Roberto Urzúa, el director chileno que muestra las heridas del planeta con tomas aéreas
Mapu Kutran es un documental en clave ensayo donde el director chileno Roberto Urzúa expone la situación actual de la destrucción del planeta. La premisa del trabajo apunta a "una enfermedad que afecta a las personas que le faltan el respeto a la naturaleza".
Se trata de un esfuerzo que ha recorrido distintos certámenes internacionales en los que ha recibido aplausos y galardones en un contexto en el que la deforestación y los estragos del paso del humano en la Tierra toman mayor relevancia.
En Estados Unidos, el documental fue seleccionado para el Philadelphia Latino Film Festival en 2023, mientras que en México, donde fue recibido con entusiasmo y curiosidad por el público que vio similitudes entre Chile y el país azteca, debutó en el Tierra Filme. Y en Europa, ya se ha exhibido en pantallas de Portugal y Holanda.
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A nivel local, en tanto, se han realizado proyecciones en Maipú, Peñalolén y La Cisterna.
Casi cinco años de registro
Próximo al estreno de Mapu Kutran en Onda Media (plataforma gratuita de streaming de productos audiovisuales chilenos), Urzúa conversa con El Desconcierto sobre la decisión de llevar la experiencia sudamericana fuera del continente, además de la importancia de enfrentar las heridas del planeta.
-¿Cómo ha sido la recepción de un trabajo sudamericano en premios internacionales?
-Muy buena. Ha sido un trabajo que fue hecho para impactar a las personas, para movilizarlas y lograr hacer un cambio en su percepción del medio ambiente, en las formas que se puede combatir el cambio climático. En ese sentido, ha sido muy buena la resolución tanto en Europa como en Latinoamérica, sobre todo en Latinoamérica, porque tenemos realidades más parecidas.
Tuve la suerte de poder exhibirlo en Ciudad de México. Allá la gente pensaba que la película había sido hecha en ese país, algunas personas pensaban eso porque la realidad es muy parecida, en el fondo. En los países del tercer mundo seguimos bajo un sistema colonial de alguna manera, siguen sacando los recursos naturales.
Es una recepción mucho más grande y mucho mejor de lo que esperaba, eso me tiene muy contento porque la película ha podido recorrer tanto festivales en Latinoamérica, como en Estados Unidos y Europa.
-La premisa habla sobre una enfermedad que afecta a las personas que le faltan el respeto a la naturaleza, ¿por qué el interés en mostrar esa narrativa?
-Este documental fue hecho durante muchos años, o sea, yo estoy grabando desde el 2017. Fueron casi cinco años de registro audiovisual. Fui viendo en tiempo real cambios súper significativos del medio ambiente, eso me movilizó mucho. Uno de los ejemplos más claros dentro de la película, es lo que pasó con la Laguna Aculeo. Como alcancé a grabar en 2017 cuando todavía tenía agua, después volver el 2020 y ver que ya estaba completamente, seca fue una de las mayores motivaciones para hablar sobre esta enfermedad.
Se explica en el formato cultural que es una enfermedad dentro de la medicina mapuche que afecta a las personas que dañan la naturaleza, que le faltan el respeto a los lugares donde hay agua, los menokos donde hay Lawen, que son las plantas medicinales y lugares de mucho poder.
Esa fue la gran motivación. Y al mismo tiempo, fui descubriendo estos conceptos de la cultura mapuche gracias al contacto que tuve con comunidades. Se conjugaron esas dos cosas para poder mostrar lo que lo que pasaba en Chile y en el mundo.
La Tierra como personaje
-El documental en su totalidad muestra tomas aéreas, ¿a qué se debe esta elección para mostrar el relato?, ¿hay razones estéticas?
-Tiene razones estéticas como personales. Por un lado, desde chico tuve esta obsesión con volar, con ver las cosas desde el cielo, entonces cuando aparecieron los drones como como herramienta para aprovechar al máximo, grabé mucho con ellos.
Por otro lado, me di cuenta de que al ver la Tierra desde arriba, podemos verla como un personaje, entonces me pareció súper interesante. Poder mostrar su herida, estas cicatrices que dejan la deforestación, las grietas en la piel que dejan la sequía y la falta de agua. En ese sentido, la búsqueda fue eso: despegarse un poco de esta visión pegada a la Tierra que tenemos y ver las cosas desde otra perspectiva.
Siento que eso sensibiliza mucho la gente, porque no estamos acostumbrados tampoco a verlo.
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-¿Cuál es el aporte para que el espectador vea el documental desde una perspectiva aérea?
-Nosotros estamos acostumbrados a ver las cosas desde nuestra altura y, en el fondo el hecho de tener esta vista cenital, uno puede ver las cosas de manera más general... Metafóricamente, incluso como cuando uno tiene un problema o algo al ver las cosas desde lejos. Siento que era la forma de sensibilizar al espectador, y que pueda ver desde otra perspectiva un problema mundial.
-Es imposible no vincular la premisa de la destrucción de la naturaleza con la situación actual de los incendios forestales, ¿fueron situaciones como esta parte de lo que te llevó a querer exponer esta idea?
-Una de las cosas que más me movió fue lo que te he contado con Laguna Aculao, o sea, ver cómo se secó en solo un par de años fue súper sorprendente. Los incendios también son súper fugaces y en un par de días se puede quemar y destruir un bosque completo.
En el fondo, eso fue parte de la premisa que motivó el documental, por un lado la destrucción medioambiental y por otro lado quise mostrar cómo la cultura mapuche se vincula con la naturaleza y convive con ella de manera armónica, como con su cosmovisión que tiene conceptos tan básicos como "pedir permiso cuando uno quiere sacar algo de la naturaleza", o el mismo concepto de la reciprocidad que se habla en el documental. Porque si yo saco algo, doy algo de vuelta. Saco lo que necesito.
No de esta manera que tenemos de vivir donde se producen millones de hectáreas de naranja y después terminan muchas en el basurero. En el fondo, volver un poco a la lógica analítica más cercana a la naturaleza.
-¿Qué mensaje cree que entrega tu trabajo en Chile y en el exterior?
-Impactar a las personas y tratar de lograr que tengan un cambio en su perspectiva. Hacer algo, desde reciclar hasta comer menos carne o incluso dejarla. En el fondo, el documental termina de una manera muy esperanzadora por la situación que estábamos viviendo. Pero la idea es que cada uno como persona puede aportar. Como familia se puede aportar un granito de arena para que las cosas vayan cambiando...
Siempre me quedo con esta conversación que tuve en México con un señor de 80 años que vio la película y me dijo que sentía que no estaba haciendo lo suficiente. A esos 80 años se está dando cuenta de que podía hacer más.
Mi mensaje creo que es "nunca es tarde, siempre se puede hacer algo"
Ese discurso de que los niños y las nuevas generaciones tienen que aprender, obviamente está bien, pero en este mundo estamos todos vivos ahora y, desde un niño hasta una persona de 80 años, todos podemos hacer cosas.
-¿Cómo ve la situación actual de documentales e información sobre este tema en Chile?, ¿cómo puede cambiar en el futuro?
-Chile está viviendo un gran momento en torno al cine documental, sobre todo con la visibilidad de lo que está haciendo Maite Alberdi. Pero al mismo tiempo, hay muchos directores increíbles como Daniel Díaz, que hizo "Bajo sospecha", una película que habla sobre la discriminación de los mapuches que vienen a la ciudad.
Una frase que se me quedó muy pegada durante el recorrido de la película es que los documentales no cambian al mundo, pero sí pueden cambiar a las personas que sí pueden cambiar el mundo y te pueden generar un impacto que no da otro arte. Todas las redes sociales se manejan con video, entonces siento que la herramienta del cine es algo que puede influir mucho en el pensamiento de las personas.