero, por razones que se desconocen, nadie escuchó, y si se hizo algo fue de manera cosmética, para tener un check list del asunto.
El foco está en una reactivación educativa sesgada e instrumental, quienes hoy están al gobierno, tanto a nivel local como de Estado, llegaron al poder con aquellas luchas sociales por la educación -gratuita y de calidad-, pero parecieran no comprender lo que aquello significaba. La educación debió ser un puntal trascendental para ese “Gobernar es Educar”, aquí y ahora.
Hoy lloramos amargamente de Arica a Punta Arenas la muerte de la profesora Katherine Yoma, docente de una escuela pública en Antofagasta.
Desconozco las razones de una gestión indolente hacia nuestra colega, si bien, también los directivos vivimos nuestro propio proceso de precarización del ejercicio de nuestras funciones y remuneraciones al no existir carrera docente directiva. Este sería un factor esencial para evaluar a quienes somos los que estamos a la cabeza de cada comunidad, y no se den estas “mafias” -como decía la colega- donde los pequeños feudos son avalados por autoridades municipales, SLEP o sostenedores de los establecimientos subvencionados.
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Hoy es cuando, si de verdad les preocupamos, necesitamos que pongan no solo sus voluntades, sino a profesionales que han tenido que vivir el rigor del cotidiano a la cabeza de los procesos, para acompañar, apoyar y contener esta grave crisis de salud mental educativa, crisis que nos afecta a los primeros celadores del aprendizaje, quienes por medio del diseño de nuestra clases, construimos el presente y el porvenir de Chile, en lo valórico, emocional, ético y estético de la sociedad, aquello que justamente careció esa familia responsable del hostigamiento a una profesional que solo quiso educar.