Experto y crisis educativa en Atacama: No tener clases estos meses implica "un impacto mayor"
Durante los dos últimos meses se está viviendo una crisis de envergadura en la Región de Atacama, donde 30 mil alumnos se encuentran sin clases como consecuencia del complejo momento que atraviesa el Servicio Local de Educación Pública (SLEP) en una zona afectada por un paro docente de larga data, que ya suma 60 días sin que de momento se haya podido destrabar.
Se trata de un problema en el que se cruzan acusaciones de irregularidades que escalaron al ámbito judicial, lo que se suma a negligencias varias en medio de la grave afectación a la infraestructura de diversos recintos educacionales de Copiapó, una situación que termina impactando severamente en la comunidad escolar, tal como lo comenta en diálogo con El Desconcierto Víctor Rocha, académico de la Facultad de Educación de la Universidad Diego Portales (UDP).
"No tener clases estos meses, además en un contexto post pandémico y respecto a los resultados que tuvimos en la prueba en la prueba Simce, y toda la política del Ministerio vinculada con la activación de los aprendizajes, hace que todo ese proceso detenido de profundización y desarrollo de habilidades básicas como la lectura, la escritura, y el pensamiento matemático que fueron los más afectados por la pandemia y todo el tema del desarrollo de las habilidades sociales, se profundicen en relación con la falta de experiencias de aprendizajes que permitan desarrollar esas habilidades y competencias", recalca.
Según su análisis, la contingencia "involucra un impacto mayor en esas comunidades educativas, y eso involucra además de no tener clases, porque por un lado puede haber acciones o decisiones en el marco de la recuperación de esos aprendizajes, hay aprendizajes que se desarrollan en el marco de la interacción conjunta con otros y otras, por lo tanto el impacto también tiene que ver con estas habilidades sociales".
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Afectación integral
"Uno puede profundizar y generar acciones para avanzar en esos aprendizajes descendidos, pero esos aprendizajes descendidos también están vinculados con otro tipo de aprendizajes que solamente ocurren cuando yo estoy junto con otros y otras en el espacio educativo y en el aula", insiste luego.
Consultado luego sobre la sintomatología que podría evidenciar la comunidad afecta a esta situación, Rocha asegura que "por un lado, está el impacto que tienen los estudiantes y la comunidad, entendiendo comunidad educativa como los padres o apoderados y los docentes".
Se trata de un impacto, plantea Rocha, "en el caso de los estudiantes en el desarrollo de habilidades ciudadanas y sociales, además de las propias de las distintas asignaturas, el desarrollo socioemocional de los estudiantes y, por otro lado, en el caso de los apoderados sentir que tampoco hay una comunidad de apoyo. Eso también es significativo, porque hoy las escuelas no solamente trabajan con el estudiante, tienen que trabajar junto con los apoderados, en tanto son un factor fundamental para el desarrollo de los distintos aprendizajes".
Y en cuanto a los profesores "involucra, además, la incertidumbre de las condiciones sociales y materiales que vive la comunidad, específicamente respecto a la situación que se viene arrastrando hace tanto tiempo". Está el tema alusivo a "cómo van a gestionar, en algún momento, la vuelta o la reincorporación a una cotidianidad escolar y cómo van a diseñar sus clases, cómo van a priorizar aquellos aprendizajes que van a considerar claves, porque no se van a poder hacer cargo de todos esos aprendizajes en un momento, van a tener que hacer un trabajo a largo plazo".
Consultado respecto de las condiciones en que van a enfrentar la temporada 2024, asegura que "el tema de la evaluación, si quedan en el curso o pasan, tiene que ver con una decisión que tiene que estar basada en ciertos aprendizajes mínimos o basales que deberían considerarse para tomar esa decisión".
Un desafiante 2024
"En el caso (de) 2024, deberíamos partir por un diagnóstico global en la comunidad educativa, específicamente en relación con esos aprendizajes que tenemos y debemos lograr, pensando en una progresión de lo que deben hacer los estudiantes. El estudiante de segundo básico tiene el desarrollo de la adquisición de la lectura, la escritura, la idea es que en tercero básico se profundice en aquello y, por lo tanto, debe haber una lógica de progresión, pero también de abordar aquellos aspectos que no se lograron en el año anterior, eso involucra tomar decisiones de cuáles son los aprendizajes fundamentales y aquello que debiéramos trabajar en todas las asignaturas", agrega.
¿Cómo abordar el año próximo? "Pondría foco en los aspectos del lenguaje, la escritura, el pensamiento crítico, el pensamiento matemático o científico, como en ámbito especial. Por lo tanto, todas las asignaturas deberían tributar esos aprendizajes fundamentales y generar experiencias (...) que movilicen aprendizajes más transversales e interdisciplinarios, más que vinculados solamente a la asignatura", asegura Rocha.
"Eso involucra un 2024 donde, por otro lado, tenemos que trabajar con las familias y la comunidad también porque aquí si bien hay un tema de ministerio, también pasa por la comunidad educativa y por ir informando los avances, cómo los apoderados o las familias pueden apoyar esos procesos de reactivación de esos aprendizajes".
De hecho, el académico apunta a un problema de envergadura. "Ya venimos con este proceso de reactivación de los aprendizajes producto de la pandemia, por lo tanto esto va a impactar más profundamente en esos aprendizajes", asegura.
¿Cuáles debieran ser los mínimos para garantizar el aprendizaje? "Además de las condiciones materiales, es importante contar con líderes pedagógicos que hagan un trabajo conjunto con los docentes, para ir pensando en aquellas estrategias para lograr esa activación de aprendizajes, considerando esta idea más interdisciplinar y también los recursos didácticos que necesitamos para ellos, además de las condiciones laborales que tienen que tener los profesores, las condiciones mínimas que tienen que tener para las clases, esto tiene que estar muy centrado en dotar a las comunidades educativas de recursos materiales y didácticos para ellos", plantea Rocha.
"Si bien debe haber un plan general, debe estar articulado a las necesidades de cada comunidad escolar", complementa.
"La escuela es un espacio emotivo"
Siguiendo con su anális, el académico apunta también a que "la escuela es un espacio emotivo, un espacio donde niños y familias, ponen proyectos, sueños. Tiene que ver también con esta idea de lo social, del futuro, del desarrollo de cada sujeto. Por lo tanto, cuando vemos que la escuela no entrega esas herramientas necesarias para que los estudiantes generen experiencia de aprendizaje o se vayan desarrollando a lo largo de su experiencia escolar, afecta no solamente a los profesores y a su familia, nos debería como afectar a todos..."
"No estamos entregando condiciones mínimas para que los niños desarrollen todo su potencial. En ese caso, el impacto además de emocional, es social y también (afecta) los derechos fundamentales, que es el derecho a la educación y a una educación de calidad", agrega.
Por último, advierte que si el problema no se aborda como corresponde, "no va a tener resultados o no va a tener significatividad, sino que solamente a nivel de decir que estamos haciendo un plan y que lo estamos desarrollando. Tiene que ver con un diagnóstico particular de cada comunidad, porque si bien cada comunidad está viviendo esta situación de precariedad, esa precariedad también tiene que ver con que estamos hablando de estudiantes de básica, de educación inicial, estamos también mirando su realidad sociocultural, por lo tanto también tomaría esos elementos para pensar en una forma o en un plan de acción pedagógica que permita desarrollar y generar comunidades que tengan como foco el desarrollo de los estudiantes".